La catarsis de ¡®La Marsellesa¡¯
El himno franc¨¦s, vilipendiado hace unos a?os, se convierte en el gran recurso integrador contra la masacre terrorista
Lo cantan espont¨¢neamente los parisinos, lo interpretan con solemnidad sus se?or¨ªas en Versalles, lo toca el organista de Notre Dame y hasta lo corearon anoche en Wembley los hinchas ingleses en los proleg¨®menos del partido contra Francia.
Es el himno tricolor, el redescubrimiento de La Marsellesa como un remedio cat¨¢rtico, un exorcismo a los atentados del viernes 13, incluso un argumento de cohesi¨®n identitaria, como la bandera. O m¨¢s que la bandera, pues nunca hab¨ªa sido un problema republicano la identificaci¨®n transversal del?drapeau azul, rojo y blanco.
La Marsellesa, en cambio, s¨ª hab¨ªa sido un s¨ªmbolo controvertido, hasta el extremo de que los hinchas de remoto origen magreb¨ª -terceras generaciones- la abucheaban en el Stade de France cada vez que la megafon¨ªa la propon¨ªa en los partidos internacionales.
Tanto se ultrajaba el himno que Nicolas Sarkozy convirti¨® en delito protestarlo. Defini¨® el abucheo como un vilipendio de la patria (2003), aunque semejantes restricciones nunca impresionaron a los franceses poco franceses de Saint Denis.
La Marsellesa no los identificaba. Ni viceversa. Parec¨ªa descoyuntarse aquel milagro de la Francia multi¨¦tnica -blanc, beur, noir- con que los hinchas celebraron la victoria del Mundial de Francia, reconoci¨¦ndose en un equipo nutrido de magreb¨ªes (Zidane), armenios (Djorkaeff), caribe?os (Henry) y muchachotes tan rubios como Petit.
La euforia hizo corear La Marsellesa tanto como el dolor la ha convertido ahora en un instrumento terap¨¦utico y un¨¢nime. De otro modo, no habr¨ªa sucedido que todos los diputados y senadores convocados por Fran?ois Hollande en Versalles el lunes se avinieran a compartir un imponente ejercicio coral y dramat¨²rgico.
Era una escena prevista, organizada, y una tregua a las diferencias pol¨ªticas, pero el himno franc¨¦s, compuesto en 1792 como un ant¨ªdoto emocional en la guerra contra Austria, se multiplica o se invoca tambi¨¦n espont¨¢neamente a medida de una plegaria pagana en los altares donde los parisinos amontonan sus condolencias.
Y cantan La Marsellesa con todo su poder lit¨²rgico y toda su vitalidad embrionaria. Esa vitalidad y esa emoci¨®n que abrumaron a Hector Berlioz cuando el inmenso compositor de Los Troyanos decidi¨® formalizar la versi¨®n oficial vigente, sin las pretensiones de atribuirse "la energ¨ªa volc¨¢nica de la m¨²sica" --obra genuina de Rouget de Lisle-- ni el poder de las estrofas, cuyo inicio, Allons enfants de la patrie, forma parte del patrimonio universal.
Lo que s¨ª result¨® necesario fue ponerle limitaciones a los pasajes incendiarios. La Marsellesa es un himno de combate y de liberaci¨®n, de manera que su extrapolaci¨®n contempor¨¢nea en tiempos de paz, igual que ocurre con el ¨¹ber alles del himno germano, ha dejado fuera de la oraci¨®n ciertos anacronismos beligerantes.
"?Y qu¨¦! ?Sufriremos que esas tropas extranjeras/ dicten la ley en nuestros hogares,?
y que esas falanges mercenarias /venzan a nuestros valientes guerreros?"
Impresiona leer la estrofa en los tiempos actuales, aunque la arenga en cuesti¨®n no figura en la versi¨®n oficial contempor¨¢nea ni la cantan los franceses. Prevalece el hallazgo de un c¨¢ntico vertebrador, una m¨²sica anest¨¦sica cuyo redescubrimiento ya se produjo en enero con ocasi¨®n de los atentados de Charlie Hebdo.
Once meses despu¨¦s, La Marsellesa identifica el consenso patri¨®tico, la banda sonora de la conciencia al dolor. Tanto es as¨ª, que el organista de Notre Dame aprovech¨® la misa por los difuntos oficiada el domingo a iniciativa del cardenal Ving-Trois para interpretar una estruendosa versi¨®n del himno en el pre¨¢mbulo de la comuni¨®n.
Era una doble eucarist¨ªa, la religiosa y la sentimental emparentadas en un himno que vuelve a arraigarse entre los franceses, pues tanto se hab¨ªa desarraigado que Fran?ois Fillon, ex primer ministro a las ¨®rdenes de Sarkozy, impuso ense?arla y divulgarla como un deber escolar en los planes acad¨¦micos posteriores a 2005.
La respuesta a los atentados ha tenido un efecto m¨¢s contundente. Tan contundente como el pasaje m¨¢s controvertido del himno oficial en sus sus connotaciones xen¨®fobas:
"?A las armas, ciudadanos! ?Formad vuestros batallones!
?Marchemos, marchemos! ?Que una sangre impura inunde nuestros surcos!"
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