S¨¦rgio Moro, el justiciero de Brasil

Brasil tiene su justiciero, una figura a quien llamar ¡°h¨¦roe nacional¡±. Se llama S¨¦rgio Moro, el juez federal de 43 a?os que comanda la operaci¨®n Lava Jato, que hace temblar al mundo pol¨ªtico. Su nombre estaba impreso en miles de camisetas y carteles el pasado domingo en las manifestaciones contra el Gobierno de Dilma Rousseff (PT). El cartel que llevaba Ana Maria Iten, que protest¨® en la Avenida Paulista de S?o Paulo, resum¨ªa el ambiente en todo el pa¨ªs: ¡°Viva Moro, Fuera Dilma, Fuera PT¡±.

Desde su despacho en Curitiba, capital del Estado de Paran¨¢, Moro investiga una trama corrupta de sobornos y lavado de dinero ¡ªsu principal especialidad¡ª que sac¨® a la luz los desv¨ªos en Petrobras. Pero el foco ya no est¨¢ solo en la petrolera p¨²blica. Las investigaciones incluyen otros organismos, ministerios y empresas p¨²blicas.

La trama Lava Jato es imprevisible. Nadie sabe qu¨¦ ocurrir¨¢ ma?ana. Se parece cada vez m¨¢s a la operaci¨®n Manos Limpias de Italia, principal inspiraci¨®n de Moro para su trabajo. Los pactos pol¨ªticos en Brasilia parecen no ser tan decisivos ante su decisi¨®n de llevar a cabo una limpieza en el pa¨ªs. Uno piensa que las investigaciones pueden llegar hasta la puerta de su casa en cualquier momento. Nadie est¨¢ protegido.

Ese es su encanto. En un pa¨ªs acostumbrado a una corrupci¨®n end¨¦mica y a la impunidad de los poderosos, Moro parece personificar la figura del Brasil que todos desean: serio, honesto e intolerante ante la corrupci¨®n. Poco se sabe sobre su vida personal, aparte de que est¨¢ casado, tiene dos hijos, le encanta el ciclismo y es experto en cr¨ªmenes financieros, con un doctorado en Filosof¨ªa por la Universidad de Harvard. Quienes le conocen suelen utilizar adjetivos como ¡°valiente¡±, ¡°severo¡± y ¡°activo¡±.

Muchos tab¨²es nacionales se han roto con el caso Lava Jato, pero quiz¨¢ el principal ha sido que, por primera vez, decenas de miembros del establishment empresarial fueron a la c¨¢rcel, entre ellos, Marcelo Odebrecht, ejecutivo de la mayor constructora del pa¨ªs desde la dictadura militar. Aun as¨ª, esta valent¨ªa ante los corruptos est¨¢ lejos de ser un¨¢nime. Los abogados defensores acusan a Moro de ser demasiado estricto a la hora de decretar la prisi¨®n de los involucrados. Muchos expertos reprochan, adem¨¢s, la figura de la delaci¨®n premiada (acuerdo por el que se obtiene una reducci¨®n de la condena o el perd¨®n judicial a cambio de confesi¨®n o informaci¨®n), para ellos un m¨¦todo de coerci¨®n para que los involucrados colaboren con la justicia. Miembros del PT, sus electores y hasta el pol¨¦mico Eduardo Cunha ¡ªpresidente de la C¨¢mara y se?alado por un delator de recibir cinco millones de d¨®lares en sobornos¡ª acusan a Moro de comandar un espect¨¢culo ¡ªun populismo jur¨ªdico¡ª con la intenci¨®n de, en alg¨²n momento, llevar al expresidente Luiz In¨¢cio Lula da Silva a la c¨¢rcel.

Le pasa a Moro como a Joaquim Barbosa, el exjuez del Supremo que coordin¨® el juicio del mensal?o. Barbosa fue, como Moro, considerado un justiciero, un h¨¦roe nacional, pero tambi¨¦n le acusaron de querer comandar un espect¨¢culo, con intenciones pol¨ªticas y electorales. Cuando termin¨® el juicio, Barbosa se jubil¨® y poco se sabe sobre ¨¦l. Quiz¨¢ solo buscaba hacer bien su trabajo, lo que le parec¨ªa lo m¨¢s correcto y que estaba en su agenda como jurista. Quiz¨¢ Moro tambi¨¦n.