R¨ªo de Janeiro veta a menores pobres y negros en sus playas m¨¢s famosas
La polic¨ªa retiene a ni?os de los suburbios que se dirig¨ªan a Ipanema y Copacabana para combatir los robos
El pasado fin de semana la polic¨ªa militar de R¨ªo de Janeiro impidi¨® que 160 j¨®venes de los suburbios de la zona norte de la ciudad llegasen a las famosas playas de Ipanema y Copacabana. Los j¨®venes, menores negros y pobres, viajaban con lo puesto en varios autobuses de l¨ªnea hasta la privilegiada zona sur carioca pero acabaron en el suelo de un furg¨®n policial, sin haber cometido ning¨²n delito.
La acci¨®n policial pretend¨ªa contener una nueva ola de robos en grupo, una pr¨¢ctica que se repite peri¨®dicamente en las playas de Rio desde comienzos de la d¨¦cada de los 90, pero la estrategia ha desatado otro esc¨¢ndalo frecuente: el racismo institucional de las polic¨ªas brasile?as.
El juez titular del Tribunal de Menores, Pedro Henrique Alves, y la Defensor¨ªa P¨²blica de R¨ªo, el organismo que agrupa a los abogados de oficio, consider¨® ¡°ilegal¡± la detenci¨®n. ¡°La polic¨ªa solo puede detener a un adolescente si lo encuentra cometiendo un delito o si tiene una orden judicial fundamentada", afirma la defensora p¨²blica Eufrasia Souza das Virgens, que ha abierto un proceso contra el Estado por da?os morales.
Mientras una parte de la sociedad se llevaba las manos a la cabeza, el gobernador de R¨ªo, Fernando Pez?o, defend¨ªa as¨ª a los agentes: ¡°La inteligencia de la polic¨ªa ha mapeado ese movimiento de menores desde su embarque en los autobuses. ?Cu¨¢ntos asaltos han practicado esos menores? No digo que sean todos los que estaban ah¨ª [en los autobuses], pero son muchos de ellos, que ya hab¨ªan sido detenidos m¨¢s de cinco, ocho, diez o 15 veces¡±.
Los llamados arrast?es, como se ha bautizado en Brasil a ese tipo de asalto en pandillas en lugares p¨²blicos muy concurridos, son habituales en las arenas de R¨ªo en d¨ªas de calor y amenazan la imagen paradis¨ªaca de dos de las playas m¨¢s famosas del mundo a las puertas de los Juegos Ol¨ªmpicos de 2016.
Los ladrones, algunos ni siquiera adolescentes, dan el golpe de varias maneras. Unos aprovechan el enorme grupo de amigos y conocidos con el que van a la playa para protegerse, se separan de ellos y recorren la arena en busca de ba?istas desprevenidos. Al volver se cambian los ba?adores entre ellos y dan a sus c¨®mplices el bot¨ªn. Otros, y esta es la t¨¦cnica m¨¢s llamativa y con la que cunde el p¨¢nico en la arena, fingen peleas multitudinarias y aprovechan el tumulto para arrasar con todo lo que pueden. La polic¨ªa acaba entrando en la arena porra en mano y golpea a los j¨®venes que se cruzan en su camino, no siempre culpables. Las im¨¢genes de esas intervenciones son impactantes e ilustran un violento juego del gato y el rat¨®n, con hamacas volando por los aires, en medio de miles de ba?istas aterrorizados.
El Secretario de Seguridad P¨²blica, Jos¨¦ Mariano Beltrame, defensor de un discurso bastante progresista en un pa¨ªs que a¨²n mantiene una polic¨ªa militarizada, quiso dar al episodio una dimensi¨®n social. ¡°La polic¨ªa hizo un trabajo de prevenci¨®n, pero hay que contarle a la gente la situaci¨®n de vulnerabilidad en la que estaban estos j¨®venes. No se habla de racismo, no queremos decir que esos chicos iban a delinquir. La cuesti¨®n es que la libertad de ir y venir exige deberes. Estaban en el autob¨²s sin haber pagado el billete. Uno sale de su casa que est¨¢ a kil¨®metros de distancia sin comer y sin dinero. ?C¨®mo pretende volver?¡±, cuestion¨® Beltrame. ¡°Lo que est¨¢ en juego es la vulnerabilidad de estas personas¡±, complet¨®.
Especialistas en seguridad y la propia defensora p¨²blica se preguntan, entonces, por qu¨¦ el control no est¨¢ en manos de asistentes sociales en vez de en las de hombres armados. ¡°Es una acci¨®n absurda, desastrosa y escandalosa, una expresi¨®n del racismo en Brasil, muy com¨²n en su polic¨ªa, y que cuenta con la autorizaci¨®n t¨¢cita de la sociedad¡±, critica el antrop¨®logo Luiz Eduardo Soares, coordinador de seguridad y justicia en R¨ªo en 1999 y secretario nacional de Seguridad P¨²blica en 2003.
Soares recuerda c¨®mo los cariocas vivieron la democratizaci¨®n de sus playas al comienzo de los a?os 80, un lugar hasta entonces reservado principalmente a la ¨¦lite blanca y los vecinos de las favelas de la zona sur. ¡°Fue el gobernador Leonel Brisola quien promovi¨® el transporte y facilit¨® el acceso de los j¨®venes de los suburbios m¨¢s distantes a las playas. Esa estrategia comenz¨® a democratizar la arena y provoc¨® el desprecio de la clase media m¨¢s racista que castig¨® pol¨ªticamente al gobernador. Hoy en d¨ªa la reacci¨®n no puede ser la misma que en los 80, existen leyes contra el racismo. Por eso es sorprendente ver que esa misma actitud contin¨²a presente¡±, relata Soares. ¡°A los j¨®venes negros se les trata siempre como sospechosos, lo que nos ayuda a entender, y esto es mucho m¨¢s grave que cualquier robo en la playa, las m¨¢s de 10.600 muertes provocadas por la polic¨ªa, la mayor¨ªa de j¨®venes, negros, pobres en territorios vulnerables¡±.
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