¡°Yo tengo diez mansiones¡±
Macondo es muy real y los Buend¨ªa siguen sucedi¨¦ndose unos a otros
La frase pertenece a Beatriz Rojk¨¦s, Senadora argentina por Tucum¨¢n. Acompa?ada por la Ministra provincial de desarrollo social, Beatriz Mirkin, la Senadora se encontraba en el sur de la provincia, visitando zonas inundadas. A viva voz los afectados expresaban sus quejas a las funcionarias, aparentemente por la escasa ayuda recibida. El enfado de los damnificados crec¨ªa junto con el malhumor y la incomodidad de la Senadora. ¡°Ac¨¢ nos inundamos. Usted vive en una mansi¨®n all¨¢ [en la capital provincial], pero m¨ªrenos a nosotros¡±, le recrimin¨® un hombre.
La respuesta no se hizo esperar: ¡°Yo tengo diez mansiones, no una, pero estoy ac¨¢. Yo podr¨ªa estar ahora en mi mansi¨®n, pedazo de animal, vago de mi¨¦rcoles¡±, concluy¨® Rojk¨¦s. En youtube se hizo viral y hasta surgi¨® un hashtag, #YoTengoDiezMansiones.
La Senadora Rojk¨¦s es esposa del Gobernador de la provincia, Jos¨¦ Alperovich. La Ministra Mirkin es prima del Gobernador. Los Alperovich son miembros importantes del oficialismo a nivel nacional; la Senadora fue tercera en la l¨ªnea de sucesi¨®n. En el poder desde 2003, Alperovich reform¨® la constituci¨®n provincial para quedarse m¨¢s tiempo del estipulado, tres per¨ªodos consecutivos. Luego de rumores de otra reforma para permitir la reelecci¨®n indefinida, como sucedi¨® en otras provincias y como lo intent¨® la propia Fern¨¢ndez de Kirchner, la idea fue desechada. No sorprender¨ªa ahora que la candidata a la gobernaci¨®n sea su esposa. El poder y sus enroques; sus puertas giratorias, en realidad, porque el enroque solo ocurre una vez.
Pero Tucum¨¢n es m¨¢s que an¨¦cdota. Es un pr¨ªstino retrato de las formas patrimoniales de dominaci¨®n, comunes en Am¨¦rica Latina y otras latitudes, capaces de reproducirse tanto a nivel local como nacional. El di¨¢logo citado, que no fue di¨¢logo, revela ese microcosmos del patrimonialismo. Algunos ver¨¢n populismo en la escena, pero es un error. El populismo es una relaci¨®n de dominaci¨®n jer¨¢rquica, donde el poder tambi¨¦n circula de arriba hacia abajo, pero que est¨¢ envuelto en un lenguaje de horizontalidad de la relaciones sociales, el viejo mito de la igualdad.
En la escena tucumana no hay horizontalidad alguna, ni en las relaciones de poder ni en el discurso. Para la Senadora, no hay raz¨®n para ocultar que es m¨¢s rica de lo que el subalterno inundado supon¨ªa, diez veces m¨¢s rica. Es que all¨ª reside su legitimidad. Su presencia en esa regi¨®n no es por obligaci¨®n institucional sino por abnegaci¨®n, precisamente porque podr¨ªa estar en cualquiera de sus diez mansiones, todas con piso seco y techo firme. La Senadora pierde los estribos porque se ha metido en el barro con generosidad paternalista y el necesitado es incapaz de apreciarlo, le responde con ingratitud. Cuando el poder es tan asim¨¦trico, el pobre hasta puede perder su condici¨®n humana¡ª¡°pedazo de animal¡±¡ªsimplemente por ser ingrato.
Son los atributos de un orden pol¨ªtico que Juan Linz llam¨® ¡°sultanismo¡±. Con el Imperio Otomano como met¨¢fora y Max Weber como inspiraci¨®n, la noci¨®n describe un sistema de dominaci¨®n donde el l¨ªmite entre lo p¨²blico y lo privado es tan poroso que ambas esferas se fusionan. El sult¨¢n administra la cosa p¨²blica igual que como administra su plantaci¨®n, su hacienda¡o su concesionaria de autom¨®viles, como Alperovich. El Estado es la extensi¨®n de los dominios del sult¨¢n, de sus activos.
Como tal, el nepotismo se convierte en el principio organizador de la administraci¨®n de ese Estado por necesidad. El nepotismo existe en todo tipo de r¨¦gimen pol¨ªtico, pero en el sultanismo tiene otro valor estrat¨¦gico, es mucho m¨¢s que la pr¨¢ctica de repartir cargos entre parientes. Es el instrumento m¨¢s importante de dominaci¨®n, la garant¨ªa de concentraci¨®n endog¨¢mica del poder del Estado y de su reproducci¨®n en el tiempo, su perpetuaci¨®n. Las relaciones de parentesco naturalizan la discrecionalidad y la arbitrariedad del sult¨¢n.
El Estado de Derecho se debilita hasta esfumarse. La dominaci¨®n es personalista, se hace din¨¢stica, cuasi mon¨¢rquica, solo que no es una monarqu¨ªa constitucional sino absolutista. La noci¨®n de accountability¡ªel responder por la legalidad y legitimidad de los actos de gobierno¡ªes aqu¨ª ficticia. El sult¨¢n solo le rinde cuentas a Dios y ello no ocurre en la tierra.
En ese r¨¦gimen el poder desp¨®tico captura intereses e identidades, los transforma en rehenes de sus impredecibles caprichos. Lo hace por medio del clientelismo, la distribuci¨®n a discreci¨®n de premios y castigos. Las redes clientelares crecen, pero no como pol¨ªtica social de un Estado redistribuidor, sino como arbitraria manipulaci¨®n para beneficio del poder. La pobreza no necesariamente disminuye, o no se sabe porque no se mide, lo cual es com¨²n a estos reg¨ªmenes. Es que en realidad tampoco importa.
En esta brev¨ªsima historia, el lector encontrar¨¢ rasgos que van, en el espacio, de Trujillo a Marcos y de Ceau?escu a Stroessner y los Duvalier, por nombrar algunos ejemplos. Pero tambi¨¦n van, en el tiempo, de los Somoza a los Ortega, de Batista a los Castro y de Juan Vicente G¨®mez a Ch¨¢vez, tambi¨¦n como ilustraci¨®n. El sultanismo no ha muerto, est¨¢ vivo y goza de buena salud. Macondo es muy real y los Buend¨ªa siguen sucedi¨¦ndose unos a otros.
Son todos lugares donde el poder causa la peste del insomnio y la peste del olvido. Es esa amnesia que explica la repetici¨®n, porque las personas hasta olvidan leer su propia historia. Solo les queda esperar cien a?os para poder descifrar su propio destino. Hasta entonces, seguir¨¢n gobernadas por los propietarios de mansiones, los sultanes.
Twitter @hectorschamis
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