El tuitero sin cabeza
Daniel Urresti ha saltado de ministro a candidato en la escena peruana
La leyenda del jinete sin cabeza demuestra que la decapitaci¨®n no significa necesariamente el fin de las andanzas, o cabalgatas, terrenales del descabezado. Que se sepa, ni el hessiano sin testa en la leyenda de Sleepy Hollow ni el texano similarmente abreviado en la novela de Thomas Mayne Reid celebraron el tajo del destino que los forz¨® a llevar la cabeza en la mano. Por lo contrario, penaron furiosamente.
Algo diferente sucedi¨® el martes pasado en la pol¨ªtica peruana. Presionado por una crisis pol¨ªtica, debilitado por el descenso de su popularidad, a menos de un a?o y medio de terminar su mandato, el presidente Ollanta Humala cambi¨® a cuatro ministros de su gabinete. Uno de los que sali¨® fue el ministro del Interior, Daniel Urresti, un general en retiro del Ej¨¦rcito que en pocos meses de gesti¨®n acumul¨® grados sorprendentes de popularidad y de controversia.
Ante una prensa controlada Urresti ha proclamado su estilo de Twitter?
Ninguno de sus opositores celebr¨® su salida con m¨¢s entusiasmo que el propio Urresti. Describi¨® en su twitter su decapitaci¨®n funcional como una graduaci¨®n y no un despido. ¡°¡ porque finalmente lo que ellos quer¨ªan era mi cabeza, aqu¨ª est¨¢, ll¨¦vensela. Ya tienen mi cabeza, la m¨ªa y la de otros ministros ¡¡±. Con el regalo burl¨®n de su cabeza, Urresti sugiri¨® lo que era evidente que iba a suceder: el salto de ministro a candidato. En Sleepy Hollow la cabeza del hessiano ataca en silencio; la de Urresti en Twitter no para de hablar.
Hasta en el ¨¢mbito casi extinto del populismo militar latinoamericano, Urresti es singular. Su protagonismo y notoriedad han ocurrido dentro de una democracia, utilizando, aunque con hiperactividad casi mani¨¢tica, sus instrumentos de debate p¨²blico. Cuando fue ministro, una gesti¨®n de constante movimiento y apariciones personales en lugares donde se produc¨ªan hechos policiales proyect¨® ante la gente una percepci¨®n de acci¨®n en¨¦rgica, de mando y de control. Despu¨¦s de las gestiones desva¨ªdas de sus predecesores, la adrenalina con turbo de Urresti hizo que su popularidad se elevara aceleradamente. En pocos meses su preferencia en las encuestas era casi mayor que la suma de la de sus colegas de gabinete.
Cuando la percepci¨®n y la realidad no terminaban de compararse, emergi¨® otra faceta de Urresti. Mientras el presidente y casi todos sus otros ministros demostraban elocuencias penosamente insuficientes en el debate y manejo de asuntos p¨²blicos, Urresti arranc¨® a polemizar con burlona, punzante agresividad especialmente con Keiko Fujimori y con el usualmente temido (por su experiencia pol¨ªtica y oratoria) Alan Garc¨ªa. El militar retirado escogi¨® la diatriba y el sarcasmo como armas preferidas y Twitter como veh¨ªculo de acci¨®n r¨¢pida.
El ministro de Interior describi¨® su decapitaci¨®n funcional como una graduaci¨®n y no un despido
Aunque buena parte de los tuits prodigados en r¨¢faga por el exministro muestren un uso poco sutil, basto y muchas veces desmedido de la iron¨ªa, consiguieron una eficacia sorprendente. Es que la diatriba y Twitter pueden danzar juntos toda la noche, est¨¢n hechos el uno para la otra.
De hecho, ante una prensa controlada en casi el 80% del mercado por un grupo, el de El Comercio, Urresti ha proclamado su estilo de Twitter como una alternativa eficaz para el combate comunicacional de la campa?a presidencial. Al concentrarse cada d¨ªa m¨¢s en los ataques a Garc¨ªa y Fujimori logr¨® la notoriedad que lo llev¨® a regalar su cabeza de ministro para encasquetarse en la de candidato. Eso es lo bueno de las decapitaciones metaf¨®ricas: uno puede cambiar igual de gorra o de cabeza.
En sus ataques a Garc¨ªa y Fujimori, Urresti apela sin parar a la memoria de desastres y fechor¨ªas durante los reg¨ªmenes de aquellos.
Pero Urresti carga tambi¨¦n con la memoria como vulnerabilidad. En noviembre de 1988, cuando arreciaba la guerra interna contra Sendero Luminoso, Urresti era un capit¨¢n con el seud¨®nimo de Arturo a cargo de la inteligencia y contrainteligencia en la provincia de Huanta, Ayacucho. Ese mes fue asesinado por militares el periodista Hugo Bust¨ªos. Dos jefes militares fueron luego juzgados y sentenciados por ese asesinato. Varios a?os despu¨¦s, el nombre del capit¨¢n Arturo sali¨® a la luz y Urresti se enfrentar¨¢ a una acusaci¨®n por el caso.
De acuerdo con lo que se sabe, Urresti no particip¨® en la ejecuci¨®n del asesinato. Pero resulta muy poco probable que no hubiera sabido casi de inmediato qui¨¦nes mataron a Bust¨ªos, bajo las ¨®rdenes de qui¨¦n.
De manera que, con la memoria como arma de m¨²ltiples filos, lo m¨¢s probable es que el principal enemigo del probable candidato gobiernista Urresti no resulte ser Alan Garc¨ªa ni Keiko Fujimori sino, avanzando lento desde la distancia de los a?os, el capit¨¢n Arturo con una cabeza por entregar.
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