Saud bin Faisal, decano de la diplomacia mundial
La muerte del ministro de Exteriores saud¨ª durante 40 a?os es el fin de una era
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La familia real saud¨ª anunci¨® el pasado jueves la muerte del pr¨ªncipe Saud bin Faisal, uno de los rostros m¨¢s conocidos de Arabia Saud¨ª tras haber sido durante cuatro d¨¦cadas su ministro de Asuntos Exteriores, un r¨¦cord mundial. Aquejado de graves problemas de espalda, hab¨ªa dejado ese cargo a finales de abril y se encontraba en Estados Unidos recibiendo tratamiento m¨¦dico. Ten¨ªa 75 a?os.
Educado en Suiza y Estados Unidos (estudi¨® econom¨ªa en Princeton), el pr¨ªncipe Saud se hizo cargo de la diplomacia saud¨ª en octubre de 1975, unos meses despu¨¦s del asesinato de su padre, Faisal, el tercer monarca del reino. Con anterioridad hab¨ªa sido viceministro de Petr¨®leo. Desde entonces, sirvi¨® bajo cuatro reyes, ya que a pesar de su estado de salud el rey Salm¨¢n le renov¨® en el cargo a principios de este a?o.
De hecho, tuvo que jurar dos meses despu¨¦s de la llegada al trono del nuevo rey porque estaba en Estados Unidos, convaleciente de su ¨²ltima operaci¨®n de espalda, cuando muri¨® Abdal¨¢ y se produjo el relevo. Poco despu¨¦s se le vio apoy¨¢ndose sobre un andador durante la visita a Riad del secretario de Estado norteamericano, John Kerry. ¡°No s¨®lo ha sido el ministro de Exteriores que m¨¢s largo tiempo ha estado en el cargo, sino tambi¨¦n uno de los m¨¢s competentes¡±, declar¨® Kerry al conocer su muerte.
El pr¨ªncipe Saud contribuy¨® a definir las respuestas del Reino del Desierto a las numerosas crisis y desaf¨ªos de Oriente Pr¨®ximo. Reci¨¦n llegado al cargo tuvo que hacer frente a la guerra civil en L¨ªbano (1975-1990), en cuyo final medi¨® personalmente. Luego vinieron la guerra entre Irak e Ir¨¢n; las intifadas palestinas de 1987 y 2000; los ataques del 11-S contra Nueva York y el Pent¨¢gono, que pusieron a prueba la relaci¨®n con Washington (15 de los 19 secuestradores eran saud¨ªes); las dos guerras de Estados Unidos contra el Irak de Sadam Husein, y m¨¢s recientemente las revueltas ¨¢rabes que han cambiado el mapa pol¨ªtico de la regi¨®n.
Durante los conflictos anteriores utiliz¨® con eficacia una mezcla de petrod¨®lares, influencia religiosa y relaciones personales con los principales l¨ªderes pol¨ªticos de la zona. Sin embargo, en los ¨²ltimos tiempos su diplomacia silenciosa y su apuesta sin fisuras por las relaciones con EEUU empezaban a ser cuestionadas por una nueva generaci¨®n de pr¨ªncipes irritados ante la pasividad de Washington en Siria, su actitud hacia Egipto y el acercamiento a Ir¨¢n. A pesar de pertenecer a la rama m¨¢s liberal de los Al Saud, los sectores cr¨ªticos le achacaban no haber nombrado nunca a una mujer, a un chi¨ª o a un negro para un puesto diplom¨¢tico. Sus modales exquisitos y su educaci¨®n occidental tampoco hicieron mella en su firme defensa del controvertido sistema judicial saud¨ª y su implacable aplicaci¨®n de la Shar¨ªa. ¡°No vamos a cambiar la ley isl¨¢mica¡±, asegur¨® durante una entrevista con este diario hace algunos a?os.
Debido a su larga carrera, su muerte marca el fin de una era. De hecho, su relevo coincidi¨® con un nuevo enfoque en las relaciones regionales ejemplificado por la intervenci¨®n militar en Yemen.
Saud tuvo tres hijos y tres hijas de una sola esposa, Jawhara Bint Abdal¨¢ bin Abdulrahman. Una de sus hijas est¨¢ casada con el pr¨ªncipe Sult¨¢n bin Salm¨¢n, un hijo del rey Salm¨¢n. Adem¨¢s, le sobreviven varios hermanos, entre ellos el pr¨ªncipe Jaled, actual gobernador de La Meca; el pr¨ªncipe Turki, antiguo jefe de los servicios secretos que ahora dirige un centro de estudios pol¨ªticos, y la princesa Lula, una de las mujeres m¨¢s visibles de la familia real saud¨ª y supervisora de la Universidad Effat, el primer centro universitario femenino del reino.
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