La realidad detr¨¢s de los datos
El problema no es solo la pobreza, sino el tipo de pobreza y d¨®nde vive el que la padece
En 2014, por cuarto a?o consecutivo, la tasa de crecimiento de Latinoam¨¦rica y el Caribe, aunque todav¨ªa positiva, ha sido inferior a la del a?o precedente: apenas un 1,2% frente al 2,8% de 2013. El precio de las materias primas no energ¨¦ticas ¡ªsoja, cobre, hierro¡¡ª ha ca¨ªdo en promedio un 7,5% y lo har¨¢ al menos en otro 10% en 2015, mientras que el precio del petr¨®leo acumular¨¢ una rebaja del 50%. Las innovaciones tecnol¨®gicas y su impacto sobre la oferta est¨¢n en buena medida detr¨¢s del fin del superciclo de materias primas, pero la falta de demanda tambi¨¦n cuenta, y lo que est¨¢ ocurriendo en China, una econom¨ªa a la que por primera vez en 24 a?os el FMI anticipa un crecimiento en 2015 por debajo del 7%, no ayuda mucho. Para acabar de arreglarlo, la consolidaci¨®n de la recuperaci¨®n de EE UU hace cada vez m¨¢s cercano el momento en el que la Fed suba los tipos de inter¨¦s y el mundo tenga que enfrentarse a in¨¦ditas combinaciones de liquidez, rentabilidad y riesgo.
Dado que hist¨®ricamente a Latinoam¨¦rica s¨®lo le suele ir bien cuando el mundo crece, los precios de las materias primas est¨¢n altos, los tipos de inter¨¦s mundiales bajos y la tolerancia al riesgo es elevada, es casi inevitable que a muchos se les est¨¦ ocurriendo que es una buena idea declarar solemnemente que la fiesta se ha acabado.
?Y qu¨¦ mejor forma de anunciarlo que anticipar el fin de la reducci¨®n de la pobreza? En cierta medida este es el mensaje central de la CEPAL en su reciente Panorama Social de Am¨¦rica Latina. All¨ª se anticipa que desde 2012 el porcentaje de latinoamericanos y caribe?os que viven por debajo del umbral de pobreza ha permanecido constante en el 28,1% de la poblaci¨®n ¡ª167 millones de personas¡ª, mientras que los que viven en condiciones de extrema pobreza han aumentado en alrededor de 5 millones, hasta afectar al 12% de la poblaci¨®n.
El mensaje es contundente, aparentemente muy preciso y probablemente correcto, aunque se base en datos provisionales de 2013 y en proyecciones para 2014. Esto no es un detalle t¨¦cnico, sino algo m¨¢s de fondo: la pobreza no es como el IPC o el crecimiento del PIB, que se miden de forma casi instant¨¢nea porque lo que se quiere medir es inequ¨ªvoco y proporciona a los Gobiernos, mercados y prensa la br¨²jula macroecon¨®mica sin la cual, aparentemente, no sabr¨ªan qu¨¦ hacer, qu¨¦ intercambiar o de qu¨¦ hablar. No es el caso de la pobreza. Contrariamente a lo que Tolst¨®i escribi¨®, no todas las familias pobres lo son de la misma forma.
La pobreza es un fen¨®meno multidimensional y dif¨ªcil de medir con rigor. Precisamente una de las contribuciones m¨¢s interesantes de la publicaci¨®n de la CEPAL es el cap¨ªtulo que dedica a presentar su ¨ªndice sint¨¦tico de pobreza a partir de cinco dimensiones del problema: las dificultades de acceso a la vivienda, a los servicios b¨¢sicos, a la educaci¨®n, al empleo o a la protecci¨®n social, y, finalmente, un indicador de nivel de ingreso monetario completado con una medici¨®n de la propiedad de algunos bienes de consumo duradero. Los resultados son consistentes con las mediciones m¨¢s tradicionales a las que antes hicimos referencia.
Tambi¨¦n se estima que en 2012 la situaci¨®n hab¨ªa mejorado ya que ahora ¡°s¨®lo¡± el 28% de la poblaci¨®n de la regi¨®n ¡ª10 puntos porcentuales menos que en 2005¡ª est¨¢ por debajo del umbral de pobreza monetario y tiene carencias en al menos otras dos dimensiones. Muy esclarecedor es que las carencias no monetarias que m¨¢s aportan a la pobreza sean la insuficiencia educativa de los adultos, la falta de empleo, protecci¨®n social o saneamiento y, en menor medida, el hacinamiento, la falta de acceso a la energ¨ªa y la carencia de bienes duraderos.
A quien haya viajado por Latinoam¨¦rica tampoco le sorprender¨¢ que el lugar donde se vive cambia la prevalencia e intensidad de lo que significa ser pobre: en Centroam¨¦rica y Bolivia, entre el 80% y el 90% de la poblaci¨®n rural sufre carencias en alguna de las dimensiones, y s¨®lo en dos pa¨ªses ¡ªChile y Costa Rica¡ª la ca¨ªda de la pobreza rural ha sido mayor que en las
ciudades.
El problema no es solo la pobreza, sino el tipo de pobreza y d¨®nde vive el que la padece, porque de estas y otras caracter¨ªsticas, m¨¢s que de las buenas intenciones, depender¨¢ la efectividad y los costes de las pol¨ªticas p¨²blicas y privadas para erradicarla.
La complejidad del fen¨®meno casa mal con los an¨¢lisis de brocha gorda que sin pesta?ear anuncian que ineluctablemente, ante la ralentizaci¨®n del crecimiento econ¨®mico, la pobreza volver¨¢ a crecer. Si no se hace nada, es probable que ese sea el resultado. Pero la pregunta relevante es si hoy es social, pol¨ªtica, econ¨®mica, institucional o moralmente posible no hacer nada. Mi percepci¨®n es que no. Que sabemos ya tanto de todas las dimensiones del tema que no hacer nada es demasiado arriesgado.
El BID, el Banco Mundial, la CEPAL, el PNUD, y m¨¢s recientemente hasta el FMI, han producido evidencia rigurosa que, con las discrepancias habituales en las ciencias sociales, apunta a que el 60% de la reducci¨®n de la pobreza en la regi¨®n se explica por el crecimiento econ¨®mico (en especial, por el aumento de los ingresos salariales) y el 40% restante por la reducci¨®n de los niveles de desigualdad que, en particular, han generado las pol¨ªticas p¨²blicas asociadas a los esquemas de transferencias condicionadas y a los sistemas de pensiones contributivos y no contributivos. Siempre supimos que el crecimiento deb¨ªa reducir la pobreza, pero ahora adem¨¢s sabemos que se puede lograr el mismo resultado reduciendo la desigualdad. No es un dato menor, ya que sobre ¨¦l se pueden asentar dos razones para rechazar el pesimismo de la inteligencia.
La primera, la tradicional: que no hay raz¨®n alguna que impida a los pa¨ªses de la regi¨®n priorizar el crecimiento de la productividad para retornar, incluso en un entorno internacional hostil o menos amigable, a tasas de crecimiento cercanas o por encima del 3,5%. Crecer por debajo del 2% de forma tendencial no es una maldici¨®n inevitable, sino el reflejo de la incapacidad de lograr los consensos pol¨ªticos y conceptuales necesarios para embarcarse en las reformas pro-crecimiento de la productividad. En el BID hemos estimado que si se eliminase en 10 a?os la brecha de productividad de la regi¨®n, el crecimiento anual de la econom¨ªa representativa de la regi¨®n aumentar¨ªa en 2,8 puntos porcentuales.
La segunda raz¨®n, m¨¢s novedosa, es que no resulta obvio que en caso de verse obligadas a ajustar el gasto p¨²blico, las democracias de la regi¨®n esta vez vayan a priorizar los recortes de gasto social. Las clases medias emergentes han ocupado un espacio electoral nada despreciable, y sabemos muy poco de su tolerancia ante ajustes como los de los a?os 80 y 90. Menos a¨²n sabemos de la capacidad de respuesta del 30% de los ciudadanos que son clase media vulnerable, o la de los j¨®venes que est¨¢n viendo como el premium a su mejor educaci¨®n se reduce y no les libra de la amenaza del desempleo o de salarios precarios. Y todav¨ªa menos, aunque la historia de Europa y de la propia Latinoam¨¦rica en el siglo XX no sea nada tranquilizadora, sobre c¨®mo responde la clase media consolidada ante la ¡°escalada¡± de demandas de bienes p¨²blicos por parte de los nuevos y empoderados agentes sociales.
Muchas preguntas quedan por responder. Dif¨ªcil est¨¢¡ pero como dice la canci¨®n que sonaba en Holsten mientras Tony Soprano esperaba a su familia: no deje de creer en ello.
Jos¨¦ Juan Ruiz G¨®mez es economista jefe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
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