Los papas no mienten
Cr¨ªticas internas y externas indican que el Papa Francisco est¨¢ perdiendo su estado de gracia en los medios de comunicaci¨®n
Francisco empieza a ser consciente del temporal que zarandea la ¡®barca de Pedro¡¯, que es como se simboliza a la Iglesia romana. ¡°Se?or, frecuentemente tu Iglesia nos parece una barca que hace aguas por todas partes¡±, lament¨® en 2005 Benedicto XVI. Sus colaboradores se quejaban m¨¢s tarde de que el Vaticano era un nido de lobos, y la organizaci¨®n religiosa, una vi?a devastada por jabal¨ªes. Finalmente, el papa alem¨¢n abandon¨® el cargo. Sustituido por el argentino Bergoglio, las turbulencias han arreciado. El mismo Francisco es consciente de la situaci¨®n, a juzgar por lo dicho en el avi¨®n que le llev¨® a Washington desde Cuba. Confes¨® que una se?ora ¡°muy cat¨®lica y un poco r¨ªgida¡± le hab¨ªa preguntado si era el anticristo y el antipapa. Reflexi¨®n ante los periodistas: ¡°Estoy seguro de que no he dicho una cosa m¨¢s que no hubiera estado en la doctrina social de la Iglesia. Y si es necesario que yo recite el credo, estoy dispuesto a hacerlo, ?eh?¡±.
La semana pasada, la revista estadounidense Newsweek dedic¨® toda su portada a Francisco con este t¨ªtulo: Is the Pope catholic? ¡°Claro que es cat¨®lico, pero no lo sabr¨ªas tan solo leyendo los recortes de prensa¡±, se subtitula el informe. El texto, en realidad, comparaba los discursos del pont¨ªfice romano, y sus actitudes, con las palabras y la vida del muy conservador arzobispo de San Francisco, Salvatore Cordileone. ¡°Los dos no pueden pertenecer a la misma Iglesia¡±, conclu¨ªa la revista. Numerosos cardenales firman estas ¨²ltima semanas libros y manifiestos, a veces muy broncos, contra algunas de las proposiciones del Papa, en torno, sobre todo, a ideas que tienen que debatirse y aprobarse en el s¨ªnodo de la familia, este pr¨®ximo octubre. Muchos llegan a sostener que algunas propuesta de Francisco promueven ¡°el divorcio cat¨®lico¡±.
Parec¨ªa que este largo viaje, en apariencia un gran ¨¦xito diplom¨¢tico, iba a poner sordina a la tormenta de cr¨ªticas internas, apadrinadas muchas veces por cardenales de relumbr¨®n. Est¨¢ ocurriendo todo lo contrario. Es como si Francisco estuviera perdiendo su imponente estado de gracia en los medios de comunicaci¨®n laicos e, incluso, ateos (los medios cat¨®licos conservadores nunca han dejado de mortificarlo), algunos de los cuales est¨¢n calificando al pont¨ªfice romano de mentiroso, amigo de dictadores (por sus silencios o zalamer¨ªas ante los hermanos Castro) y c¨ªnico por decir en Washington, centro de la democracia americana, lo que call¨® en La Habana, s¨ªmbolo de una dictadura poco dada a disimularse como tal.
Francisco ha disfrutado en su viaje a Cuba. Argentino y peronista en su juventud, su condescendencia con el castrismo es casi l¨®gica, por haber crecido en un ambiente en el que los revolucionarios cubanos simbolizaban el modelo anticapitalista y antiimperialista germinado en Suram¨¦rica muchas d¨¦cadas atr¨¢s. Hay otra raz¨®n: el castrismo es como una religi¨®n; las religiones ya no combaten entre s¨ª. El Papa ha viajado a Cuba como l¨ªder del catolicismo, por tanto para ensanchar las posibilidades de su religi¨®n en la apertura que se est¨¢ produciendo en la isla (acuerdos sobre ense?anza cat¨®lica y apertura de centros, fundaci¨®n de seminarios, reforma de iglesias con dinero p¨²blico, convenios para el establecimiento de congregaciones dedicadas a caridad, salud, ense?anza, etc. Los Castro lo han visto claro y, antes de que el Papa aterrizara, ya lo hab¨ªan alegrado los o¨ªdos nada menos que con la retransmisi¨®n de una misa solemne en la Televisi¨®n estatal (la ¨²nica existente) con motivo de la festividad de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de la Cuba cat¨®lica. Despu¨¦s del viaje de Juan Pablo II, hace 17 a?os, Fidel Castro autoriz¨® las celebraciones de la Navidad en la isla, con grandes pompas desde entonces. La visita de Benedicto XVI, en marzo de 2012, trajo el regalo del reconocimiento de la fiesta del Viernes Santo. La cosecha de Francisco, gentileza de Ra¨²l Castro, ser¨¢ mucho m¨¢s abundante, aparte la concesi¨®n de una amnist¨ªa a 3.522 presos con motivo de la visita papal. Se ver¨¢ en pocos meses.
Ha sorprendido que el Papa dijese no haber visto (u o¨ªdo) las numerosas detenciones de disidentes cubanos a plena luz del d¨ªa, ante c¨¢maras de televisi¨®n, ante sus narices (como suele decirse). As¨ª lo afirm¨® Francisco ante los periodistas. Tambi¨¦n remach¨® el asunto el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, jesuita como el Papa. Resulta incre¨ªble. Pero se supone que los papas no mienten.
Cuando, hace 17 a?os, Juan Pablo II anunci¨® que viajar¨ªa a Cuba y se ver¨ªa con Fidel Castro, todo el mundo pens¨® que iba a producirse un ¡°choque de trenes¡±. Fueron las palabras del gran Garc¨ªa M¨¢rquez. Nadie se lo quiso perder. ¡°Y Dios entr¨® en la Habana¡±, titul¨® V¨¢zquez Montalb¨¢n un grueso libro/reportaje sobre el acontecimiento. Lo mismo hizo meses m¨¢s tarde el entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, con el t¨ªtulo ¡®Di¨¢logos entre Juan Pablo II y Fidel Castro¡¯. Antes de ser elegido papa, Karol Wojty?a Kaczorowska sufri¨® en su pa¨ªs, la Polonia sovietizada, el acoso del r¨¦gimen, que tuvo preso muchos a?os al cardenal primado Stefan Wyszy¨½ski y que, cuando predicaba el futuro Juan Pablo II en alguna plaza de Cracovia, hac¨ªa sobrevolar un ruidoso avi¨®n militar para impedir que los feligreses pudieran o¨ªr el serm¨®n.
Sin embargo, Fidel Castro, que estudi¨® con los jesuitas y presume de conocer a fondo las religiones, ten¨ªa la certeza de que el furibundo anticomunista Wojtyla no iba a arremeter contra el r¨¦gimen. ¡°Wojtyla no es un amigo, pero tampoco un subversivo, ni el demonio cat¨®lico, sino un jefe de Estado y un l¨ªder religioso interesado en reconstruir su Iglesia aqu¨ª¡±, escribi¨® entonces V¨¢zquez Montalb¨¢n que le hab¨ªa dicho Fidel. C¨®mo esperar de Francisco algo diferente. Do ut des. Doy para que des. En Espa?a sabemos mucho de c¨®mo funciona la diplomacia vaticana. Al fin y al cabo, el Papa es l¨ªder religioso, pero sobre todo es el jefe de un Estado, el Estado de la Ciudad del Vaticano, gentileza de Benito Mussolini.
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