Mensajeros de la globalizaci¨®n
Zygmunt Bauman, el fil¨®sofo de la modernidad l¨ªquida, reflexiona sobre la actitud de Europa ante la llegada de refugiados a sus costas
Las fronteras no se trazan teniendo en cuenta las diferencias; las diferencias se buscan, se encuentran o se inventan en funci¨®n de unas fronteras que ya han sido trazadas, o al menos as¨ª lo afirm¨® e ilustr¨® profusamente el gran antrop¨®logo noruego Fredrik Barth en su obra magna Grupos ¨¦tnicos y fronteras. La organizaci¨®n social de la diferencia cultural (publicada en 1969).
Existe un deseo ferviente de buscar o inventar diferencias como forma de legitimar a posteriori la presencia de l¨ªmites, para justificar la mutua separaci¨®n y el doble lenguaje orwelliano, la t¨¢ctica de las dos varas de medir y la diversidad de c¨®digos de conducta pensados para favorecer y salvaguardar nada menos, y nada m¨¢s, que muros de cemento de cuatro metros de alto, alambradas y c¨¢rceles o campamentos que aguardan a los intrusos.
Estamos viendo hoy c¨®mo Europa se dedica a elevar las pr¨¢cticas descritas por Barth, hasta ahora consideradas excentricidades de populistas sin escr¨²pulos, a la categor¨ªa de criterio legal autorizado y universalmente vinculante. La pol¨ªtica que hasta hace poco se asociaba a un elemento marginal y err¨¢tico de la sociedad europea est¨¢ pasando a toda velocidad al centro del espectro pol¨ªtico.
Esos n¨®madas sin hogar sacan a la luz la realidad de la (?incurable?) fragilidad de nuestro confort
Desde el desastre ocurrido en octubre de 2013 frente a las costas de Lampedusa, ¡°las pol¨ªticas de los dirigentes europeos no han cambiado¡±, seg¨²n escrib¨ªa Maximilian Popp en su art¨ªculo Una mirada interna a la vergonzosa pol¨ªtica de inmigraci¨®n de la UE, publicado el 11 de septiembre de 2014 en Der Spiegel: ¡°No existe casi v¨ªa legal para los refugiados en Europa: ni para la mayor¨ªa de los sirios, de los que muy pocos llegan a Alemania en condici¨®n de refugiados de cuota, ni para los iraqu¨ªes, ni para personas procedentes de pa¨ªses de ?frica Occidental en dificultades. Quienes desean pedir asilo en la UE tienen que llegar antes de forma ilegal, en barcos de contrabandistas, ocultos en furgonetas o en vuelos comerciales con pasaportes falsos. La UE est¨¢ cerrando sus puertas¡ La transformaci¨®n de la Uni¨®n Europea en una fortaleza ha creado las condiciones que han causado tantas muertes ante sus fronteras. Muchos refugiados escogen la peligros¨ªsima ruta del Mediterr¨¢neo porque Frontex est¨¢ cerrando las rutas terrestres¡±.
A todos los efectos, la reacci¨®n de la UE ante la tragedia de 2013 en Lampedusa es una invitaci¨®n permanente a sus innumerables repeticiones. La explosi¨®n de sentimientos fraternales desatada por la fotograf¨ªa del cad¨¢ver de Aylan Kurdi ha sido breve, las fronteras de Europa est¨¢n volviendo a fortificarse frente a los otros indeseados y las condiciones para entrar son cada d¨ªa m¨¢s estrictas.
Al mismo tiempo, las expresiones de solidaridad con los seres humanos que viven esta tragedia inhumana han quedado relegadas otra vez a los m¨¢rgenes, de forma que el proscenio pol¨ªtico queda a merced de los alarmistas, y el escenario p¨²blico, en manos de la insensibilidad moral y la indiferencia. El debate pol¨ªtico vuelve a recurrir al cat¨¢logo de argumentos m¨¢s manidos, una mezcla de miedos econ¨®micos y de seguridad.
Hasta que nos enfrentamos a ¨¦l, el desconocido sigue siendo extra?o, incomunicado por naturaleza
En el debate actual no se ha estudiado suficientemente una de las causas fundamentales de esta respuesta apagada, tal vez la que inspira todas las dem¨¢s reacciones. El hecho de que no podemos dejar de darnos cuenta de que la aparici¨®n masiva y repentina de desconocidos que llaman a nuestra puerta es un fen¨®meno que ni hemos provocado nosotros ni podemos controlar. No es extra?o que, para muchos, las sucesivas oleadas de inmigrantes sean (parafraseando a Bertolt Brecht) ¡°presagios de malas noticias¡±.
Nos recuerdan sin cesar lo que nos encantar¨ªa olvidar o, mejor a¨²n, hacer desaparecer: unas fuerzas globales, distantes, que a veces se oyen, pero son intangibles, ocultas y misteriosas, y con la capacidad de inmiscuirse en nuestras vidas al mismo tiempo que desprecian e ignoran nuestras preferencias.
La verdadera culpa imperdonable de las v¨ªctimas colaterales de esas fuerzas, una vez que se han convertido en n¨®madas sin hogar, es que sacan a la luz la realidad de la (?incurable?) fragilidad de nuestro confort y la seguridad de nuestro lugar en el mundo. Y por eso, por una l¨®gica viciada, se tiende a verlas como unas tropas de vanguardia que est¨¢n sentando sus cuarteles entre nosotros.
Estos n¨®madas, que no lo son de forma voluntaria, sino por el veredicto de un destino despiadado, nos recuerdan de manera irritante la? la fragilidad de nuestro bienestar
Estos n¨®madas, que lo son no de forma voluntaria, sino por el veredicto de un destino despiadado, nos recuerdan de manera irritante la vulnerabilidad de nuestra posici¨®n y la fragilidad de nuestro bienestar. Es una costumbre humana, demasiado humana, culpar y castigar a los mensajeros por el odioso contenido del mensaje que transmiten, en lugar de responsabilizar a las fuerzas mundiales incomprensibles, inescrutables, aterradoras y l¨®gicamente resentidas que sospechamos que son las culpables del angustioso y humillante sentimiento de incertidumbre existencial que nos arrebata la confianza y causa estragos en nuestros planes de vida.
Y aunque no podemos hacer nada para controlar las asombrosas fuerzas de la globalizaci¨®n, escurridizas y lejanas, al menos podemos desviar el enfado que nos producen y descargarlo, por persona interpuesta, sobre sus consecuencias, que est¨¢n cerca y a nuestro alcance.
Podemos, por as¨ª decir, exorcizar el impresionante espectro en una efigie. Como es natural, eso no sirve para cortar el problema de ra¨ªz, pero quiz¨¢ puede aliviar durante un tiempo la humillaci¨®n de nuestro infortunio y la incapacidad de luchar contra la precariedad inhabilitadora de nuestro hueco en el mundo.
Todo eso, repito, no toca ni de lejos las ra¨ªces de la tragedia humana que estamos presenciando, ni mucho menos la posibilidad de evitar que nos hunda a¨²n m¨¢s en las turbias aguas de la indiferencia moral y la inhumanidad; esas respuestas a este desastre humano equivalen a depositar los crueles dilemas que nos plantea, nuestras responsabilidades morales y nuestros remordimientos de conciencia en los hombros de otros, y, en una violaci¨®n flagrante del imperativo moral categ¨®rico de Kant, hacer a otros lo que no querr¨ªamos que nos hicieran a nosotros.
Nos llaman a separar en vez de unir y, de esa forma, ayudar a las fuerzas globales descontroladas en el despliegue de su estrategia de divide y vencer¨¢s, la causa principal de esta cat¨¢strofe. Por muy costoso que sea ofrecer solidaridad a las v¨ªctimas deliberadas y colaterales de esas fuerzas, por muy dolorosos que puedan ser los sacrificios personales que se nos exigen ahora, esa es, a largo plazo, la ¨²nica respuesta con posibilidades realistas de prevenir otros desastres humanos y el empeoramiento del actual.
Georg Simmel subray¨® que el conflicto es un preludio a la integraci¨®n: un instante de contacto, de impacto, un intento (fallido) de eliminar una mancha oscura de un paisaje limpio y la decisi¨®n de hacerle sitio en ¨¦l. Hasta que nos enfrentamos a ¨¦l, el desconocido sigue siendo extra?o, extra?o de pies a cabeza, incomunicado por naturaleza y de aqu¨ª a la eternidad.
El conflicto es llamar a una puerta completamente cerrada y pedir o exigir que se abra la mirilla y se examine con detalle al intruso. Los que est¨¢n detr¨¢s de la puerta a la que es posible que llamen pueden reaccionar por adelantado instalando cerraduras m¨¢s s¨®lidas y rodeando la casa de c¨¢maras de seguridad.
Si lo hacen, la comunicaci¨®n ¡ªel camino real a la fusi¨®n de horizontes de Hans-Georg Gadamer¡ª se rompe, o, mejor dicho, se corta de ra¨ªz. Simmel suger¨ªa que al margen de que el conflicto engendre amor u odio, puede proporcionar una salida de la jungla del aislamiento rec¨ªproco, aunque con la condici¨®n de que haya di¨¢logo, que equivale al mutuo reconocimiento de que se comparte la condici¨®n humana; es decir, convirtiendo el muro de la frontera en un puente.
El primer obst¨¢culo en la salida del aislamiento rec¨ªproco es el rechazo al di¨¢logo: el silencio del distanciamiento, la falta de atenci¨®n, el desprecio y la indiferencia. En lugar de amor y odio, la dial¨¦ctica del trazado de fronteras se concibe como una tr¨ªada de amor, odio e indiferencia o abandono.?Sobre el vicio o el pecado de la indiferencia, el papa Francisco dijo el 8 de julio de 2013, durante su visita a Lampedusa, el lugar y el instante en el que comenz¨® la marea actual de malestar y la posterior debacle moral: ¡°Cu¨¢ntos de nosotros, yo incluido, hemos perdido el rumbo; ya no estamos atentos al mundo en el que vivimos; no nos importa; no protegemos lo que Dios cre¨® para todos, y acabamos siendo incapaces incluso de cuidar unos de otros. Y cuando la humanidad pierde el rumbo, se producen tragedias como la que hemos presenciado¡ Hay que hacerse la pregunta: ?qui¨¦n es responsable de la sangre de estos hermanos y hermanas nuestros? ?Nadie! Esa es nuestra respuesta: no soy yo; yo no tengo nada que ver; debe de ser otra persona, pero desde luego yo no¡ En nuestro mundo, hoy, nadie se siente responsable; hemos perdido el sentido de la responsabilidad por nuestros hermanos y hermanas¡ La cultura del confort, que nos hace pensar solo en nosotros mismos, nos vuelve insensibles a los gritos de otras personas, nos empuja a vivir en pompas de jab¨®n que, por bellas que sean, son insustanciales; ofrecen una ilusi¨®n vana y pasajera que desemboca en la indiferencia hacia los dem¨¢s, incluso en la globalizaci¨®n de la indiferencia. En este mundo globalizado, hemos ca¨ªdo en la indiferencia globalizada. Nos hemos acostumbrado al sufrimiento de otros: no me afecta, no me preocupa, no es asunto m¨ªo¡±.
El papa Francisco nos llama a ¡°eliminar la parte de Herodes que acecha en nuestros corazones; pidamos al Se?or la gracia de llorar por nuestra indiferencia, de llorar por la crueldad de nuestro mundo, de nuestros propios corazones y de todos quienes, en el anonimato, toman decisiones sociales y econ¨®micas que abren la puerta a situaciones tr¨¢gicas como esta. ?Ha llorado alguien? ?Ha llorado alguien hoy en nuestro mundo?¡±.
? Eutopia Magazine-creative commons. Este art¨ªculo ha sido escrito por Zygmunt Bauman, soci¨®logo, fil¨®sofo y ensayista polaco, para el webzine europeo Eutopia Magazine promovido por Galaxia Gutenberg, Editions du Seuil, Fischer Verlag y Editori Laterza con TIM, London School of Economics, SciencePO y Wissenschaft Zentrum. www.eutopiamagazine.eu.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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