Varados en la frontera h¨²ngara
La medida corta el cruce m¨¢s transitado por el que llegan los exiliados desde los Balcanes
El cierre de la frontera de Hungr¨ªa con Serbia en la madrugada del martes lanz¨® una dura piedra en el camino del ¨¦xodo de refugiados, la mayor¨ªa de ellos sirios, que recorre Europa hacia el norte. El Gobierno h¨²ngaro ech¨® el cerrojo al paso m¨¢s transitado por el que llegan los exiliados desde los Balcanes. A la vez, entr¨® ayer en vigor en Hungr¨ªa una dura legislaci¨®n contra la inmigraci¨®n.
El nuevo paquete de leyes antiinmigraci¨®n incluye penas de prisi¨®n de hasta cinco a?os para los que entren ilegalmente o da?en la alambrada fronteriza. Localidades del lado serbio como Kanjiza, trampol¨ªn para muchos de los que quieren alcanzar Hungr¨ªa y seguir hacia Austria mostraba ayer un aspecto desolador ante el mazazo dado por las autoridades h¨²ngaras. ¡°?Que c¨®mo estamos?¡±, se preguntaba Raduan, sirio damasceno de 52 a?os, a la entrada de un campo de refugiados. ¡°P¨®ngase en nuestros pies¡±, se contestaba. Los suyos estaban reventados por las heridas de su caminata por tierras griegas.
Este martes era el d¨ªa que miles de refugiados se hab¨ªan marcado a fuego en sus mochilas para estar ya en territorio h¨²ngaro. Durante la madrugada la polic¨ªa magiar reforz¨® los controles sobre el paso que lleva desde Roszke, al sur de Budapest hasta el cruce fronterizo con Serbia. Y con la ley en la mano, las fuerzas de seguridad empezaron a practicar detenciones, m¨¢s de 9.000 tan s¨®lo durante la noche. Existen dos caminos, no obstante, para los que a¨²n se atreven a pasar a territorio h¨²ngaro: la detenci¨®n si se hace de forma ilegal, con la posibilidad de ser deportado hacia Serbia, pa¨ªs seguro para la acogida seg¨²n la UE, y el traslado a un campo de refugiados si se cruza por alguno de los pasos a¨²n abiertos para los que quieren ser registrados.
A una decena de kil¨®metros de Kanjinza, en el pueblo de Horgos, lo que 48 horas antes era una riada sin freno de refugiados, bien informados de que Hungr¨ªa estaba haciendo la vista gorda, este martes se hab¨ªa convertido en un puesto de llegada para los m¨¢s despistados, los que no sab¨ªan que por all¨ª no hab¨ªa quien pasase, o los que simplemente quer¨ªan aguardar tiempos mejores.
En busca de informaci¨®n
Muchos creen que la decisi¨®n de Budapest es temporal. ¡°No s¨¦ por d¨®nde ir¨¦, pero ir¨¦ a Hungr¨ªa, ?abrir¨¢n ma?ana?¡±, preguntaba Yousef, sirio de 28 a?os, natural de Hasaka. Acaba de llegar en un minib¨²s, pero seg¨²n baja se sube a la carrera. Tienen nuevas noticias, quiz¨¢ prueben por otro sitio. Informaci¨®n es lo que no tienen y demandan muchos de los que a¨²n se acercan a la valla h¨²ngara. Muchos hacen un corro ante un reportero austriaco ducho en la materia que aconseja una v¨ªa alternativa: marchar hacia Sub¨®tica y esperar.
El cierre del puesto por excelencia para el ¨¦xodo de refugiados, el que lleva a Roszke para saltar de ah¨ª a Budapest, ha obligado a muchos a extenderse por la larga frontera serbo-h¨²ngara. Muy cerca de Sub¨®tica, a la entrada de la estaci¨®n de tren, se arremolinan dos grupos de refugiados. Uno de ellos viene de Irak. Husein, de 22 a?os, natural de Bagdad, inici¨® el camino hacia el norte de Europa el pasado 9 de septiembre y ya est¨¢ aqu¨ª. Su bote desde la costa turca naufrag¨®, pero logr¨®, como el resto de sus compa?eros de viaje llegar a la orilla. ¡°Me fui de Bagdad porque siempre est¨¢ en guerra, demasiados problemas para trabajar¡±. Es empleado de una empresa de alimentaci¨®n. Como sus seis amigos, se quedar¨¢ varado en la estaci¨®n de tren.
Escenas similares se repiten hasta llegar a la localidad de Tompa, ya del lado h¨²ngaro. El tr¨¢fico es terrible. Las autoridades no s¨®lo han cortado el acceso desde Roszke a los refugiados. Tambi¨¦n lo ha hecho para los ciudadanos y eso ha provocado un tamp¨®n en la frontera oeste. A tan solo un kil¨®metro de las garitas del paso de Roszke, aparecen entre la maleza por el arc¨¦n tres j¨®venes. ¡°Somos sirios¡±, dice uno de ellos. No lo son; ni siquiera conocen sus ciudades. ¡°Soy de Lahore, en Pakist¨¢n¡±, dice el m¨¢s honesto. Ali Asad, veintea?ero, lleva 24 d¨ªas de viaje. Cruzaron desde Serbia y se quedaron toda la noche agazapados para no ser pillados. Ahora ya est¨¢n demasiado cansados y se quieren entregar. ¡°Queremos que la polic¨ªa nos lleve al campamento, por favor¡±. Pero no les detiene agente alguno. Les se?alan una direcci¨®n, la del campo, y a seguir andando.
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