Al Shabab
Quiere decir ¡°los j¨®venes¡± y se trata de una fracci¨®n minoritaria y radicalizada al extremo de un grupo isl¨¢mico de Somalia
Al parecer, Al Shabab significa ¡°los j¨®venes¡± y se trata de una fracci¨®n minoritaria y radicalizada al extremo de la llamada Uni¨®n de Tribunales Isl¨¢micos, un conglomerado de organizaciones isl¨¢micas asentada en Somalia. Hace casi media d¨¦cada, el ej¨¦rcito de Etiop¨ªa entr¨® en Somalia con el af¨¢n de eliminar esos llamados Tribunales y el resultado fue el empoderamiento de Al Shabab, que no s¨®lo creci¨® como milicia yihadista enloquecida sino que en d¨ªas pasados dio un golpe de sangriento delirio en la Universidad de Garissa en Kenia, a 150 kil¨®metros de la frontera con Somalia. Debo a la notable labor period¨ªstica de Gemma Parellada el posible desciframiento del rompecabezas: los llamados j¨®venes yihadistas llegaron a la Universidad de madrugada, a¨²n no cantaban los almu¨¦danos en los minaretes de la ciudad mayoritariamente musulmana, y eliminaron de entrada a los dos guardias que custodiaban la entrada de la Universidad.
Durante las siguientes diecis¨¦is horas, los cinco o siete milicianos yihadistas se dedicaron a masacrar alumnos a mansalva y a quemarropa. Retuvieron a cuatrocientos de los ochocientos estudiantes que se hallaban en el plantel, y a m¨ª me parece que hay que escribir las cifras con letras y no s¨®lo poner los n¨²meros a falta de nombres y apellidos de todos y cada uno de los inocentes muertos que mor¨ªan tan s¨®lo por ser cristianos. Seg¨²n un periodista keniano llamado Ahmed Kossa, muchos de ellos murieron desangrados tras la primera lluvia de las balas y seg¨²n uno de los sobrevivientes de apellido Mwavita, algunos cayeron por haber murmurado un ¡°Jes¨²s s¨¢lvanos por favor¡± que fue escuchado por la encendida ira y desatada adrenalina de los terroristas, entre los cuales se sabe hoy que militaba un hijo de un alto funcionario del gobierno de Kenia.
Los muertos reciben congoja y p¨¦same variable seg¨²n el hemisferio de su desgracia o el color de su piel
A falta de biograf¨ªas o semblanzas que honren debidamente su memoria, los medios suman 80 heridos y 148 muertos, fotografiados en el patio ya sin vida, alineados bocabajo la mayor¨ªa, en una masacre que nos averg¨¹enza a todos, pues parece que los titulares del horror que merecen ocho columnas y marchas multitudinarias, trending topics en las redes, logotipos y esl¨®ganes pegajosos se han reservado para otro tipo de tragedias; al parecer, los muertos reciben congoja y p¨¦same variable seg¨²n el hemisferio de su desgracia o el color de su piel; al parecer, los criterios de los pol¨ªticamente correcto se han filtrado como una c¨®moda abulia de silencio de sobremesa y ya no tiene chispa subrayar el irracional sinsentido de que m¨¢s de un centenar de j¨®venes mueren por s¨®lo evidenciar su credo a manos de un pu?ado de confundidos j¨®venes que han optado por el terror que nada tiene que ver con el credo que profesan.
Las noticias que inundan a los diarios se han pintado como un complicado cubo de Rubick donde pocos lectores se preocupan por desenmara?ar los enrevesados lazos entre el odio, las creencias, los poderes del dinero y los enredos propios del poder mismo: al parecer, en no pocas geograf¨ªas, las t¨¢cticas de extermino de plagas criminales o n¨²cleos terroristas han generado semillas de nuevos y m¨¢s radicales grupos de asesinos que presumen en su nombre la posible clave de su savia. Es precisamente en los j¨®venes d¨®nde habr¨ªa que inocular una nueva definici¨®n de palabras que supuestamente se sab¨ªa de memoria la humanidad: discutir, por ejemplo, que Paz significa no la ¡°ausencia de guerra¡± de la que hablan incluso los militares condecorados, sino mejor definamos que la Paz es ¡°la callada aceptaci¨®n de todas las diferencias¡± y seguir en la necia creencia de que toda comunidad convive mejor sin m¨¢s armas que la palabra o los p¨¢rrafos, y foros o tribunas para su libre exposici¨®n y discusi¨®n, a contrapelo de la igualmente necia (y econ¨®micamente productiva) necedad de cuadricular toda forma de convivencia con la presencia constante del odio o las armas como recurso o alivio. En realidad, no s¨¦ qu¨¦ decir, pero quer¨ªa decir algo para apuntalar mejor el silencio con el que quiero honrar a todos, cualesquier, muertos sin importar el credo que profesaban y la geograf¨ªa que pensaban poblar en el an¨®nimo amanecer de su ¨²ltimo d¨ªa con vida.
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