Las dos Alemanias
No se borran as¨ª como as¨ª m¨¢s de 40 a?os de divisi¨®n del pa¨ªs en dos partes
Es un mito cl¨¢sico, pero afianzado en el siglo XX, que renueva su actualidad tan pronto como acontece un hecho relevante. De nada sirve que algunos analistas protesten con raz¨®n. Pol¨ªticos, periodistas, figuras p¨²blicas propenden con ostensible facilidad a cimentar sus argumentos sobre la existencia de dos Alemanias, anta?o delimitables geogr¨¢ficamente, hoy persistentes en la mentalidad y conducta de los ciudadanos. Se trata a todas luces de una simplificaci¨®n, pero ah¨ª est¨¢, en boca de muchos. No se borran as¨ª como as¨ª m¨¢s de 40 a?os de divisi¨®n del pa¨ªs en dos partes.
Ya en un c¨¦lebre discurso de 1945, Thomas Mann hablaba de la Alemania mala y de aquella otra por ¨¦l tan amada, la de los fil¨®sofos, los cient¨ªficos, los compositores, Goethe y Schiller y Fontane, cuya aportaci¨®n al proceso de civilizaci¨®n del ser humano suscitaba por doquier admiraci¨®n y respeto. Cinco a?os antes, Sebastian Haffner public¨® un libro no sin motivo titulado Germany: Jekyll and Hyde.
Ha sido el presidente de la Rep¨²blica, Joachim Gauck, quien ha reactualizado el mito f¨¢ustico de la doble alma a prop¨®sito del aluvi¨®n de refugiados que est¨¢ llegando a Alemania de un tiempo a esta parte. Se esperan en el curso del a?o unos 800.000. ?De d¨®nde sale esta cifra? Lo ignoro. A m¨ª no me extra?ar¨ªa que antes de Navidades se haya quedado corta.
Y como para recalcar las declaraciones del presidente, el ¨²ltimo n¨²mero de agosto del semanario Der Spiegel se public¨® con dos portadas sobrepuestas. Una corresponde a la llamada Alemania oscura y muestra el incendio provocado de una casa de refugiados, sobre fondo de humo y cielo nocturno. La otra, la de la Alemania clara, presenta una imagen llena de colorido, con ni?os que sueltan globos hacia un cielo azul.
La primera, generadora de noticias fuertes, rebasa las fronteras, ocupa espacio en las portadas de la prensa extranjera, suscita una comprensible animadversi¨®n. A ella pertenecen los neonazis que se orinaron el otro d¨ªa en dos ni?os dentro de un tranv¨ªa de Berl¨ªn; la turba xen¨®foba que arroja botellas incendiarias a los alojamientos de hombres, mujeres y ni?os que han venido huyendo de los horrores de la guerra y tambi¨¦n esos vecinos con apariencia de personas respetables que aplauden las acciones de los grupos violentos.
Hay otra Alemania de la que se habla menos, aunque es mayoritaria. La de miles de ciudadanos an¨®nimos que se est¨¢n volcando en el auxilio a los refugiados, la de los profesores que dedican su tiempo libre a ense?ar a los ni?os asilados la lengua alemana, la de los equipos de f¨²tbol de la Bundesliga que invitan a estas personas de or¨ªgenes remotos a presenciar los partidos, la de los telediarios que muestran las cuentas bancarias de las organizaciones ben¨¦ficas para que la gente de buen coraz¨®n ayude. Y la gente, mucha gente, est¨¢ ayudando, con dinero, con comida, con ropa, ofreciendo alojamiento o de cualquier otra manera. Ya lo dec¨ªa Gauck recientemente. El Estado hace lo que puede, pero ?y t¨², aparte de hablar y opinar, qu¨¦ haces?
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