La mujer m¨¢s audaz de Bruselas
La comisaria de Competencia Margrethe Vestager inspir¨® a la protagonista de la serie danesa ¡®Borgen¡¯ y ha planteado batalla a EE UU (Google) y Rusia (Gazprom)
La voz m¨¢s poderosa de Bruselas suele entretenerse tejiendo elefantes en las reuniones. A su sucesor en el Gobierno dan¨¦s le regal¨® un ejemplar colorido con un mensaje chocante, que parece sacado de una pel¨ªcula de Lars Von Trier: ¡°He tejido esto para ti. Es un elefante. Los elefantes son sociables; son animales perspicaces. Viven en comunidad y ¡ªtengo que decirlo¡ª en sociedades matriarcales. No tienen rencor, pero s¨ª buena memoria¡±. La comisaria europea de Competencia, la liberal Margrethe Vestager (Copenhague, 1962), es una de las figuras m¨¢s pujantes de la capital europea. Hija de pastores luteranos, con menos de 30 a?os fue ministra de Educaci¨®n y Relaciones con la Iglesia: se convirti¨®, en la pr¨¢ctica, en la jefa de sus padres. Metida en pol¨ªtica desde los 21, su indudable atractivo cautiv¨® a los creadores de la serie Borgen ¡ªuna especie de El ala oeste de la Casa Blanca en formato n¨®rdico¡ª, cuya protagonista est¨¢ inspirada en Vestager. En su trayectoria van y vienen los elefantes: en las dos ¨²ltimas semanas, m¨¢s que tejerlos, ha cazado dos, con la apertura de tit¨¢nicas batallas legales contra Google y Gazprom. Vestager contra el ep¨ªtome de la revoluci¨®n tecnol¨®gica estadounidense, Google; Vestager contra el gigante paraestatal ruso Gazprom.
No es f¨¢cil saber qui¨¦n es de veras Margrethe Vestager. Marcada por la educaci¨®n religiosa de sus padres, se sabe que prefiere la bici al coche oficial. Est¨¢ loca por Twitter. Es feminista, estilosa, cosmopolita, abierta, comunicativa. Su bisabuelo fund¨® el partido que ha liderado hasta hace bien poco, llamado por azares del destino Izquierda Radical, aunque es cualquier cosa menos de izquierdas y radical: quiz¨¢ pueda encasillarse como socioliberal n¨®rdico (si es que eso significa algo); en el Parlamento Europeo se alinea en el grupo liberal. Estudi¨® econom¨ªa y al acabar entr¨® como funcionaria en el Ministerio de Finanzas. Y, tras una fulgurante carrera, en su ¨²ltima etapa en Dinamarca capitane¨® las carteras de Econom¨ªa e Interior ¡ªas¨ª conoci¨® al presidente de la Comisi¨®n, Jean-Claude Juncker: en los Ecofines, las reuniones de ministros de Econom¨ªa¡ª, y fue viceprimera ministra en un gobierno de coalici¨®n. Est¨¢ ¡°felizmente casada¡±, seg¨²n suele repetir, con un profesor de matem¨¢ticas y filosof¨ªa, y tiene tres hijos. Habla ingl¨¦s al menos tan bien como Yanis Varoufakis, ese ministro griego con aires de personaje de Shakespeare. Y es asombrosamente pr¨®xima. ¡°Cu¨¦ntenme qui¨¦nes son ustedes: no d¨®nde trabajan ni para qui¨¦n, sino qu¨¦ tal est¨¢n en Bruselas, qu¨¦ quieren hacer con su vida¡±, espetaba hace unas semanas a un grupo de sorprendidos corresponsales para abrir fuego en una cena informal. ¡°Tiene fama de dama de hierro, pero a la vez es pr¨®xima, amable y extremadamente educada¡±, dice de ella un estrecho colaborador.
Ha llevado nuevos aires a su cartera, con una versi¨®n menos politizada que la de su predecesor, Joaqu¨ªn Almunia
Tampoco es sencillo saber qu¨¦ piensa. Entre el ej¨¦rcito de lobistas bruselenses ¡ªvalga la redundancia¡ª que la han perseguido en estos ¨²ltimos seis meses hay dos versiones del vestagerismo. Hay quienes creen que es una mujer obsesionada con las reglas, dogm¨¢tica, defensora a ultranza de la transparencia, con una desmedida confianza en s¨ª misma. Otros, y estos son cada vez m¨¢s numerosos, destacan su irreverencia, su pragmatismo, su estilo claro y directo, su sentido del humor, los nuevos aires que ha llevado de Competencia con una versi¨®n menos politizada que la que ofrec¨ªa su predecesor, Joaqu¨ªn Almunia. No es f¨¢cil encasillar a Vestager. Cuando estaba en el Gobierno dan¨¦s defendi¨® con u?as y dientes limitar las prestaciones por desempleo y las pensiones. La coalici¨®n de Gobierno se tambale¨® por esas medidas, pero Vestager no pesta?e¨®: ¡°As¨ª es como funciona este negocio¡±, dijo. Se ha opuesto con fiereza a la tasa de transacciones financieras, con el controvertido argumento que suele usar la City: ¡°Costar¨ªa a Europa centenares de miles de empleos¡±. Y solo una an¨¦cdota m¨¢s: en lo m¨¢s duro de la crisis dio una conferencia en la Universidad de Copenhague de la mano del alem¨¢n Wolfgang Sch?uble. Uno de los asistentes le recrimin¨® que las recetas que defend¨ªan tanto Vestager como Sch?uble para Grecia y para el conjunto de la eurozona son exactamente las contrarias de las que ofrecen los libros de texto y los manuales de historia econ¨®mica. Corr¨ªa el a?o 2012: la sobredosis de recortes, tal como predijo aquel tipo, se le ha atragantado a la crisis europea. Respuesta de Vestager: ¡°Cambien los libros de texto. Deber¨ªan ustedes cambiar esos manuales¡±.
A su llegada a Bruselas pidi¨® un tiempo para dominar los dosieres m¨¢s controvertidos en Competencia. No tard¨® demasiado, quiz¨¢ porque nunca ha olvidado el lema del Parlamento dan¨¦s (¡°hazte o¨ªr en lo que haces mientras lo hagas¡±). Almunia busc¨® hasta tres veces un acuerdo con Google que no funcion¨®; Vestager ha limitado la ambici¨®n del caso, pero ha abierto un pliego de cargos (el primer paso hacia una multa) en una jugada arriesgada que ha levantado ampollas en Washington. Con Gazprom, Almunia nunca consigui¨® la luz verde geopol¨ªtica que Vestager ha logrado a las primeras de cambio.
Fuentes europeas apuntan que el tempo de esas dos decisiones, tomadas con una semana de diferencia, no es casualidad: ¡°Unos la acusar¨¢n de antirrusa y otros de antiamericana; esas dos acusaciones se neutralizan¡±. Le queda una tercera flecha: los acuerdos fiscales en varios pa¨ªses con multinacionales, que permiten a las grandes firmas pagar impuestos donde les conviene con tipos efectivos mis¨¦rrimos. Se trata de un asunto con gran enjundia pol¨ªtica: afecta a su jefe, Juncker, que fue primer ministro de Luxemburgo cuando su pa¨ªs firm¨® m¨¢s de 300 acuerdos de ese tipo con firmas como Disney, Ikea o Pepsi. Tanto con Google como con Gazprom o los acuerdos fiscales, el relato de Vestager en la sala de prensa es invariable: ¡°No es un caso pol¨ªtico¡±; ¡°las reglas deben ser iguales para todos¡±; ¡°no creo en las teor¨ªas de la conspiraci¨®n¡±.
M¨¢s all¨¢ de los convulsos ¨²ltimos d¨ªas, Vestager tiene que disipar a¨²n las dudas de quienes temen que Competencia deje a un lado la doctrina liberal de los ¨²ltimos tiempos y apoye a los campeones europeos (con decisiones favorables a las fusiones en el sector de las telecomunicaciones, por ejemplo) por imperativo pol¨ªtico. Su equipo cierra filas ¡ª¡°Hechos y pruebas. Argumentos de unos y otros. Vestager no quiere o¨ªr hablar de nada m¨¢s¡±¡ª y destaca su arrojo: tras la apertura de cargos contra Google se march¨® de inmediato a EE UU, buscando pelea. Se vio con una influyente asociaci¨®n de abogados en Washington. Y pas¨® por una iglesia de Brooklyn, Nueva York: all¨ª dej¨® un regalo para una subasta ben¨¦fica. El precio inicial de la puja era de 200 d¨®lares; va por 2.800.
Ese regalo es un animalillo perspicaz, matriarcal y memorioso. S¨ª: un elefante. Tejido por la mano m¨¢s poderosa de Bruselas.
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