Hillary, contra su sombra
Los dem¨®cratas apuestan por lo viejo y conocido; los republicanos a¨²n buscan candidato elegible
El rechazo de la pol¨ªtica y los pol¨ªticos no es una enfermedad ¨²nicamente europea. Ha prendido tambi¨¦n en Estados Unidos, donde la b¨²squeda de outsiders, extra?os al sistema, incontaminados por no haber ejercido la funci¨®n p¨²blica, marca la tendencia del proceso electoral de 2016. Es ya la pesadilla del Partido Republicano. Faltan 367 d¨ªas para que los estadounidenses elijan a un nuevo presidente. El voto del 8 de noviembre de 2016 har¨¢ historia si, como es factible, Hillary Clinton se convierte en la primera mujer presidente de EE UU.
Cita lejana, pero conviene prestar atenci¨®n a sus primeros compases. Nada mejor que una semana de observaci¨®n en un Washington oto?al. Lo primero que ciega, el dinero. La representaci¨®n electoral, porque es un teatro, costar¨¢ solo en publicidad, mayoritariamente negativa, 5.000 millones de d¨®lares. Provenientes fundamentalmente de las grandes empresas, que pueden sufragar sin l¨ªmite a los candidatos, contribuciones que el Tribunal Supremo autoriz¨® como un ejercicio de la libertad de expresi¨®n, amparada por la primera enmienda de la Constituci¨®n. ¡°Debemos elegir. Podemos tener democracia, o riqueza concentrada en las manos de unos pocos, pero no podemos tener ambas¡±. La lucidez de Louis Brandeis, juez del Supremo en el siglo pasado, es hoy valida.
La televisi¨®n a trav¨¦s de continuos debates pone el escenario. Priman las personalidades sobre los contenidos. La campa?a presidencial sobre todo se ve, m¨¢s que se habla o se piensa. Para el gran p¨²blico quedan los gestos, las p¨ªldoras simplificadoras, las ocurrencias ¡ªmuchas¡ª y los primeros traspi¨¦s. El Partido Dem¨®crata apuesta por lo viejo y conocido. Hillary Clinton. Su nominaci¨®n el pr¨®ximo verano, salvo sorpresa inimaginable, es inevitable. Y su triunfo en el oto?o tambi¨¦n, a menos que los republicanos logren nominar a un candidato elegible, algo a¨²n dudoso. Hillary corre como ¨²nico caballo en la pista, peleando con su sombra: la edad. En un pa¨ªs joven pero que respeta la veteran¨ªa, llegar¨ªa a la Casa Blanca con 69 a?os, y podr¨ªa enfrentarse a un adversario mucho m¨¢s joven. Y con su car¨¢cter, su falta de credibilidad, su rigidez, el tedio para muchos de otra presidencia Clinton. Pero es inteligente, tiene reda?os y es mujer. Una cualidad de peso electoral.
El esperado duelo din¨¢stico entre una Clinton y otro Bush, hijo y hermano de presidente, no se da por seguro. La campa?a de Jeb, de 62 a?os, ha pinchado. Los debates le est¨¢n hundiendo. Es el hermano listo, pero no entiende lo antigua que resulta la era de los Bush. Una cat¨¢strofe para los republicanos porque es el candidato del aparato, y cuenta con m¨¢s de 120 millones de d¨®lares para su campa?a. Pero su ala m¨¢s extremista condiciona el proceso. Los que aparec¨ªan como teloneros, novicios en pol¨ªtica, est¨¢n a la cabeza. El multimillonario Donald Trump, un vendedor de crecepelo, acaba de publicar un libro, Am¨¦rica tullida. C¨®mo hacerla grande de nuevo. El problema, responde en su vi?eta pol¨ªtica el Washington Post, es c¨®mo una naci¨®n llega al punto donde un mercachifle empieza a parecer presidencial. Se abre el tel¨®n.
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