Somayeh Zarifie, en espera de una nueva vida en Alemania

Somayeh Zarifie sonr¨ªe mucho. Es una de las pocas herramientas con las que esta iran¨ª de 33 a?os se puede comunicar desde que lleg¨® a Alemania hace cuatro meses. Zarifie es la ¨²nica persona de habla farsi en el centro de refugiados berlin¨¦s donde vive; y una de las pocas mujeres que est¨¢n all¨ª solas ¡ªsin una red familiar que las proteja¡ª del albergue. ¡°He ense?ado algo de farsi a las dos kurdas con las que comparto habitaci¨®n y as¨ª podemos entendernos algo. Con el resto de la gente es m¨¢s dif¨ªcil¡±, asegura a trav¨¦s de un int¨¦rprete desde este lugar en el que conviven 160 personas de pa¨ªses e idiomas distintos que solo tienen algo en com¨²n: haber huido de sus hogares con la esperanza de encontrar en Alemania un futuro mejor.

Zarifie era peluquera en su pa¨ªs, y trabajaba, cuenta, durante largu¨ªsimas jornadas. Prefiere no hablar mucho de los 20 d¨ªas que pas¨® viajando por la peligrosa ruta de los Balcanes, dejando su vida en manos de los traficantes a los que pag¨® una buena cantidad de dinero. Ella es solo un caso entre el mill¨®n de personas que el a?o pasado entraron en Alemania como solicitantes de asilo. No todos ellos lograron formalizar su petici¨®n, pero de los m¨¢s de 476.500 que lo hicieron unos 150.000 eran mujeres. En el total de los pa¨ªses de la UE, ellas son alrededor del 27% de los solicitantes de asilo.

Sentada en una sala del centro donde vive, decorada por los refugiados con sus fotos y dibujos de los ni?os, la iran¨ª cuenta que est¨¢ haciendo un curso de alem¨¢n y que ya habla unas pocas palabras. No habla mucho de su pasado en Ir¨¢n, donde se qued¨® casi toda su familia. Pero lo que de verdad obsesiona a esta mujer que por primera vez en su vida ense?a en p¨²blico su larga cabellera rubia es que no ha podido encontrarse aun con su marido, que lleg¨® antes a Alemania y que est¨¢ en otro centro de refugiados del oeste del pa¨ªs.

Pese a que solo les separan 600 kil¨®metros y que los dos est¨¢n en el mismo pa¨ªs, Zarifie no sabe cu¨¢ndo podr¨¢n verse tras cuatro meses separados. ¡°?l est¨¢ en un centro solo para hombres, en el que no hay familias. Llevamos semanas intentando juntarnos, pero nunca terminan de darme una respuesta. Yo ya no s¨¦ qu¨¦ m¨¢s puedo hacer¡±, dice con timidez. No quiere pensar mucho en su futuro en Alemania. Se?ala que su meta es reunirse con su esposo, aprender alem¨¢n, encontrar un trabajo y poder asentarse y tener hijos.

La mayor libertad de las mujeres en Europa influy¨® para que abandonar¨¢ su ciudad, Isfah¨¢n, la tercera ciudad m¨¢s grande de Ir¨¢n y un aut¨¦ntico tesoro de la cultura persa. Pero Zarifie prefiere no detallar los motivos que le llevaron a irse de su pa¨ªs. ¡°Esa pregunta prefiero no contestarla¡±, repetir¨¢ varias veces a lo largo de la entrevista. El int¨¦rprete, un iran¨ª que lleva en Alemania 14 a?os, dice que la entiende: que tiene miedo despu¨¦s de haber pasado toda su vida en un pa¨ªs autoritario en el que no est¨¢n claras las consecuencias que acarrear¨ªa el contar seg¨²n qu¨¦ cosas a un periodista desconocido.

La responsable del centro de acogida, Kirsten Frohnapfel, explica que la convivencia entre los 160 solicitantes de asilo es aceptable si se tiene en cuenta que ninguno est¨¢ ah¨ª de forma voluntaria. ¡°No hay grandes conflictos, pero s¨ª peleas que suelen comenzar por nimiedades, como una discusi¨®n de los ni?os que luego se traslada a sus padres, o que alguien no haya limpiado la cocina¡±, explica. Frohnapfel a?ade que la situaci¨®n es a¨²n m¨¢s complicada para las mujeres solas, como Zarifie, porque se sienten desprotegidas al no tener familia o a sus esposos a su lado. ¡°Creo que sobre todo es un problema cultural. Nuestra labor aqu¨ª consiste tambi¨¦n en explicarles que no deben tener miedo e insistir en que las mujeres tienen los mismos derechos y el mismo valor que los hombres¡±, contin¨²a la directora del refugio.

Zarifie lleva poco tiempo en Alemania, pero ya tiene claro lo que m¨¢s le gusta de su nuevo pa¨ªs de residencia: la naturaleza, lo tranquilas que son las calles y que aqu¨ª la gente no se mete en la vida de los dem¨¢s. ?Y lo que menos? ¡°La comida del centro no es demasiado buena. Pero sobre todo, los problemas que me ponen para reunirme con mi marido¡±, concluye.