Ted Cruz busca movilizar a las bases m¨¢s conservadoras
El senador conoce al dedillo la Constituci¨®n y la Biblia
Ted Cruz fue el primer candidato republicano en anunciar, hace un a?o, su intenci¨®n de competir por la Casa Blanca. Pocos daban entonces alguna opci¨®n de ¨¦xito al senador de Texas, que va acumulando enemigos por donde pasa. Demasiado derechista, demasiado intolerante, un conservador cuyos discursos apocal¨ªpticos disgustan a las ¨¦lites de un Partido Republicano que ve con horror c¨®mo las opciones m¨¢s moderadas se diluyen y Cruz moviliza a las bases.
Cruz es hijo de un inmigrante cubano y de una estadounidense que naci¨® en 1970 en Calgary (Canad¨¢), motivo por el cual Donald Trump, su gran rival en la contienda electoral, ha sembrado dudas sobre la constitucionalidad de su elecci¨®n. Estas dudas no han ido a m¨¢s, pese al empe?o del magnate, cuya ret¨®rica explosiva solo es comparable a la del senador de Texas. Hay dos textos que Cruz se conoce al dedillo: la Constituci¨®n de Estados Unidos y la Biblia, las dos referencias que marcan su quehacer pol¨ªtico.
Cruz es un jurista reconocido que estudi¨® en las prestigiosas universidades de Princeton y Harvard y que defiende una lectura literal de la Constituci¨®n, incluido el sacrosanto derecho a portar armas. Este posicionamiento le sit¨²a en la ¨®rbita del recientemente fallecido juez del Tribunal Supremo de Antonin Scialia, un referente moral e intelectual de la derecha en EE UU. Con la Biblia, Cruz tiene una relaci¨®n similar. Es partidario de una lectura al pie de la letra, lo que le permite tener un peso importante entre la comunidad evang¨¦lica del pa¨ªs.
Para Cruz la palabra pacto no existe. Es s¨ªmbolo de debilidad
El senador de Texas tiene una visi¨®n de la pol¨ªtica que solo se entiende desde las trincheras, o conmigo o contra m¨ª, lo que le ha granjeado innumerables enemistades. Para ¨¦l, Washington, donde se concentra el poder pol¨ªtico, no es m¨¢s que ¡°un cartel¡± que da la espalda a los ciudadanos de EE UU y solo mira por sus intereses. En ese Washington incluye sin titubeos a sus compa?eros republicanos, que tragan saliva ante sus peroratas incendiarias.
Para Cruz la palabra pacto no existe. Es s¨ªmbolo de debilidad. En la campa?a electoral dispara sin piedad y amenaza con abolir la reforma sanitaria del presidente Barack Obama, el pacto nuclear con Ir¨¢n o la agencia que recauda los impuestos federales, una pira?a que, en su opini¨®n, desangra a los Estados. Para ¨¦l, el derecho al aborto es una aberraci¨®n y, en materia de inmigraci¨®n, uno de los asuntos m¨¢s sensibles en un pa¨ªs construido con oleadas procedentes de casi todo el planeta, representa el ala m¨¢s dura de los republicanos: es partidario de no dar ni agua a los m¨¢s de 11 millones de indocumentados que se calcula que hay en el pa¨ªs. Este hecho le da un papel intrascendente entre la comunidad hispana de EE UU pese a su origen cubano.
En la campa?a se la ha acusado de practicar el juego sucio, despu¨¦s de que su candidatura dijese que el neurocirujano Ben Carson se iba a retirar en v¨ªsperas de la votaci¨®n en Iowa. Se vio obligado a pedir disculpas, aunque Carson se retir¨® poco despu¨¦s. Trump le dibuja como un mentiroso compulsivo. Y ¨¦l a Trump como un falso conservador.
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