¡°Las mujeres jugamos un importante papel en la revoluci¨®n sandinista¡±
La primera mujer fotorreportera de Nicaragua presenta ¡°Insurrecci¨®n y revoluci¨®n¡±, obra que re¨²ne la memoria visual de un pa¨ªs que no se reconcilia con su pasado
A Margarita Montealegre, fot¨®grafa nicarag¨¹ense, le gusta mantener sus labios pintados de carm¨ªn. Es su s¨ªmbolo de identidad femenina, un sello personal que no abandona nunca, ni cuando en la convulsa Nicaragua de finales de los a?os setenta un grupo de jovenc¨ªsimos guerrilleros so?aba con botar la dictadura somocista y ella visitaba morgues para fotografiar los cad¨¢veres que nadie reclamaba; o m¨¢s tarde, cuando recorr¨ªa la h¨²meda selva nicarag¨¹ense, defendiendo la revoluci¨®n sandinista por la que luch¨®, pero tambi¨¦n fotografi¨¢ndola, dejando memoria gr¨¢fica de aquellos a?os de muerte, escasez, guerra, pero tambi¨¦n de ideales, compromiso y solidaridad.
Montealegre (Managua, 1956) es la primera mujer fotorreportera de Nicaragua, una testigo privilegiada de la historia pol¨ªtica de este crispado pa¨ªs. Por estos d¨ªas presenta su libro, Nicaragua, insurrecci¨®n y revoluci¨®n, designado ya como la memoria visual nicarag¨¹ense. Cuenta su trayectoria como reportera de guerra en el peque?o estudio de su casa, localizado en el capitalino barrio de Los Robles, una tarde de finales de marzo, cuando el term¨®metro marca 33 grados y gotas de sudor resbalan por el cuerpo de la entrevistada y por el del entrevistador. Es aqu¨ª donde hoy, tantas d¨¦cadas despu¨¦s, se especializa en otra rama de la fotograf¨ªa. "Trabajo para la BBC", dice riendo. Y luego aclara: "bodas, bautizos y comuniones". Carcajadas.
Esta historia comienza en la morgue, a finales de los a?os setenta. Montealegre hab¨ªa regresado de B¨¦lgica tras una temporada estudiando periodismo en aquel pa¨ªs. All¨¢ tuvo sus primeras nociones de fotograf¨ªa, pero su encuentro con la profesi¨®n se dio cuando entr¨® como pasante al diario La Prensa, de Managua, entonces fiero opositor del somocismo, varias veces censurado por el r¨¦gimen. En esa ¨¦poca ya colaboraba con el clandestino Frente Sandinista, la guerrilla que quer¨ªa derrocar a la dictadura. "Entr¨¦ a un mundo de machos. No, no te voy a decir que mis compa?eros eran hombres evolucionados, con un pensamiento abierto. Eran como unos pitufos necios, unos machitos sueltos. Te dec¨ªan: 'amor, ven¨ª, sentate aqu¨ª'. Te tocaban, te pasaban rosando el cuerpo. ?Era b¨¢rbaro! Pero decid¨ª que me iba a quedar y aprender", dice Montealegre.
Los primeros encargos estuvieron relacionados a la muerte, en un pa¨ªs donde la muerte se podr¨ªa encontrar en cualquier esquina: demasiados desaparecidos para una naci¨®n tan peque?a. Ella acompa?aba a un reportero a visitar la principal morgue de Managua y su trabajo consist¨ªa en esperar a que el forense abriera las fr¨ªas gavetas para fotografiar el rostro del difunto. Siendo una mujer bajita, deb¨ªa subirse en un banco, o una escalerilla, para poder hacer su trabajo. "El encuentro con la morgue fue dur¨ªsimo para m¨ª, era tan crudo. Nunca hab¨ªa lidiado con la muerte. Algunas de esas personas murieron por la represi¨®n y nadie los llegaba a reclamar, otros por la pobreza. ?Era fort¨ªsimo!", cuenta. Sus im¨¢genes aparec¨ªan en una secci¨®n llamada ?Lo conoce usted?, una macabra lista que jugaba un papel importante para los familiares de los muertos, pero tambi¨¦n para los guerrilleros: as¨ª sab¨ªan el destino de sus desparecidos o los n¨²meros de bajas urbanas. Montealegre se encargaba de estudiar los cuadernos del forense, para saber si hab¨ªa militares de la Guardia Nacional muertos, informaci¨®n clave para el Frente Sandinista, porque la propaganda oficial dec¨ªa que los militares no eran abatidos por la guerrilla.
Entr¨¦ a un mundo de machos. Mis compa?eros eran como unos pitufos necios, unos machitos sueltos
La joven fotorreportera supo darle la vuelta a las desventajas que supon¨ªa ser mujer en una profesi¨®n dominada por hombres, en un pa¨ªs cargado de machismo como Nicaragua: pod¨ªa entrar a las conferencias de prensa del r¨¦gimen en tiempos donde los periodistas de La Prensa eran vetados, y as¨ª fotografiar a los principales colaboradores del r¨¦gimen. "Tuve mis ventajas siendo mujer. Pod¨ªa entrar a algunos lugares de la Guardia Nacional. Us¨¦ esa ventaja, dije 'voy a aprovecharlo'", explica.
A finales de los setenta, cuando la llamada guerra de insurrecci¨®n llegaba a su ofensiva m¨¢s dura, Montealegre iba de trinchera en trinchera acompa?ando a los reporteros internacionales que documentaban para diarios de Estados Unidos, Europa o Am¨¦rica Latina los ¨²ltimos d¨ªas del somocismo. Cumpl¨ªa tambi¨¦n una funci¨®n importante: era una fot¨®grafa que documentaba lo que pasaba y distribu¨ªa im¨¢genes para los llamados comit¨¦s de solidaridad que a nivel internacional apoyaban al Frente Sandinista. Montealegre perdi¨® la mayor¨ªa de sus im¨¢genes, pero en las que conserva, y forman parte de su libro, se ve una que muestra a una joven y bell¨ªsima guerrillera vestida de verde olivo y botas militares, apoyando su fusil en una pierna y con un pa?uelo rojinegro, la bandera del Frente Sandinista, al cuello. La joven sonr¨ªe y posa para la c¨¢mara de Montealegre. Est¨¢ feliz: los guerrilleros hab¨ªan tomado Granada, la segunda ciudad en importancia de Nicaragua. En otra aparece un grupo de se?oras granadinas de clase media sonriendo y posando junto a un cami¨®n cargado de guerrilleros. Pero la que puede ser la imagen m¨¢s ic¨®nica de esa ¨¦poca es la de limosina del ¨²ltimo Somoza abandonada y desmantelada en una calle de Managua. El r¨¦gimen que durante m¨¢s de 40 a?os hab¨ªa gobernado al pa¨ªs ca¨ªa y sus l¨ªderes sal¨ªan del pa¨ªs en desbandada.
Los periodistas en aquella en ¨¦poca dejaron a un lado su imparcialidad, se involucraron de lleno en la revoluci¨®n. Fue su caso. "Hubo enamoramiento de la revoluci¨®n, lo ve¨ªamos un poco rom¨¢ntico. Los periodistas se enamoraron de un cambio despu¨¦s de una dictadura tan cruenta. Casi todos est¨¢bamos involucrados. La mayor parte ten¨ªamos mucha simpat¨ªa o con el Frente o con estar en contra la dictadura. Hab¨ªa gente que no estaba con el Frente, pero s¨ª apoyaba de alguna manera, te daba informaci¨®n", explica Montealegre.
Su compromiso con esa revoluci¨®n la llev¨® hasta las monta?as de Nicaragua, donde no solo defend¨ªa el pa¨ªs de la Contra, la guerrilla armada por Estados Unidos para derrocar el sandinismo, sino tambi¨¦n documentaba la guerra civil, la vida de los soldados, el d¨ªa a d¨ªa en un pa¨ªs que no se hab¨ªa convertido en la tierra de leche y miel que so?aban los guerrilleros, sino en un lugar de escasez y sangre. "Fui a tres diferentes batallones. En un momento dado anduve solo con hombres. Era duro. Caminar en la monta?a todos los d¨ªas, en una selva cerrada en la que no se ve la luz, donde todo es h¨²medo. Tratas de protegerte de las enfermedades, los ataques de la Contra. Fue fort¨ªsimo. Fue un cambio de disco para m¨ª. Caminas y pensas si puede haber una mina, si puede haber un ataque de la Contra. Yo sab¨ªa que si la Contra me tomaba viva era un flanco para las violaciones, como hicieron con muchas brigadistas. Fue muy dif¨ªcil. Pero tuve una experiencia de camarader¨ªa, de solidaridad de los compa?eros, de respeto", cuenta.
En ese duro contexto Montealegre guardaba un peque?o "lujo" para ella, a pesar de las cr¨ªticas de sus compa?eros: la fotorreportera siempre llevaba consigo su pintalabios. "Me pintaba los labios aunque estuviera en la monta?a m¨¢s cerrada. Necesitaba mi coqueter¨ªa. Dec¨ªa: d¨¦jame, no s¨¦ si voy a morir ma?ana, pero voy con mis labios pintados. Me gustaba tener las cosas que me identificaban como mujer", explica.
Es en este punto cuando Montealegre expresa su principal cr¨ªtica a la revoluci¨®n sandinista: el poco poder que dieron a las mujeres en la Nicaragua que pretend¨ªa ser un pa¨ªs nuevo, alejado de los vicios de m¨¢s de 40 a?os de dictadura. "Creo que las mujeres jugamos un papel important¨ªsimo en la revoluci¨®n y nos debieron haber dado mucho m¨¢s poder, pero no fue as¨ª. Las mujeres tenemos una forma diferente de ver las cosas, por la lucha que hemos librado para llegar hasta donde hemos llegado", dice. A ella le criticaban el hecho de fotografiar paisajes, guerrilleros enamorados, animales. Su libro es una visi¨®n diferente de la guerra. "Fui testigo de muchas muertes. Pero ahora que veo para atr¨¢s mis fotos, veo que me atra¨ªan mucho la risa, los ni?os, y el amor, porque dentro de todas las cosas negativas que ve¨ªas siempre hab¨ªan escenas de amor, de coqueteo, cosas muy lindas. Y quiero que los nicarag¨¹enses vean este libro as¨ª, como la visi¨®n diferente de una mujer", dice.
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