Los campus de Estados Unidos acotan la libertad de expresi¨®n
Los estudiantes universitarios rechazan cada vez m¨¢s a oradores pol¨¦micos
El rapero Big Sean se ha convertido en el ¨²ltimo orador de una universidad que se enfrenta a la censura de los estudiantes. Los alumnos de Princeton han pedido el boicot contra su discurso en una de las ceremonias de graduaci¨®n que se repiten por todo Estados Unidos a lo largo de esta semana. Big Sean puede quedarse sin su oportunidad en Princeton como antes se cerraron las puertas de Brandeis a la activista somal¨ª Ayaan Hirsi Ali, las de Rutgers a la ex secretaria de Estado Condoleezza Rice, rechazada por su papel en la guerra de Irak, y las de Smith College a la directora del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, por las pol¨ªticas de la organizaci¨®n a las econom¨ªas m¨¢s pobres.
Tehila Wenger fue una de las estudiantes que protest¨® en el diario universitario The Daily Princetonian contra la elecci¨®n de Big Sean. ¡°Me sent¨ª decepcionada por la decisi¨®n de Princeton y enfadada porque los d¨®lares de mi matr¨ªcula patrocinen una actuaci¨®n que como m¨ªnimo normaliza y como m¨¢ximo celebra la misoginia y la homofobia¡±. Wenger denunci¨® que el rapero retrata a las mujeres en sus canciones como ¡°putas¡± y su importancia depende de si se han acostado o no con ¨¦l, ¡°como todas las mujeres de las que habla¡±.
El llamamiento al boicot de Big Sean en Princeton ha reabierto el debate sobre hasta qu¨¦ punto los estudiantes pueden rechazar a un orador, sin pisar la raya que separa la censura de la libertad de expresi¨®n, y cu¨¢l es el papel que deben jugar las universidades. ?stas son las instituciones que marcan el ritmo intelectual del pa¨ªs, pero en los ¨²ltimos a?os se han visto acusadas de ceder ante las exigencias de los estudiantes, limitando su exposici¨®n a opiniones opuestas.
Desde 1987 se han retirado 145 oradores en EE UU, pero m¨¢s de 100 casos han ocurrido en los ¨²ltimos cinco a?os
La Fundaci¨®n para los Derechos Individuales en la Educaci¨®n (FIRE, por sus siglas en ingl¨¦s) denunci¨® en 2014 que el 59% de las instituciones universitarias cuenta con normas que violan la libertad de expresi¨®n. Otro 35% ¡°regula en exceso¡± este derecho. Ese abuso de regulaci¨®n justifica el aumento de la censura a oradores por presi¨®n estudiantil: desde 1987 se han retirado 145 oradores en EE UU, pero m¨¢s de 100 casos han ocurrido solo en los ¨²ltimos cinco a?os.
Ruth Simmons, expresidenta de la Universidad de Brown y primera afroamericana en liderar una instituci¨®n de la Ivy League, sustituy¨® a Lagarde en Smith College el a?o pasado. ¡°Nuestras voces se ven reforzadas cuando nos enfrentamos a opiniones contrarias¡±, dijo al recordar que en su etapa universitaria presion¨® para que mantuvieran a un orador ¡°cuyas afirmaciones eran tan peligrosas como profundamente ofensivas¡±. El elegido entonces defend¨ªa que los afroamericanos hubieran estado mejor si no hubieran abolido la esclavitud, pero de no haberle escuchado, Simmons afirma que ¡°hubiera elegido mi comodidad por encima de una libertad cuyo valor es tan grande que evitar ese discurso hubiera significado pagar un precio demasiado alto¡±.
El debate sobre la falta de libertad de expresi¨®n en nombre de la ¡®comodidad¡¯ de los alumnos ha llegado a los pasillos de las universidades, donde los esc¨¢ndalos recientes por la incidencia de abusos sexuales entre estudiantes ha inspirado la creaci¨®n de ¡°espacios seguros¡±. Mientras una v¨ªctima detalla su experiencia en el auditorio para reivindicar m¨¢s protecciones, el aula contigua ofrece un refugio ante palabras o posturas que puedan resultar ofensivas o traum¨¢ticas para otros.
Nuestras voces se ven reforzadas cuando nos enfrentamos a opiniones contrarias¡± Ruth Simmons, primera afroamericana en presidir un centro de la Ivy League
¡°Los espacios seguros son una expresi¨®n de la idea, cada vez m¨¢s prevaleciente entre los universitarios, de que las escuelas deber¨ªan prevenir que sean ¡®bombardeados¡¯ con puntos de vista inc¨®modos o inquietantes¡±, explic¨® Judith Shulevitz en una tribuna para The New York Times. Seg¨²n la escritora, esos espacios son el equivalente a las notas que algunos profesores incluyen en los programas de sus asignaturas para avisar del contenido de los libros que deben leer los alumnos.
En el nombre de esa protecci¨®n, sin embargo, las universidades que ceden ante las peticiones de los alumnos podr¨ªan estar recortando libertades. ¡°Las universidades tienen una obligaci¨®n especial de proteger la libertad de expresi¨®n, el espacio para la conversaci¨®n y el valor de la protesta¡±, dijo Simmons el a?o pasado. ¡°El choque de opiniones e ideolog¨ªas forma parte del ADN de las instituciones acad¨¦micas¡±.
¡°Los esfuerzos para garantizar la seguridad y la comodidad de los alumnos -reconocidos por su valor econ¨®mico como clientes que necesitan ser satisfechos- est¨¢n subyugando el lenguaje y el pensamiento en favor de sus propios fines¡±, denunci¨® Joan Scott, profesora de historia de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, en un discurso titulado ¡®La nueva polic¨ªa del pensamiento¡¯ y publicado por la revista The Nation.
Scott recuerda que, adem¨¢s de la censura a los oradores, en EE UU tambi¨¦n ha habido profesores como Angela Davis, miembro del Partido Comunista que perdi¨® su puesto en la Universidad de California por sus declaraciones en una manifestaci¨®n en 1970. En los ¨²ltimos a?os han sido secretarios de Estado norteamericanos, directores de organismos internacionales, escritores y activistas los que han cedido su lugar a acad¨¦micos, empresarios y artistas cuyas voces est¨¢n lejos de ofender a los estudiantes y no empa?an ni su fiesta ni el nombre de la Universidad.
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