Cecil o los l¨ªmites de la caza deportiva
Walter Palmer dice que cre¨ªa que la caza era legal, pero tiene antecedentes de caza furtiva
La actriz Mia Farrow tuite¨® a sus m¨¢s de 600.000 seguidores la direcci¨®n de la casa del estadounidense que ha admitido ser el responsable de la lenta muerte del popular le¨®n de Zimbabue Cecil, Walter Palmer. Para evitar que la acusaran de azuzar a una turba contra el cazador de Minessota, seg¨²n destacaron medios norteamericanos, borr¨® r¨¢pidamente el tuit y lo sustituy¨® por otro con los datos de la cl¨ªnica dental que regenta, algo que tambi¨¦n hicieron miles de internautas nada m¨¢s confirmarse la identidad del cazador. Muchos de ellos le desearon por las mismas redes sociales una larga estancia en el infierno ¡°sufriendo una endodoncia eterna¡±, como dijo un internauta en Yelp. En su popular late night, Jimmy Kimmel dedic¨® uno de sus mon¨®logos a Cecil y al ¡°hombre m¨¢s odiado de Am¨¦rica¡±, un ¡°dentista hijo de¡ que se ha cargado como la mitad del Arca de No¨¦¡± y que tiene, record¨® el humorista en tono muy serio, antecedentes por caza ilegal de otros animales.
La indignaci¨®n popular por la muerte del famoso -y protegido- le¨®n no para de crecer, multiplicada por las redes sociales. Y con ella, el cuestionamiento a una pr¨¢ctica que algunos llaman deporte y otros consideran una pura demostraci¨®n de ego machista -aunque tampoco escasean las mujeres que posan con leones, jirafas u osos abatidos- y de ostentaci¨®n de riqueza.
Una discusi¨®n que, por cierto, no es nueva. Ni en EE UU ni en Europa, donde el accidente del Rey Juan Carlos durante un safari para cazar elefantes en Botsuana en 2012 tambi¨¦n encendi¨® pol¨¦mica.
En el fondo est¨¢ la cuesti¨®n de si la caza de animales salvajes, especialmente de especies protegidas o amenazadas, por deporte o para hacerse con trofeos, ayuda de alguna forma a la conservaci¨®n de la naturaleza, como argumentan sus defensores. O si, por el contrario, eso no es m¨¢s que una excusa para una actividad ¡°b¨¢rbara en manos de las ¨¦lites ultra ricas¡±, como lo calific¨® la congresista dem¨®crata por Minnesota -donde vive Palmer- Betty McCollum.
Los defensores de lo que consideran un deporte leg¨ªtimo alegan que las altas sumas que pagan estos safaris -los 50.000 d¨®lares que presuntamente pag¨® Palmer no son una cifra exagerada en este entorno- revierten directamente en los esfuerzos conservacionistas de los pa¨ªses y en las comunidades locales.
Tan solo en Sud¨¢frica, uno de los cuatro pa¨ªses del continente africano que actualmente permiten la caza por trofeos, junto con Zimbabue, Namibia y Tanzania, esta industria proporciona cada a?o unos 500 millones de d¨®lares. As¨ª lo recordaba hace solo una semana la ministra sudafricana de Medio Ambiente, Edna Molewa, quien afirm¨® que esta industria ¡°es una fuente de un muy necesitado intercambio extranjero, de creaci¨®n de empleo, desarrollo de comunidades y de inspiraci¨®n social¡±.
Estas cifras no reflejan la realidad, rebate Jeffrey Flocken, de la organizaci¨®n International Fund for Animal Welfare. Seg¨²n Flocken, ¡°normalmente solo entre el 3 y el 5 % del dinero de esas cazas extravagantes acaba en las comunidades locales. El resto puede ir a diversos sitios, desde los gobiernos nacionales a marcas de lujo extranjeras¡±.
La red ecologista TRAFFIC advert¨ªa ya en 2006, en un estudio sobre el impacto de la caza deportiva en la regi¨®n de ?frica del Sur, de los peligros de esta pr¨¢ctica en pa¨ªses con altos niveles de corrupci¨®n.
¡°Aunque la caza deportiva tiene el potencial de recaudar significativas sumas de ingresos for¨¢neos para un pa¨ªs, al igual que cualquier cosa que involucra dinero esta industria puede ser objeto de abusos, corrupci¨®n y mala gesti¨®n¡±, se?alaba el informe. En ?frica, donde los bajos salarios pagados al personal encargado del cuidado de las especies salvajes y la falta de una supervisi¨®n transparente ¡°exacerban esta vulnerabilidad¡±, alertaba.
Esto es lo que parece haber sucedido en el caso de Cecil y su cazador estadounidense, que asegura que cre¨ªa que la caza del le¨®n era ¡°legal¡±. Dos de los hombres que contrat¨® para su malogrado safari, responden ya ante la justicia de Zimbabue, pa¨ªs que quiere pedir la extradici¨®n de Palmer. Una demanda muy popular tambi¨¦n en EE UU, donde algunos albergan la esperanza de que, la pr¨®xima vez que ¨¦l u otro cazador de trofeos tenga ganas de disparar contra un animal, lo har¨¢n con una c¨¢mara de fotos en vez de un arma.
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