Decepci¨®n en la frontera sur de Europa
6.200 sirios, palestinos y sus familias entraron por Melilla este a?o, muchos pagan por ello a los traficantes. La saturaci¨®n del centro de acogida y la falta de futuro laboral les animan a emigrar al norte
Cada ma?ana, con el primer rayo de sol, Barakat camina hasta la frontera, saca de su bolsillo su pasaporte sirio y se lo ense?a a la polic¨ªa marroqu¨ª. Cada ma?ana le ordenan de malas maneras que se marche, le dicen que no puede cruzar las decenas de metros que le separan de Espa?a, de una solicitud de asilo y de su familia. Fue a la d¨¦cima intentona cuando lleg¨® la vencida para el pollero de Homs. A las siete de la ma?ana, el polic¨ªa marroqu¨ª le expulsa como siempre, pero esta vez, Barakat espera oculto entre la multitud que se agolpa en el paso fronterizo de Beni Enzar, el que separa Nador (Marruecos) de Melilla. Espera al preciso momento en que el funcionario abandona la garita para tomar t¨¦ y dar el relevo a un compa?ero. Se cuela, y decenas de pasos despu¨¦s est¨¢ en Espa?a.
que enfocan a fronteras de Europa m¨¢s congestionadas, pero sus dramas son muy parecidos. Sue?an como los dem¨¢s, con alcanzar el norte de Europa.
Al contrario que el pollero sirio de 29 a?os, la mayor¨ªa de los refugiados que llegan a Melilla tienen que pagar cientos de euros a los pasantes de la frontera. As¨ª cruzaron la esposa de Barakat, y sus hijos ¡ªde seis y diez a?os¡ª despu¨¦s de pagar 3.600 euros. En teor¨ªa, cualquier refugiado que quiera pedir asilo puede presentarse en la frontera y solicitarlo en las oficinas inauguradas este a?o en Beni Enzar. De hecho, as¨ª fue durante algunos meses en los que era posible pasar sin pagar. Pero el mercado de los traficantes no perdona, y bastaron dos picos de gran afluencia de refugiados ¡ªen enero y abril de este a?o¡ª para que se cercioraran de que ah¨ª fuera hab¨ªa un bot¨ªn al que no estaban dispuestos a renunciar.
En los cafetines marroqu¨ªes pr¨®ximos a la frontera ofrecen sus servicios los mojarreb, como llaman los sirios a los pasantes. A estas alturas de la guerra siria y del largo viaje, muchos llegan arruinados. A menudo, cuando no tienen dinero, como en el caso de Barakat, pasan primero las mujeres y los ni?os, lo que en los ¨²ltimos meses ha dejado un reguero de familias rotas por la frontera. ¡°En Nador hay unos 600 sirios, la mayor¨ªa esperando a poder cruzar. La polic¨ªa les rechaza porque les dicen que entraron ilegalmente¡±, explica Azzous Bouljbour, de la Organizaci¨®n Marroqu¨ª de Derechos Humanos (OMDH). Es frecuente que aparezcan ni?os solos, que cruzan con facilitadores, haci¨¦ndose pasar por marroqu¨ªes. ¡°Los ni?os pagan entre 700 y 800 euros. Hemos visto ni?os solos de hasta tres a?os¡±, cuenta Jos¨¦ Palaz¨®n, director de la organizaci¨®n Prodein.
Ya en Melilla, a los refugiados se los aloja en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), un lugar ¡°destinado a conceder servicios y prestaciones sociales b¨¢sicas¡± con capacidad para 512 personas y que en la actualidad aloja a unas 1.600, un 80% sirios, seg¨²n datos de ACNUR. All¨ª permanecen unos dos o tres meses, hasta que les trasladan en grupos de 180 a la Pen¨ªnsula. All¨ª, unos 500 ni?os aguardan en penosas condiciones. A ciertas horas, el descampado lleno de basura frente al centro parece una guarder¨ªa sembrada de carritos. Las familias esperan sin saber en funci¨®n de qu¨¦ criterio un funcionario pronunciar¨¢ un buen d¨ªa la palabra m¨¢gica: ¡°Salida¡±. Ese d¨ªa, se atusar¨¢n y correr¨¢n al puerto entre c¨¢nticos que celebran el fin del encierro melillense.
¡°Casa y trabajo¡±
El CETI, la valla, la frontera. Esas son las primeras impresiones que se llevan de Espa?a los demandantes de asilo. Para muchos, resulta una experiencia tan amarga que si no ten¨ªan decidido continuar rumbo a Europa, el paso por el CETI acaba de inclinar su balanza. ¡°?Esto es Europa?¡±, preguntaban con visible decepci¨®n Hared y Dareen Al Sadi una pareja siria que recal¨® en Melilla antes del verano. Decenas de refugiados llegados a Melilla cuentan que viajaron hasta El Cairo, de all¨ª a Argel en avi¨®n, y luego a pie de la mano de mojarrebs, a trav¨¦s de bosques y rutas secundarias, hasta llegar a Nador.
Barakat ya est¨¢ en Madrid. Vive con su familia en un centro de acogida desde hace casi seis meses. Dice que tiene que encontrar un piso en tres semanas, pero explica que no tiene trabajo y, sin un contrato laboral, nadie le alquila uno. ¡°Aqu¨ª la gente es muy simp¨¢tica, pero no hay trabajo. En cuanto me den la residencia, iremos a Francia o a B¨¦lgica. Tenemos tambi¨¦n un primo en Dortmund¡±, cuenta a las puertas del centro. Un pu?ado de refugiados se arremolina y asiente mientras escucha el relato de Barakat. ¡°Casa y trabajo¡±, musitan.
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