La entrevista
Hoy, la mayor¨ªa de entrevistadores buscan el protagonismo que les da un personaje notorio
¡°La entrevista es la peor aportaci¨®n del nuevo [periodismo]. Resulta degradante para el entrevistador, ofensiva para el entrevistado y aburrida para el p¨²blico¡±. As¨ª de tajante se expresaba el diario franc¨¦s Le Figaro en edici¨®n de mayo de 1886. Reflexi¨®n que ahora luce equivocada, reaccionaria y hasta oscurantista. Prevalec¨ªa la desconfianza ante un g¨¦nero period¨ªstico que reci¨¦n surg¨ªa.
Esa cita est¨¢ sumergida en el fant¨¢stico libro del periodista-historiador brit¨¢nico Christopher Silvester editado a mediados de los noventa por EL PA?S y que contiene m¨¢s de 60 entrevistas fascinantes (entre otros Marx, Mark Twain, Oscar Wilde, Tolstoi, Al Capone, Hitler, Picasso, Mao, etc.). En su introducci¨®n Silvester aporta una sustanciosa historia de la entrevista a la que le pone, incluso, fecha de invenci¨®n: hace 150 a?os.
Hoy, la mayor¨ªa de reales o potenciales entrevistadores buscan el protagonismo que les puede dar un personaje notorio, ning¨²n entrevistado real o potencial se sentir¨¢ ¡°ofendido¡± por el hecho de ser entrevistado y, finalmente, nada m¨¢s lejos del aburrimiento que el inter¨¦s ¡ªy hasta el morbo¡ª que suscitan en el p¨²blico ciertas entrevistas.
Demonizada, por unos, y endiosada, por otros, el hecho es que la entrevista es hoy parte esencial del periodismo ocupando a veces los primeros titulares, como acaba de ocurrir, por ejemplo, con los resultados del discutido encuentro de Sean Penn y Kate del Castillo con El Chapo Guzm¨¢n. Paralelamente, se afianza la entrevista-ensayo como una interesante herramienta. Por ejemplo, la entrevista-di¨¢logo Truffaut-Hichcock o la de Reivindicaci¨®n de la Pol¨ªtica, entre Javier Solana y Lluis Bassets.
El caso del Chapo puso de manifiesto la tensi¨®n entre el leg¨ªtimo derecho de los comunicadores junto con el tambi¨¦n leg¨ªtimo inter¨¦s del Estado de usar esa relaci¨®n para capturar al delincuente
Hoy, en tiempos de la inform¨¢tica y de la masificaci¨®n de la informaci¨®n y las comunicaciones, la entrevista goza de buena salud y ocupa lugar protag¨®nico. En torno a la entrevista ¡ªde antes y ahora¡ª se siguen suscitando, sin embargo, muchas reflexiones e interrogantes que no es sencillo resolver. Resaltan, as¨ª, al menos cuatro temas que suelen saltar para la reflexi¨®n. Uno es el de la implicancia de entrevistar a personas sindicadas como delincuentes y/o buscadas por la justicia. El caso reciente del Chapo de la entrevista con Sean Penn y Kate del Castillo puso nuevamente de manifiesto la tensi¨®n entre el leg¨ªtimo derecho de los comunicadores junto con el tambi¨¦n leg¨ªtimo inter¨¦s del Estado de usar esa relaci¨®n para capturar al delincuente m¨¢s buscado del pa¨ªs. Obviamente que por la sola entrevista a un delincuente no se viola la ley; tendr¨ªa que encontrarse ¡ªy probarse¡ª que en esas conversaciones, por ejemplo, se acordaron o efectuaron acuerdos o pagos vinculados a dineros ilegales.
Otro es el del pago para una entrevista. No es ilegal ni hay normas ¡ªinternacionales ni nacionales¡ª que proh¨ªban pagar a un(a) entrevistado(a). Es, simplemente, un asunto de ¨¦tica elemental que se proscribe por los medios m¨¢s serios y por los periodistas m¨¢s responsables. Conseguir una entrevista es una permanente puesta a prueba del esfuerzo period¨ªstico de localizar y persuadir a la fuente.
Un tercer aspecto ¡ªm¨¢s sutil y controversial¡ª es el de la revisi¨®n ¡ªo no¡ª del texto por la persona entrevistada antes de su publicaci¨®n. Aqu¨ª s¨ª no hay un asunto de principio; si lo hubiera, habr¨ªan incurrido en su violaci¨®n muy importantes medios en el siglo XX que segu¨ªan esa pr¨¢ctica. El argumento a favor es que una revisi¨®n ayuda a que se transmita m¨¢s fielmente lo que el entrevistado quiere decir. En contra: el peligro de algo de censura y de convertir un di¨¢logo ¨¢gil en aburrido mon¨®logo. Me inclino por esta segunda opci¨®n. Felizmente, el hecho prevaleciente es que la entrevista abierta, descarnada, sin censura ni recortes goza de buena salud en las sociedades democr¨¢ticas. Retos elementales para la seriedad y el rigor period¨ªstico: no distorsionar lo que dijo la persona entrevistada y no pretender convertir al entrevistador en el protagonista ¡ªpor ejemplo, Sean Penn con su ego colosal¡ª cuando quien debe serlo es el entrevistado.
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