Mosc¨² abarca m¨¢s de lo que puede
Es de prever que, en lugar de facilitar un acuerdo, la intervenci¨®n rusa aumente la dificultad de resoluci¨®n del conflicto en Siria
El presidente Putin ha cogido desprevenido a Occidente con su intervenci¨®n en Siria, poniendo en evidencia la vacilaci¨®n que caracteriza hace tiempo a la pol¨ªtica europea y estadounidense. Al hacer entrar en juego el apoyo militar, ha reforzado inmediatamente a su aliado sirio, al tiempo que ha reafirmado el papel de Mosc¨² en el mundo, una estrategia que espera que ayude a superar el aislamiento originado por su pol¨ªtica en Ucrania.
Mosc¨² ha presentado su intervenci¨®n como dirigida contra los extremistas, pero aunque algunos de los grupos contra los que se dirige la ofensiva tienen conexiones con Al Qaeda, la naturaleza y la geograf¨ªa de los primeros ataques dejan claro que el objetivo principal es reforzar a El Asad. Por lo pronto, parece que la intervenci¨®n rusa ha vuelto irrelevante la cuesti¨®n, que antes preocupaba a las capitales occidentales, de si incluir o no a El Asad en las negociaciones: con el respaldo de la fuerza rusa, es evidente que el presidente sirio no se va a mover, y es dif¨ªcil imaginar c¨®mo se le puede excluir ahora de cualquier nuevo intento internacional de iniciar un proceso pol¨ªtico.
Los optimistas ¡ªincluidos algunos Gobiernos occidentales faltos de ideas para poner fin a un conflicto que cada vez salpica m¨¢s a Europa en forma de refugiados y amenazas terroristas¡ª tienen la esperanza de que, una vez apuntalada la posici¨®n de El Asad, Mosc¨² se decante por una estrategia pol¨ªtica y haga uso de su nueva influencia para forzar a un tradicionalmente intransigente El Asad a asumir compromisos significativos. Hace poco, Mosc¨² ha facilitado las conversaciones entre el Gobierno y la oposici¨®n y ha dejado claro que acepta que El Asad tendr¨¢ que hacer concesiones, lo que da entender que reconoce que lo que se puede lograr con una ofensiva militar es limitado.
Pero seguramente, a medida que Rusia se involucra, estas esperanzas se ver¨¢n pronto frustradas. Si hab¨ªa alg¨²n margen para el giro pol¨ªtico, este se est¨¢ cerrando r¨¢pidamente, y es f¨¢cil que no pase mucho tiempo antes de que Mosc¨² se d¨¦ cuenta de que ha querido abarcar m¨¢s de lo que pod¨ªa. Es de prever que, en lugar de facilitar un acuerdo, la intervenci¨®n rusa aumente la dificultad de resoluci¨®n del conflicto, al tiempo que arrastra a la propia Rusia al punto de mira de una devastadora guerra civil local y regional.
No solo es probable que la intervenci¨®n militar recrudezca la radicalizaci¨®n ¡ªen parte al evocar similitudes con lo que se considera una yihad victoriosa contra los rusos en Afganist¨¢n en la d¨¦cada de 1980¡ª, sino que, casi con total seguridad, provocar¨¢ una contraescalada por parte de los Estados de la zona ¡ªen particular Arabia Saud¨ª, Turqu¨ªa y Qatar¡ª que siguen absolutamente empe?ados en borrar a El Asad del mapa. Para estos, enzarzados en una guerra regional contra El Asad y sus partidarios iran¨ªes, hay demasiado en juego como para aceptar el intento ruso de influir militarmente en la paz.
El hecho es que, aunque Mosc¨² pueda proyectar confianza hoy, es dif¨ªcil imaginar c¨®mo puede transformar su intervenci¨®n en una estrategia sostenible.
Julien Barnes-Dacey es analista del European Council on Foreign Relations.
Traducci¨®n de News Clips.
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