No es un problema de colesterol
El funcionario asume que su sueldo es bajo porque tiene otras compensaciones
Ning¨²n pol¨ªtico se ve en el espejo por las ma?anas y espeta un ¡°carajo, qu¨¦ corrupto soy¡±. No importa si ha hurtado 10 pesos o 10 millones de d¨®lares, est¨¢ absolutamente convencido de que cualquier otro en su lugar habr¨ªa robado cinco veces m¨¢s. Alguna vez escuch¨¦ a un gobernador criticar indignado a un pol¨ªtico por su deshonestidad; lo consideraba un atascado. Por alguna raz¨®n el mandatario asum¨ªa que el opulento rancho de su propiedad en el que nos encontr¨¢bamos no calificaba como un exceso, a pesar de que nunca podr¨ªa haberlo justificado con la suma de los sueldos de toda su trayectoria como funcionario p¨²blico.
Es que los pol¨ªticos tienen que construirse una narrativa que les permita besar a su madre o reconvenir a sus hijos por un mal comportamiento. Algo que les permita creer que, en el fondo, son personas decentes. Los funcionarios p¨²blicos est¨¢n convencidos de que son m¨¢s trabajadores que el com¨²n de los mortales y de que est¨¢n sometidos a una presi¨®n desproporcionada en comparaci¨®n con la remuneraci¨®n que reciben oficialmente. Cargan sobre sus hombros responsabilidades que no guardan relaci¨®n con el exiguo salario que devengan.
Los pol¨ªticos cargan sobre sus hombros responsabilidades que no guardan relaci¨®n con el exiguo salario que devengan
Justamente es el principio sobre el que se asienta la narrativa que justificar¨ªa la corrupci¨®n. M¨¢s a¨²n, el empleado p¨²blico asume que se trata de un valor entendido: su sueldo es bajo porque tiene acceso a otras compensaciones discrecionales que mejoran sus prestaciones. Compensaciones que no contempla la ley pero que el uso reiterado ha convertido en costumbre. Como los polic¨ªas de tr¨¢nsito que sol¨ªan ganar tres pesos (es un decir) porque el resto de sus ingresos los obtendr¨ªan a trav¨¦s de las mordidas a los conductores. En la mente del funcionario la l¨®gica se invierte: no es que robe porque su sueldo es bajo sino al rev¨¦s, su sueldo es bajo porque se asume que los ingresos est¨¢n en otro lado. Algo as¨ª como el mesero con sueldo base min¨²sculo porque se da por descontado que vivir¨¢ de las propinas de los comensales.
Una segunda fuente de legitimaci¨®n tiene que ver con la naturaleza de la pol¨ªtica. Se trata, afirman ellos, de una carrera azarosa, por no decir traicionera. El diputado, el alcalde, el gobernador o el responsable de una instituci¨®n p¨²blica, muchas veces termina con una jubilaci¨®n prematura forzada por sus enemigos. En ocasiones, en el exilio. Y con mucha frecuencia, por motivos que ni siquiera tienen que ver con su desempe?o sino con el de su jefe. Esto significa que el pol¨ªtico debe acumular recursos hoy para prevenir las miserias de ma?ana. Entre otras razones a esto se refer¨ªa el famoso ministro Hank Gonz¨¢lez con su c¨¦lebre frase ¡°un pol¨ªtico pobre es un pobre pol¨ªtico¡±. El problema, claro, es que muchos se han tomado a pecho eso de acumular para las vacas flacas y ya han asegurado el patrimonio de su descendencia hasta la tercera generaci¨®n.
Un tercer argumento es m¨¢s sist¨¦mico. Se asume que las comisiones, el 10%, la compensaci¨®n por gestor¨ªa, etc¨¦tera, no es sino la versi¨®n tropical del famoso cabildeo que existe en los pa¨ªses del norte. Un lubricante para que los negocios se agilicen y los proyectos encuentren su curso en la mara?a de tr¨¢mites. En esa modalidad, el corrupto se ve como un gestor que se gana cabalmente una gratificaci¨®n.
La corrupci¨®n tiene incluso su c¨®digo de ¨¦tica. El problema no es quedarse con una comisi¨®n por licitar una carretera; el funcionario asume que ha metido tiempo, relaciones personales y esfuerzos para promoverla y sacarla adelante. El problema es cuando para ganar unos pesos se acepta una carretera con materiales infames o, de plano, cuando se construye una autopista que no se necesitaba. O sea, entre los corruptos hay distintas categor¨ªas morales. Seg¨²n esta tesis, el agente de tr¨¢nsito que nos detiene por pasarnos un auto y sugiere un ¡°arreglo¡±, en realidad est¨¢ cobrando la multa in situ y sin necesidad de ir a una oficina p¨²blica a hacer un engorroso tr¨¢mite. Ofrece un servicio al usuario y al mismo tiempo lo disuade de seguir cometiendo la infracci¨®n. Y m¨¢s importante, con la mordida el ayuntamiento se est¨¢ ahorrando sueldos que no puede pagar. Un sistema virtuoso, seg¨²n esta l¨®gica. El problema es cuando el sistema ¡°se corrompe¡± y el agente de tr¨¢nsito comienza a inventar un delito que el conductor no cometi¨®.
Un profesional de la real politik lo expres¨® de la siguiente manera: ¡°Que un gobernador haga su guardadito de 10 millones de d¨®lares no afecta a nadie, es una minucia para las finanzas estatales, lo importante es que haga la obra p¨²blica que se necesita¡±. Desde luego, se trata de un funcionario enriquecido que gracias a ese argumento duerme a pierna suelta por las noches.
Para nuestra desgracia no s¨®lo es el gobernador quien hace su guardadito; tambi¨¦n los otros 15.000 funcionarios de su Gobierno. Todos ellos muy decentes personas. Y a la postre la suma constituye un enorme e ineficiente desfalco. Peor a¨²n, para financiarlo se termina inflando la obra p¨²blica, desviando fondos, construyendo escuelas con materiales de segunda e inventando carreteras encarecidas que no se necesitan. La corrupci¨®n no es como el colesterol, uno bueno y otro malo. Desmontar el discurso que han armado tomar¨¢ mucho tiempo y el primer paso consiste en entender lo que ve el pol¨ªtico cuando se ve al espejo.
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