Brasil recuenta y muestra los cr¨ªmenes de su dictadura
La Comisi¨®n de la Verdad divulga su informa definitivo con 434 v¨ªctimas y 377 acusados
Un aterrador informe de 1.300 p¨¢ginas, elaborado por la denominada Comisi¨®n de la Verdad a lo largo de casi tres a?os por un equipo de expertos, hecho p¨²blico hoy, recuenta, muestra y da fe de los peores cr¨ªmenes cometidos durante la dictadura brasile?a, desde 1964 a 1985. Hablan las v¨ªctimas, los torturados, a los que colgaban de un palo desnudos mientras les aplicaban descargas el¨¦ctricas hasta que perd¨ªan el sentido. Y hablan los torturadores, los asesinos: ¡°?l, por as¨ª decir, ya estaba muerto, se?or. Sufriendo. No quiero que piense que soy un santito, pero en el fondo fue un tiro de misericordia el que le di¡±, dice uno de ellos.
El informe contabiliza 434 v¨ªctimas mortales o desaparecidos y da los nombres y apellidos de 377 responsables, entre jefes de Estado, polic¨ªas, m¨¦dicos y militares acusados de cr¨ªmenes contra los derechos humanos, de los cuales 191 a¨²n viven. Tambi¨¦n desfilan los testimonios de los que acabaron confesando despu¨¦s de palizas de d¨ªas y delataron a sus compa?eros y quienes aguantaron los golpes y las amenazas y no abrieron la boca. De los que perdieron a sus hijos y quienes se quedaron hu¨¦rfanos. La misma Dilma Rousseff, la presidenta recientemente reelegida y poco proclive a dejarse llevar en p¨²blico por recuerdos oscuros, fue torturada en una celda de S?o Paulo cuando ten¨ªa poco m¨¢s de 20 a?os: ¡°Me estoy acordando muy bien del suelo del ba?o, del azulejo blanco, de la costra de sangre que se iba formando. Las marcas de la tortura forman parte de m¨ª, yo soy eso¡±.
Los expertos de la Comisi¨®n de la Verdad concluyen que los culpables, amparados por una amnist¨ªa dictaminada en 1979 deben encarar las consecuencias de sus actos. Pero expertos legales replican que esto ser¨¢ poco probable, ya que una sentencia del Tribunal Supremo Federal de 2010 avala que esa amnist¨ªa se debe aplicar tanto a los cr¨ªmenes comunes como a las torturas.
As¨ª que lo m¨¢s seguro es que la mayor pena que puedan llevarse los verdugos es la de aparecer en este volumen infame, al lado de los testimonios espantados de las v¨ªctimas, incapaces en su mayor parte de olvidar. En cualquier caso, Brasil ha reescrito, desde ahora, su historia m¨¢s reciente y m¨¢s amarga y la deja plasmada para siempre en un volumen oficial definitivo del que nadie podr¨¢ prescindir a partir de ahora.
El informe es espeluznante se abra por donde se abra. El apartado sobre violencia sexual se inicia con el testimonio de Isabel F¨¢vero: ¡°Al tercer o cuarto d¨ªa de estar presa comenc¨¦ a enfermar, estaba embarazada de dos meses y abort¨¦. Sangraba mucho, no ten¨ªa como limpiarme, usaba papel higi¨¦nico, y ya ol¨ªa mal, estaba sucia, as¨ª que pienso, no, tengo la casi certeza de que no violaron, porque me amenazaban constantemente y les daba asco. (¡) Seguramente fue eso, Ellos se enfadaban al verme sucia, sangrando y oliendo mal, y eso les enrabietaba m¨¢s a¨²n, y me pegaban m¨¢s todav¨ªa¡±.
Karen Keilt fue llevada a la fuerza junto a su marido para el Departamento Estadual de Investiga??es Criminais de S?o Paulo a mediados de mayo de 1976. Ambos fueron liberados en julio despu¨¦s del pago de 400.000 d¨®lares. A?os despu¨¦s emigr¨® a Estados Unidos. Este es su testimonio: ¡°Comenzaron a pegarme. Me ataron al palo y me dejaron colgando. Me dieron descargas el¨¦ctricas. En el pecho, en el pez¨®n¡ Me desmay¨¦. Y comenc¨¦ a sangrar. Sangraba por todos los sitios. Por la nariz, por la boca. Estaba muy mal. Entonces vino uno de los guardias, me llev¨® a una de las celdas y me viol¨®. Me dijo que era rica, pero que ten¨ªa el mismo co?o que el resto de las mujeres. Era un tipo horrible¡±.
"Al tercer o cuarto d¨ªa de estar presa comenc¨¦ a enfermar, estaba embarazada de dos meses y abort¨¦"
Para Karen, como para otras muchas v¨ªctimas de este tipo de violencia, una vez liberadas, el suicidio se torn¨® una salida del laberinto psicol¨®gico en el que los torturadores les hab¨ªan metido. ¡°Cuando volv¨ª a casa, en la primera semana, trat¨¦ de matarme. Eso era en julio, en el invierno de S?o Paulo. Tom¨¦ los medicamentos, sal¨ª de la cama y me met¨ª en la piscina. No quer¨ªa sobrevivir de ninguna manera. Rick me oy¨® y me salv¨®. Pero ¨¦l comenz¨® a beber. Bebi¨®, bebi¨®, bebi¨®. Mucho. Se volvi¨® alcoh¨®lico. Nunca se recuper¨® de la tortura¡±.
A veces, el peor castigo es el que uno se llevaba para siempre dentro de s¨ª al salir del cuartel o de la celda. Una joven de 19 a?os, que no quiere dar su nombre, fue detenida en R¨ªo de Janeiro y relata que fue torturada dos veces. Una por sus verdugos. Otra, por s¨ª misma, toda la vida, porque no fue capaz de resistir y delat¨® a un compa?ero. ¡°Sal¨ª de ah¨ª destrozada en mi dignidad. Me sent¨ªa responsable por el sufrimiento de aquel al que, por mis palabras, conseguidas bajo coacci¨®n, hab¨ªa ido a la c¨¢rcel. Algunos a?os despu¨¦s supe que estuvo dos meses en la c¨¢rcel. Y que estaba en libertad, lo que me alegr¨®. Pens¨¦ muchas veces en ir a buscarlo, en decirle bajo qu¨¦ circunstancias lo delat¨¦, hablarle de las amenazas. Pero siempre que lo intentaba me volv¨ªa atr¨¢s, paralizada por el p¨¢nico. ?Iba a comprenderme? ?Iba a perdonarme? No pod¨ªa con la tristeza¡ (¡) Hay muchas maneras de decir que uno resisti¨®, hay muchas expresiones para describir su orgullo y su honra, y esas mismas expresiones esconden una acusaci¨®n impl¨ªcita para los que no resistieron. Para aquellos que sufren un dolor que los otros ignoran¡±.
"Cuando volv¨ª a casa, en la primera semana, trat¨¦ de matarme"
La Comisi¨®n de la Verdad ha localizado 11 locales siniestros, dependencias con aspecto de viviendas particulares donde se torturaba indiscriminadamente, como la denominada Casa de los Horrores de R¨ªo Grande del Sur. All¨ª introdujeron en febrero de 1973 a Benedito Becerril, lo desnudaron y le hicieron subirse en equilibrio a dos latas mientras le aplicaban descargas el¨¦ctricas en los test¨ªculos. Le torturaron, durante todo el d¨ªa, desde las seis de la ma?ana al inicio de la noche, como relata ¨¦l mismo con una precisi¨®n aterradora.
A veces, el horror no consist¨ªa en los golpes, ni en las humillaciones. Bastaba verse separada de sus hijos, sin saber muy bien el destino de nadie. Ilda Martins da Silva fue arrestada el 30 de septiembre de 1969, un d¨ªa despu¨¦s de que asesinaran a su marido. Permaneci¨® cuatro meses arrestada en una c¨¢rcel. Durante ese tiempo consigui¨® que alguien llevara a sus hijos a que la vieran desde la calle. ¡°La ventana de la celda era peque?a y estada tapada con una chapa. Pero la chapa estaba doblada, y por el hueco yo pod¨ªa ver una esquina de la calle. As¨ª que les dije que pusieran a mis hijos all¨ª. Yo les pod¨ªa ver, pero ellos no me pod¨ªan ver a m¨ª. Con un papel de peri¨®dico hice un canuto y lo pas¨¦ por la ranura. Lo mov¨ª para que supieran que les estaba mirando. Ellos comenzaron a saludarme con la mano¡±.
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