El rechazo a los refugiados desgarra Dresde
Hace un a?o naci¨® el movimiento Pegida en esta ciudad alemana La brecha entre xen¨®fobos y defensores de los inmigrantes deteriora la convivencia
Un centenar de personas asiste al servicio religioso en la Iglesia de Nuestra Se?ora de Dresde. Tras la m¨²sica de ¨®rgano, el pastor recuerda a los fieles el momento m¨¢s tr¨¢gico en la historia de esta ciudad de Alemania oriental, aquellos d¨ªas de febrero de 1945 en los que aviones brit¨¢nicos y estadounidenses la convirtieron en ruinas, incluida la iglesia protestante desde la que habla. El religioso se emociona al recordar los m¨¢s de 100.000 donantes ¡ªentre ellos, algunos descendientes de los que hace 70 a?os lanzaban bombas desde el cielo¡ª que permitieron reconstruir el templo a partir de 1993; y los pone de ejemplo de algo que hoy a¨²n es necesario: la reconciliaci¨®n y el perd¨®n.
Basta caminar unos metros para entender el sentido de sus palabras. En el teatro Staatsschauspiel espera Volker L?sch, que estos d¨ªas ultima el montaje de Graf ?derland, del dramaturgo suizo Max Frisch. El director cuenta c¨®mo termin¨® la manifestaci¨®n con la que el movimiento Pegida ¡ªacr¨®nimo de Patriotas Europeos Contra la Islamizaci¨®n de Occidente¡ª conmemor¨® el pasado 19 de octubre su primer aniversario: ¡°Unos neonazis encapuchados se dirigieron hacia el teatro con bates de b¨¦isbol. Menos mal que la polic¨ªa estaba ah¨ª y no pas¨® nada¡±.
No es la primera vez que reciben amenazas los responsables de este teatro, que se ha convertido en una especie de s¨ªmbolo del antipeguidismo en la ciudad. Ya se han acostumbrado a recibir mensajes an¨®nimos que les recomiendan ir con cuidado; o amenazas en las redes sociales f¨¢cilmente rastreables por la polic¨ªa.
La elecci¨®n de Graf ?derland no es casual. ¡°Es una obra muy rara, pero ahora de repente vuelve a cobrar sentido. Habla de una revoluci¨®n conservadora sin un motivo claro. Pegida tambi¨¦n es un movimiento inconcreto, con elementos xen¨®fobos mezclados con el rechazo a los pol¨ªticos y con una visi¨®n de la pol¨ªtica muy primaria. La realidad nos obliga a repolitizar el teatro¡±, se?ala el director, que ha incluido en el montaje un coro formado por ciudadanos de Dresde a los que pregunt¨® por los nuevos aires que se respiran tras la irrupci¨®n de Pegida.
La mayor¨ªa coincide en que el clima se ha enrarecido. Unos aseguran que han dejado de hablar de pol¨ªtica con familiares o amigos por temor a las tensiones; otros se quejan de que la calle est¨¢ ahora dominada por extremistas de derecha o de izquierdas, dejando hu¨¦rfanos a los moderados.
Comparte esta opini¨®n el portavoz del grupo Dresde para todos, Eric Hattke, cuya familia ha tenido que soportar llamadas telef¨®nicas en las que un desconocido avisaba de que si no dejaba de defender a los extranjeros alguien le iba a ¡°aplastar¡±. ¡°La mayor diferencia es que ahora voy por la calle o en el tranv¨ªa y me sorprendo observando a la gente y tratando de averiguar si son de un bando o del otro. Yo no soy un activista de izquierdas, sino alguien de la sociedad civil, pero para ellos ya somos todos sospechosos¡±, asegura este estudiante de Filosof¨ªa, que prefiere hablar del sinf¨ªn de actividades que organiza el centenar de organizaciones de la red Dresde para todos en lugar de recordar las amenazas recibidas. Ning¨²n miembro de Pegida ni del partido antiinmigraci¨®n Alternativa para Alemania han querido hablar con este peri¨®dico.
¡°Pegida ha cambiado Dresde y ha dividido a parte de su poblaci¨®n¡±, certifica el alcalde, Dirk Hilbert. Algunos factores hacen de esta ciudad algo excepcional en Alemania. Los habitantes de la capital sajona, donde el porcentaje de extranjeros no llega al 5%, est¨¢n mucho menos habituados a tratar con personas de origen diverso que un alem¨¢n medio. Algunos analistas achacan tambi¨¦n a los democristianos locales de la CDU ¡ªque han gobernado este Estado ininterrumpidamente desde la reunificaci¨®n de las dos Alemanias¡ª no haber contribuido a acabar con los prejuicios.
Pero es indudable que el enrarecimiento del ambiente en Dresde forma parte de un fen¨®meno extensible a toda Alemania. La semana pasada, un periodista fue agredido en un barrio acomodado de Berl¨ªn al grito de ¡°cerdo izquierdista¡±. ?El motivo? Un art¨ªculo cr¨ªtico con las reacciones xen¨®fobas a los refugiados, que este a?o pueden llegar al r¨¦cord absoluto de un mill¨®n. Los ataques a centros de acogida se han convertido en algo habitual. Algunos casos ¡ªcomo dos agresiones de hace una semana protagonizadas por j¨®venes enmascarados con bates de b¨¦isbol¡ª recuerdan a la oleada de violencia contra refugiados que ya vivi¨® Alemania en los a?os noventa.
Mientras, en Dresde la agresividad tambi¨¦n crece. Por ahora ha habido algunos conatos de ataques a periodistas que cubr¨ªan las marchas de Pegida; y otros protagonizados por grupos de izquierda. Pero la escalada m¨¢s evidente es verbal. Hace pocas semanas, en la marcha de cada lunes se pudo ver una soga con el nombre de la canciller Angela Merkel. El?l¨ªder de Pegida, Lutz Bachmann, ha comparado al ministro de Justicia, el socialdem¨®crata Heiko Maas, con el l¨ªder de la propaganda nazi, Joseph Goebbels. Y, seg¨²n cuenta el enfermero asturiano Omar Vald¨¦s, que vive en Dresde desde hace casi cuatro a?os, el ambiente est¨¢ cada vez m¨¢s enrarecido. ¡°En el hospital donde trabajo, los compa?eros hablan de este tema todo el d¨ªa. Y yo, como extranjero, noto que la situaci¨®n ha cambiado. Algunos me tratan peor; y otros quieren demostrar que no son xen¨®fobos siendo m¨¢s amables de lo habitual. Yo lo que quiero es que me traten como a uno m¨¢s¡±, concluye.
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