Los sucesores de los 43: ¡°Somos la sangre nueva de Ayotzinapa¡±
La escuela de magisterio de los 43 desaparecidos recibe a otra generaci¨®n de hijos de campesinos un a?o despu¨¦s de la tragedia
¡°All¨¢ donde vivo no es como ac¨¢. Es un lugar marginado y casi no hay libros que leer. He le¨ªdo uno s¨®lo. Se llama Ahora que no me ve nadie. Trata de un ni?o que amaneci¨® as¨ª invisible por unos medicamentos que tomaba. ?l piensa que es divertido pero a la vez se da cuenta de que no, no es divertido porque la familia se empieza a preocupar porque no lo puede ver y ya no es lo mismo, porque si se pone ropas o algo la gente ver¨¢ que la ropa est¨¢ flotando¡±.
Escuela Normal Rural Ra¨²l Isidro Burgos.
Ayotzinapa, un lunes antes de la hora de comer.
¨C?Y c¨®mo termina?
¨CAl final conoce a una muchacha que le da un suplemento de jugo de zanahoria que le ayuda a recuperar su visibilidad.
En la noche del 26 al 27 de septiembre de 2014 tres estudiantes de Ayotzinapa fueron asesinados. A uno de ellos le arrancaron la cara. Otros 43 fueron desaparecidos. La mayor¨ªa eran de Primer Curso, como el lector de Ahora que no me ve nadie, Ricardo D¨ªaz, un muchacho de Chiapas de 18 a?os que viene del pueblo Nuevo Ojo de Agua.
Es uno de los 140 nuevos matriculados en la escuela masculina de Magisterio rural. Son los sucesores de los 46, los tres muertos y los 43 que a¨²n flotan como la ropa del cuento del ni?o que se volvi¨® invisible.
Jos¨¦ Luis M¨¦ndez, 20 a?os, fue uno de los supervivientes de aquella noche negra. Ahora es de Segundo Curso y lleva el pelo crecido, no como D¨ªaz, que lo lleva corto, a m¨¢quina, obligatorio para los nuevos. M¨¦ndez dice que 25 estudiantes de su primer a?o se fueron despu¨¦s de lo de Iguala y nunca regresaron: ¡°Este a?o pens¨¢bamos que por lo que hab¨ªa sucedido no se iba a llenar la matr¨ªcula oficial de 140¡±.
Los alumnos de Primero empezar¨¢n su curso en unas semanas. La escuela, creada por el Gobierno revolucionario en 1926 junto a muchas otras por todo M¨¦xico para formar a muchachos campesinos como maestros rurales, es gratuita. Les dan tres comidas al d¨ªa, lo que muchos agradecen porque en su casa sol¨ªan hacer s¨®lo almuerzo y comida. Se levantan a las seis. Se acuestan a las diez.
Los nuevos llegaron hace un mes y, a la espera del inicio de clases, han estado cumpliendo tareas. Al levantarse recogen la basura. Despu¨¦s desbrozan el monte. La escuela tiene un extenso terreno de unas 10 hect¨¢reas sumido en una sierra de vegetaci¨®n abundante. Limpian las cuadras de los cerdos (¡°Porcilandia¡±, pone el letrero) y las de las vacas. Siembran ma¨ªz, y flores para vender. Unas se llaman terciopelos. Otras cempas¨²chil, las del D¨ªa de Muertos.
En una habitaci¨®n de los barracones de los alumnos de Primero, unos novatos hablan de su decisi¨®n de venir a Ayoztinapa.
¨C?T¨² c¨®mo te llamas?
¨C?Nombre guerrillero o nombre verdadero? ¨Cinquiere con disciplina uno a Jos¨¦ Luis M¨¦ndez, para ellos un superior.
En la escuela los estudiantes acaban teniendo otros dos nombres adem¨¢s del propio: un apodo y uno de lucha. El joven que pregunt¨® cu¨¢l deb¨ªa dar tiene 25 a?os, se llama Emiliano Garc¨ªa y su alias de militante es Lorenzo Pacheco. Uno que est¨¢ sentado enfrente de ¨¦l a¨²n no tiene ¡°nombre guerrillero¡±. ¡°Solo apodo. Me llaman Bomb¨®n¡±.
Aqu¨ª se educ¨® el hist¨®rico guerrillero Lucio Caba?as, abatido por el Ej¨¦rcito en 1974. ¡°Es un orgullo pertenecer a Ayotzinapa¡±, dice Garc¨ªa sentado en una litera; la habitaci¨®n a oscuras. ¡°El caso de Iguala nos da miedo pero tenemos un motivo para estar aqu¨ª: salir adelante, ser alguien en la vida. Y vamos a luchar para encontrar a los 43. Siempre los tendremos en el coraz¨®n. Somos la sangre nueva de Ayotzinapa y vamos a luchar para encontrarlos¡±.
?Qu¨¦ le dicen un padre y una madre a un hijo que va a ingresar en una escuela marcada por el horror?
Bomb¨®n ¨CErnesto Mateo, 23 a?os¨C cuenta que sus padres ¡°present¨ªan¡± que le iba a suceder algo malo y les pidi¨® que dejasen de pensar eso, ¡°Porque si lo pensaban me podr¨ªan dar mala suerte¡±. A Ricardo D¨ªaz le recomendaron que se concentrara en los estudios. Emiliano Garc¨ªa dice que su padre se puso ¡°triste¡± e intent¨® convencerlo de que no viniera; ¡°pero a nosotros nos gusta la carrera de maestro¡±, afirma Lorenzo Pacheco, que en la conversaci¨®n no usa la palabra yo, s¨®lo nosotros, y a quien, de no ser profesor, le gustar¨ªa ser ¡°chef de platillos mexicanos como el camar¨®n al mojo de ajo o el camar¨®n a la diabla¡±.
Franco R¨ªos, de 20 a?os, un joven m¨¢s alto que la media de sus compa?eros, desgarbado y con cara de bueno, dice que si pudiera elegir como en un sue?o cualquier cosa para ser en la vida, querr¨ªa ser veterinario. ¡°Pero como el recurso de mis padres no es muy alto para mantenerme en esa escuela, por eso decid¨ª entrar en Ayotzinapa¡±. El centro de veterinaria que consult¨® costaba 60 d¨®lares al mes.
A las tres interrumpen la charla para ir al comedor, que en la entrada tiene pintado en la pared un ¡°C¨®digo Disciplinario¡± con la prohibici¨®n de numerosos detalles, desde algunos graves como ¡°entrar en estado de ebriedad¡± o ¡°provocar ri?as¡± hasta otros m¨¢s subjetivos como ¡°entrar con pelo pintado¡± o ¡°sentarse en las esquinas del comedor¡±. Las sillas est¨¢n orientadas hacia el frente, donde est¨¢ escrito, en letras capitales, Por la liberaci¨®n de la juventud y la clase explotada. Detr¨¢s de ellos, mientras comen pollo en salsa verde, pur¨¦ de frijol, arroz, tortillas de ma¨ªz y un postre de boller¨ªa industrial, est¨¢n presentes en un mural de la pared del fondo Federico Engels, Carlos Marx y Lenin.
Una escuela menguante
¨CLa normal de Ayotzinapa, situada en Guerrero, un Estado del sureste de M¨¦xico pobre y con graves problemas de criminalidad y corrupci¨®n institucional, cuenta con unos 500 alumnos entre sus cuatro cursos.
¨CLos requisitos para entrar en una normal (escuela de Magisterio rural) son tener el bachillerato y ser de familia necesitada.
¨CLa primera normal fue fundada en 1920. Lleg¨® a haber unas 60 por todo el pa¨ªs, pero s¨®lo quedan 16.
¨CTendencia general de las normales, la de Ayotzinapa tiene cada vez menos solicitudes de inscripci¨®n. Este curso apenas alcanzaron para cubrir el cupo normativo de 140 alumnos nuevos en Primero.
¨CHace s¨®lo cinco a?os la escuela recib¨ªa hasta 800 solicitudes para las 140 plazas de nuevo ingreso disponibles. La migraci¨®n del campo a la ciudad, las reformas educativas que imponen condiciones m¨¢s rigurosas para obtener una plaza de maestro y la violencia que ha afectado a esta escuela son algunas de las causas de su evoluci¨®n menguante, que podr¨ªa poner en riesgo su supervivencia.
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