Una vejez a la sombra
La justicia guatemalteca y las violaciones a los derechos humanos del pasado
¡ªTengo lo que ocurri¨®, aqu¨ª-¡ªdijo se?al¨¢ndose la cabeza, con el ¨ªndice-. Pasa delante de mis ojos todos los d¨ªas. Como si fuera una pel¨ªcula.
No era la primera vez que hablaba con Emma, pero s¨ª la primera vez que la escuchaba narrar los acontecimientos de aquel terrible d¨ªa en el que se llevaron a su hijo, Marco Antonio Molina Theissen, cuando ten¨ªa tan s¨®lo 14 a?os. Lo contaba con el gesto estoico, la mirada serena y el dolor agarrado a cada palabra.
?¡ªLo empujaron dentro de la casa y lo engrilletaron a un mueble. A nadie m¨¢s de la casa. S¨®lo a ¨¦l. A m¨ª me llevaron por las habitaciones, buscando armas o qu¨¦ s¨¦ yo qu¨¦ iban buscando. Cuando pude salir a la calle se lo estaban llevando.?
Aquella ser¨ªa la ¨²ltima vez que lo vio. Justo un d¨ªa despu¨¦s de que una de sus tres hijas, Emma Guadalupe, escapara tras nueve d¨ªas de secuestro, en los que fue torturada y violada repetidas veces por varios miembros del ej¨¦rcito guatemalteco.
El pasado lunes 12 de enero, casi 35 a?os despu¨¦s, Emma ve¨ªa sentarse, a un metro de ella, a los cuatro imputados por estos hechos. Altos cargos militares retirados que aparec¨ªan con aire despreocupado, saludando a la familia y mostr¨¢ndose relajados. Como si estuvieran all¨ª para ver un espect¨¢culo y no para formar parte de una audiencia que decidir¨ªa si la justicia de Guatemala les iba a abrir un proceso por delitos de deber a la humanidad, desaparici¨®n forzada y violaci¨®n sexual.
La sala estaba dividida. En un lado los defensores y defensoras de derechos humanos, que estaban all¨ª para apoyar a Emma Theissen y a sus hijas, Ana Lucrecia y Mar¨ªa Eugenia. En el otro, los familiares y simpatizantes de los imputados.
¡ªNo son acusados a¨²n; son sindicados¡ª, me explic¨® una de las abogadas con las que viajaba. Era mi primera vez en un juicio y en seguida me di cuenta de que la justicia hablaba su propio idioma. Curioso que la ley, hecha para el pueblo, s¨®lo la pueden entender unos pocos, pens¨¦.
En uno de los descansos, uno de tantos, mientras los imputados charlaban animadamente con sus familiares y con algunos de los guardas de la sala, me acerqu¨¦ a saludar a Emma. ¡ªNo me puedo romper me dijo apretando los labios?. Tengo que aguantar. Y me pregunt¨¦ de d¨®nde hab¨ªa salido el material del que estaba hecho aquella mujer: menuda, delgada, heroica.
Observ¨¦ la Ciudad de Guatemala a trav¨¦s de los grandes ventanales de la sala. La vista era hermosa. Las monta?as aparec¨ªan en el fondo del cielo despejado, con apenas algunas nubes pintadas sobre las casas, que se ve¨ªan diminutas, apretadas entre s¨ª, como buscando el calor bajo la tibia luz de la tarde. Mientras, los abogados de la acusaci¨®n narraban los hechos del secuestro, tortura y violaci¨®n de Emma Guadalupe y, posteriormente, los de la desaparici¨®n forzada de Marco Antonio. Repitieron, con leves variantes, me pareci¨®, cuatro veces la sucesi¨®n de los eventos. En cada una resaltaron la implicaci¨®n de uno de los acusados.
Cuatro veces, que con las monta?as de fondo, el cielo con apenas nubes, y las casas apretadas bajo el atardecer, Emma y sus hijas tuvieron que volver a escuchar el secuestro, tortura y violaci¨®n de Emma Guadalupe y la desaparici¨®n forzada de Marco Antonio. Y en mi cabeza, el ¡°no me puedo romper¡± de aquella extraordinaria mujer.
A las tres de la tarde del tercer d¨ªa, la sala n¨²mero siete se hab¨ªa llenado de tensi¨®n, cables, c¨¢maras y micr¨®fonos. No cab¨ªa un alma. Emma, impert¨¦rrita. Los acusados, nerviosos. La sala, de puntillas. ¡°Soy la ¨²nica en este caso que no est¨¢ bajo presi¨®n¡±, dijo la jueza. La ¨²nica que puede hacer historia, pens¨¦.
El general de divisi¨®n Manuel Antonio Callejas Callejas y Hugo Ramiro Zalda?a Rojas, oficial S-2 del Estado Mayor, fueron ligados a proceso por el delito de desaparici¨®n forzada. Mientras que Francisco Luis Gordillo, Edilberto Letona quienes eran comandante y segundo comandante de la zona militar ¡°GMLB¡±, de Quetzaltenango, fueron ligados a proceso por los delitos de deberes contra la humanidad. Zalda?a tambi¨¦n fue ligado a proceso por este delito.
S¨¦ que a¨²n queda un largo y arduo camino procesal para que se haga justicia en este caso y que Guatemala est¨¢ lejos a¨²n de cumplir con su deber internacional y con su deber con la familia Molina Theissen. Pero tambi¨¦n s¨¦ que el mi¨¦rcoles 13 de enero de 2016 pasar¨¢ a la historia como el d¨ªa en que la justicia guatemalteca mand¨® a la c¨¢rcel a cuatro altos cargos militares retirados, a pasar dos meses de su vejez a la sombra.
Antonio Ja¨¦n Osuna es Director de Comunicaci¨®n del Centro por la Justicia y el Derecho Internacional, CEJIL. Twitter @antoniojaen
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