La pol¨ªtica del desprecio
El desd¨¦n de Obama hacia la clase trabajadora ha cimentado el ¨¦xito de Trump, erigido en un genio de la burla que millones de estadounidenses consideran que les representa
Los espa?oles est¨¢n perplejos ante el ascenso de Donald Trump en la pol¨ªtica estadounidense. Las explicaciones que ofrecen los medios de comunicaci¨®n espa?oles suelen centrarse en el supuesto racismo o la estupidez de los conservadores norteamericanos. Es una interpretaci¨®n incorrecta. El trumpismo es fruto de un desprecio creciente surgido en la din¨¢mica pol¨ªtica de EE UU.
El 3 de noviembre de 2004, a la ma?ana siguiente de la reelecci¨®n de George W. Bush, recib¨ª un correo electr¨®nico que circulaba por las universidades, incluida en la que yo daba clase en aquella ¨¦poca. El mensaje conten¨ªa un mapa que se?alaba las circunscripciones en las que hab¨ªa ganado Bush y en las que se hab¨ªa impuesto John Kerry, y comparaba los niveles educativos en esas zonas. Los lugares donde gan¨® Bush ten¨ªan un nivel medio de educaci¨®n m¨¢s bajo que en lo que gan¨® Kerry. El comentario que acompa?aba a este dato, en tono despectivo, lo interpretaba como prueba de que los votantes de Bush eran unos tontos incultos.
Desde el punto de vista acad¨¦mico, la conclusi¨®n era incre¨ªblemente endeble. Pero lo que m¨¢s me asombr¨® fue ver el desprecio, nada disimulado, de muchos miembros de la ¨¦lite progresista hacia una gran masa de personas normales y corrientes, trabajadoras.
En esos momentos, el Partido Dem¨®crata no reflejaba formalmente ese desprecio. Su miembro m¨¢s destacado, el expresidente Bill Clinton, no era una persona desde?osa; es m¨¢s, ten¨ªa las ra¨ªces proletarias que tanto despreciaban mis colegas. Pero ya se estaba fraguando una guerra.
Estall¨® en 2008, cuando el candidato Barack Obama ¡ªun izquierdista sin ambages, como muchos de mis colegas universitarios¡ª pronunci¨® una frase, hoy famosa, en un acto para recaudar fondos entre millonarios de San Francisco (la ciudad m¨¢s de izquierdas de Estados Unidos). ?Por qu¨¦ la clase trabajadora se inclinaba a la derecha? ¡°Est¨¢n resentidos¡±, explic¨®, y ¡°se aferran a las armas, o a la religi¨®n, o a la antipat¨ªa hacia personas que son distintas, o se vuelven en contra de los inmigrantes, o del comercio, para justificar sus frustraciones¡±.
No tengo ni idea de cu¨¢l era la intenci¨®n de Obama, pero recuerdo con claridad que todo el mundo lo interpret¨® como un insulto a quienes estaban pas¨¢ndolo mal econ¨®micamente. En a?os sucesivos hubo muchos m¨¢s casos. En 2012, el presidente se burl¨® en tono desde?oso de la ideolog¨ªa conservadora (de nuevo en un acto con millonarios en San Francisco): ¡°Si caes enfermo, arr¨¦glatelas como puedas. Si no puedes pagar la universidad, arr¨¦glatelas como puedas. Si no te gusta que una empresa est¨¦ contaminando tu aire o el aire que respira tu hijo, arr¨¦glatelas como puedas¡±.
Podr¨ªa citar muchos otros ejemplos en los que el presidente tacha a los conservadores y la clase trabajadora de retr¨®grados, est¨²pidos e insensibles. Le pregunto al lector espa?ol: si usted fuera (como yo) una persona de opiniones moderadamente conservadoras, ?qu¨¦ sentir¨ªa ante esas palabras? ?Eso facilitar¨ªa hacer progresos en pol¨ªtica o lo har¨ªa m¨¢s dif¨ªcil?
Hay muchos ejemplos en los que el presidente ha tachado a los conservadores de retr¨®grados e insensibles
Existe un enorme volumen de investigaciones psicol¨®gicas sobre el desprecio y concluyen que es una fuerza completamente destructiva. En palabras del fil¨®sofo del siglo XIX Arthur Schopenhauer: ¡°El aut¨¦ntico desprecio¡ es la convicci¨®n absoluta de que el otro no vale nada¡±.
Desprecio no es lo mismo que ira. En una serie de experimentos cuyos resultados se publicaron en 2007 en el Journal of Personality and Social Psychology, dos psic¨®logos descubrieron que la ira se caracteriza por respuestas agresivas inmediatas, pero que hay reconciliaci¨®n a largo plazo. Por el contrario, el desprecio se caracteriza por el rechazo y la exclusi¨®n social a corto y a largo plazo. El desprecio es totalmente destructivo, y su objetivo es la hostilidad permanente.
La presidencia de Obama ha llevado a primer plano la pol¨ªtica del desprecio. ?l no es el ¨²nico culpable: otros muchos han seguido su ejemplo. Los republicanos han hecho todo tipo de declaraciones irresponsables y despectivas contra Obama y los dem¨®cratas. Pero la responsabilidad es sobre todo del presidente, porque es el l¨ªder y es quien marca el debate nacional. Es ¨¦l quien debe utilizar un tono que permita un progreso democr¨¢tico consensuado, no la destrucci¨®n pol¨ªtica total. No lo ha hecho, y eso ha debilitado a nuestra naci¨®n.
El trumpismo es la consecuencia actual de esa pol¨ªtica del desprecio. La candidatura de Trump surgi¨® como reacci¨®n al desd¨¦n de los progresistas hacia los ciudadanos de a pie que solo aspiran a ganarse la vida en una situaci¨®n econ¨®mica complicada. Ahora, por lo visto, muchos creen haber encontrado en Donald Trump a un palad¨ªn capaz de contraatacar. Pero ¨¦l mismo se ha convertido en un genio del desprecio, capaz de burlarse magistralmente de cualquiera que no est¨¦ de acuerdo con ¨¦l.
No tengo ni idea de si Trump va a ganar las primarias republicanas. Como cat¨®lico, me es imposible apoyar sus crueles insultos. Como economista, creo que sus propuestas est¨¢n profundamente equivocadas. Pero como persona dotada de sentido com¨²n, puedo entender su popularidad despu¨¦s de siete a?os de desprecio del presidente Obama hacia tantos de mis conciudadanos.
Arthur Brooks es presidente del American Enterprise Institute.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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