Ant¨®nio Costa, el gran prestidigitador
El exalcalde de Lisboa ha pasado de ser el gran derrotado en las elecciones portuguesas a primer ministro gracias a su habilidad para lograr acuerdos imposibles
Le preguntaron a su hermano Ricardo en un programa de televisi¨®n: ¡°De peque?o, ?Ant¨®nio era de esos que llegan a casa despu¨¦s de perder un partido de f¨²tbol y dicen que han ganado?¡±.
Las elecciones portuguesas del 4 de octubre hab¨ªan dado la victoria al Gobierno de centroderecha, que durante cuatro a?os ejecut¨® con rigor las recetas de la troika. En la campa?a electoral, el l¨ªder socialista hab¨ªa pedido al votante una mayor¨ªa para gobernar. Ant¨®nio Costa perdi¨® por seis puntos. Mes y medio despu¨¦s es el primer ministro de Portugal.
¡°No; mi hermano jugaba muy mal al f¨²tbol, as¨ª que no le hubi¨¦ramos cre¨ªdo¡±, respond¨ªa el hermano del pol¨ªtico en la televisi¨®n. ¡°Pero s¨ª es verdad que nunca sab¨ªamos si iba o ven¨ªa¡±.
Saquemos la br¨²jula. Hasta abril, Costa era el alcalde de Lisboa. Ocho a?os al frente de la capital portuguesa en sucesivas reelecciones, la ¨²ltima con el 51% de los votos. Bajo su mandato, Lisboa se abri¨® al mundo, se convirti¨® en la ciudad europea de moda; sus palacios en ruinas, sus calles empedradas con m¨¢s o menos agujeros, su rincones abandonados se transformaron en un cuadro encantado que los turistas adoran y donde los j¨®venes llegan para emprender. Fuera Costa culpable de la ola o no, lo cierto es que coincidi¨® con su gesti¨®n. Foment¨® la implicaci¨®n de los artistas en la ciudad, apost¨® por barrios prohibidos y rehabilit¨® ¡°casa a casa¡±; una ciudad que dej¨® en su apogeo para intentar ser primer ministro.
A los 13 a?os se subi¨® al tejado del colegio porque la polic¨ªa revolucionaria hab¨ªa defenestrado a su directora; a los 14 pidi¨® el carn¨¦ del PS, a los 18 la liaba en la Facultad
¡°No es persona ambiciosa¡±, declaraba este jueves Maria Ant¨®nia, la madre del primer ministro; ¡°pero tiene ambici¨®n¡±. Costa no iba a acabar sus d¨ªas en el Ayuntamiento de Lisboa, aunque para entonces parec¨ªa estar ya de vuelta. Con apenas 54 a?os, lo hab¨ªa hecho casi todo en pol¨ªtica: concejal en andurriales, diputado en la Asamblea, eurodiputado en Bruselas, ministro de lo que caiga y conspirador siempre. Una larga vida pol¨ªtica con muchas batallas, la mayor¨ªa ganadas, y las derrotas, pocas, dulces. Algunos dicen que tiene suerte, otros que est¨¢ siempre donde hay que estar; pero el arrojo nadie se lo discute.
Nacido en Lisboa en 1961, hered¨® la inquietud de sus progenitores. Su padre, el escritor Orlando da Costa, aunque natural de Mozambique, se cri¨® en Goa, antigua colonia portuguesa, hoy India. Siempre militante comunista, fue encarcelado durante la dictadura de Salazar. Su madre, Maria Ant¨®nia, tambi¨¦n llevaba al chaval de manifestaciones. As¨ª que a los 13 a?os ya se subi¨® al tejado del colegio porque la polic¨ªa revolucionaria hab¨ªa defenestrado a su directora; a los 14 pidi¨® el carn¨¦ del PS, a los 18 la liaba en la facultad. Y con 32 se meti¨® en la boca del lobo: disput¨® al PC la alcald¨ªa de su feudo de Loures, una ciudad del extrarradio de Lisboa.
Por entonces, 1993, el marketing pol¨ªtico se lo inventaba uno mismo, y all¨ª se plant¨® Costa, con el Ferrari de un amigo y con el burro de otro. Costa quer¨ªa denunciar el desastre de los accesos de la ciudad y organiz¨® una carrera hasta la capital para llegar al trabajo. Gan¨® el burro y Costa, casi. Se qued¨® a un punto de la victoria, le quit¨® la mayor¨ªa absoluta al PC y el partido tom¨® nota de aquel joven sin miedo.
De palabra f¨¢cil y r¨¦plica r¨¢pida, destacaba como abogado hasta que le pudo m¨¢s la llamada del Gobierno. Fue ministro durante seis a?os, a intervalos, entre 1997 a 2007, y en sus diferentes carteras se labr¨® fama de negociador infatigable. Como ministro de Asuntos Parlamentarios en el Ejecutivo de Ant¨®nio Guterres, su misi¨®n era arrancar acuerdos a la oposici¨®n que le dieran ox¨ªgeno al Gobierno. En 40 a?os, ha sido el ¨²nico Gobierno minoritario que complet¨® una legislatura. Despu¨¦s, como ministro de Justicia, implant¨® la videoconferencia en los tribunales y puso pulseras electr¨®nicas a los presos. All¨ª por donde pasa Costa, los imposibles acontecen.
Durante una campa?a electoral quiso demostrar los dif¨ªciles accesos para llegar al trabajo y para eso organiz¨® una carrera entre un Ferrari y un burro
Los que han trabajado con ¨¦l le definen como incansable, disperso, pero sin perder nunca el objetivo. Su imagen p¨²blica, siempre risue?a, nada tiene que ver con la de puertas adentro. Duro, cuando no malencarado, con su equipo no acepta un no por respuesta.
El ¨²nico agujero negro de su trayectoria pol¨ªtica es de mayo de 2014, cuando su partido gan¨® las elecciones europeas, con cinco puntos de ventaja sobre la coalici¨®n que gobernaba. La alegr¨ªa del triunfo socialista, dirigido por Ant¨®nio Seguro, qued¨® empa?ada esa misma noche por el alcalde de Lisboa, cuando critic¨® la victoria por ¡°poucochinho¡±, por poquico, palabra que le persigue desde entonces. Costa le disput¨® a Seguro, su secretario general, la candidatura a las generales y le pas¨® por encima con el 68% de los votos.
Su inapelable victoria no resta?¨® las heridas dentro del partido. Los procedimientos son importantes en Portugal, y Costa los hab¨ªa roto en la familia socialista. Los seguristas, apartados de los ¨®rganos del partido, quedaron a la espera de su oportunidad.
Esta pareci¨® llegar el 4 de octubre. La jornada electoral confirm¨® unas encuestas que iban pronosticando el declive del l¨ªder socialista. Costa hab¨ªa realizado una campa?a que no mostraba ninguna de sus gracias. Afable en la corta distancia, el aparato del partido le present¨® como un pol¨ªtico de laboratorio. Fue el peor candidato de todos. En un mes, hab¨ªa pasado de aspirar a la mayor¨ªa absoluta a perder por seis puntos ante el primer ministro conservador, Pedro Passos Coelho. Como se encargaron de recordarle los seguristas esa fat¨ªdica noche, no era una derrota por poucochinho, sino por bastante. Y, en justa correspondencia, exigieron su cabeza.
De c¨®mo en 50 d¨ªas ha pasado de estar en la calle a ocupar el palacio de S?o Bento, sede del primer ministro, es asunto excepcional al alcance solo de gente con superpoderes ¡ªque no tiene m¨¦rito¡ª o de maestros del malabarismo, que es el caso. Aprovechando una conjunci¨®n de estrellas ¡ªp¨¦rdida de la mayor¨ªa absoluta conservadora y ascenso del Bloco de Esquerda por encima del PC¡ª Costa ha sentado en la mesa a los comunistas despu¨¦s de 40 a?os de enemistad, ha dado abrazos en Bruselas y los Merrill Lynch del mundo tambi¨¦n han comprado su pel¨ªcula. Y voil¨¢, aqu¨ª el primer primer ministro socialista con votos comunistas de la historia de la democracia portuguesa. La pr¨®xima apuesta es que Ant¨®nio Costa, el gran prestidigitador, no dura un a?o. J¨¢.
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