El ISIS disputa al r¨¦gimen sirio el corredor de Homs

Una enorme nube de polvo envuelve al pu?ado de soldados del Ej¨¦rcito sirio mientras se cubren las orejas para evitar que el estruendo les reviente los t¨ªmpanos. Tras un breve ajuste de coordenadas, regresan al lanzacohetes insertando una nueva carga. A pocos metros a su izquierda, el disparo de un misil retumba dejando un destello detr¨¢s. El impacto levanta otra columna de polvo y humo esta vez a siete kil¨®metros del puesto de artiller¨ªa. Se trata de la localidad de Hawarin, donde decenas de yihadistas del Estado Isl¨¢mico (ISIS, por sus siglas en ingl¨¦s) intentan contener el avance de las tropas regulares para retomar Palmira. La respuesta de los yihadistas no se hace esperar con una lluvia de morteros.

¡°Homs es actualmente uno de los frentes m¨¢s estrat¨¦gicos¡±, valora el general Suleiman Daher, quien antes de este destino permaneciera 17 meses cercado por el ISIS en una base militar de Raqa, capital del califato. ¡°Homs es el corredor que conecta con Alepo al norte [capital econ¨®mica del pa¨ªs], Latakia, al oeste [feudo alau¨ª, confesi¨®n a la que pertenece la familia presidencial], Palmira, al este, y Damasco, al sur¡±, explica el militar. En el flanco este de esta estrat¨¦gica ciudad ¡ªcontrolada en su totalidad por el r¨¦gimen tras abandonar este martes los rebeldes el ¨²nico distrito en su poder¡ª, el ISIS lograba hacerse dos meses atr¨¢s con los poblados de El Qariatein, Hawarin y Mahin.

Esta guerra se libra en un vasto desierto plano salpicado de ruinas milenarias, donde la artiller¨ªa pesada de las tropas regulares cobran ventaja frente a los morteros y tanques del ISIS. Es en las calles de los pueblos, como en El Qariatein, a 12 kil¨®metros de esta posici¨®n, donde se libra la batalla cuerpo a cuerpo produciendo el mayor n¨²mero de p¨¦rdidas.

Recuperada por las tropas leales hace apenas una semana, Mahin es hoy una ciudad fantasma. La mayor¨ªa de los 15.000 habitantes huyeron del ISIS. Otros se sumaron a ellos. Al igual que sucediera en otras localidades sirias, Mahin ca¨ªa en manos de los yihadistas de noche, gracias al apoyo de simpatizantes o ¡°traidores¡±, como les llaman los vecinos.

La operaci¨®n para su reconquista dur¨® 18 d¨ªas y cont¨® con el apoyo de la aviaci¨®n rusa. Sin embargo, los soldados saltan al o¨ªr la palabra ¡°rusos¡±. ¡°Aqu¨ª no hay un solo ruso, todos somos sirios. Este es cristiano de Amran; este, sun¨ª de Deir al Zor; este, druso de Sueida, y yo, de Latakia¡±, espeta el oficial al cargo. ¡°Estamos muy agradecidos a la aviacion rusa por el apoyo, pero aqu¨ª, en la tierra, somos los soldados sirios quienes entregan su vida desde hace a?os para liberar al pa¨ªs¡±, apostilla.

En menos de una hora, tres ambulancias cruzar¨¢n a toda velocidad los 70 kil¨®metros de caminos terrenosos que separan el frente del hospital m¨¢s cercano. En las cunetas, una hilera de coches calcinados. Un barre?o de aceitunas mohosas sobre la mesa junto a un caf¨¦ a medio beber recuerda que la familia Sad tuvo que abandonar su hogar a toda prisa. El pasaporte de Hafed Sad, nacido en 1971, yace sobre el suelo junto a varias prendas y un bote de mermelada. Las tiendas y hogares han sido saqueados.

La resistencia de Sadda

La conquista de Mahin alert¨® a los vecinos de Sadda, siguiente poblado en direcci¨®n a Homs, que cuenta con 25.000 habitantes, su gran mayor¨ªa cristianos. ¡°Llegaron hasta la mitad del pueblo, pero los j¨®venes de la Defensa Civil lograron contenerlos hasta que lleg¨® el Ej¨¦rcito¡±, explica Zeina Khoury, de 62 a?os. Tras dos meses de guerra, los constantes estruendos no logran ya alterar el pulso de esta mujer que prosigue agujas en mano tejiendo un gorrito de lana. Originaria de El Qariatein, ¨²ltimo poblado habitado antes de Palmira, Khoury asegura que el ISIS mantiene secuestrados a 30 civiles cristianos, usados de escudos humanos.

Otros vecinos de Sadda, como Habba el Halil, de 66 a?os, lo han perdido todo. Ahora vive temporalmente con sus tres hijas en una de las casas abandonadas. La suya ha quedado reducida a un mont¨®n de piedras. Tan solo el arco de la entrada, coronado con una cruz, permanece intacto. La pobreza les impide huir. Resignada, Halil levanta hacia el cielo unas manos ¨¢speras y agrietadas por largos a?os de trabajo en la tierra. ¡°Aqu¨ª somos todos aceituneros¡±, espeta. La guerra ha derribado su casa y arrancado sus olivos.