¡°Somos todos Moro¡±

En la muchedumbre de indignados que han salido de nuevo a la calle en Brasil contra la corrupci¨®n y para exigir la salida de la presidenta Dilma Rousseff, solo un personaje se ha salvado de la protesta: el juez S¨¦rgio Moro, protagonista de la operaci¨®n Lava Jato.

En ninguna de las manifestaciones anteriores qued¨® tan patente que los brasile?os est¨¢n colocando su esperanza de cambio y de regeneraci¨®n de la vida pol¨ªtica en la cruzada moralizadora que est¨¢ llevando a la c¨¢rcel a decenas de pol¨ªticos y empresarios involucrados en el esc¨¢ndalo de Petrobras, considerado el mayor esc¨¢ndalo de corrupci¨®n ya conocido hasta ahora.

En una gran pancarta colocada en el suelo en la explanada de los ministerios de Brasilia estaba escrito: ¡°Somos Moro¡±.

El mayor n¨²mero de carteles, superando incluso a los tradicionales ¡°Fuera Dilma¡±, ¡°Fuera PT¡± y ¡°Lula ladr¨®n¡±, estuvieron esta vez concentradas en la glorificaci¨®n del juez que tiene en vilo a la clase pol¨ªtica. ¡°Moro, estamos contigo¡±; ¡°100% Moro¡±; ¡°Somos todos S¨¦rgio Moro¡±; ¡°S¨¦rgio Moro, orgullo nacional¡±; ¡°Viva el juez Moro¡±.

No se trat¨® de pancartas impresas, distribuidas por alguna de las organizaciones de la manifestaci¨®n. Estaban escritas a mano, con caligraf¨ªas diferentes, en manos de personas de todas las edades.

Una de esas pancartas estaba junta con esta otra: ¡°Queremos un nuevo Brasil¡±, y otra, ¡°Que nos devuelvan a Brasil¡±.

A cada nueva manifestaci¨®n va quedando m¨¢s claro que este pa¨ªs ha colocado en el centro de su protesta la lucha contra la corrupci¨®n, que parece cada d¨ªa m¨¢s infiltrada en todas las instituciones del Estado.

Esta manifestaci¨®n, que ha tenido el m¨¦rito de desmentir todas las profec¨ªas de que pudieran ser violentas, ha revelado que Brasil, a pesar de su ira contra la crisis pol¨ªtica y econ¨®mica que lo aflige, sigue apostando por la paz.

S¨ªmbolo de ello fueron los miles de globos blancos lanzados al aire al final de cada acto de protesta. En Brasilia, la multitud, antes de dirigirse hacia los palacios del poder quiso pasar por la moderna catedral de Niemayer para recitar una oraci¨®n.

En las 400 ciudades donde la gente sali¨® a la calle contra el Gobierno, lo que prim¨® fue un clima de fiesta, bajo los colores verde amarillo de Brasil.

Sentada en el suelo, una madre daba el pecho a su peque?o, como s¨ªmbolo de que estaba pidiendo para ¨¦l un Brasil no solo m¨¢s limpio, m¨¢s de todos, con pol¨ªticos m¨¢s responsables y menos corruptos, con menores desigualdades, sino tambi¨¦n un pa¨ªs que siga apostando por la uni¨®n, sin dejarse tentar por los demonios del enfrentamiento.

Los expertos hab¨ªan alertado sobre la importancia que el ¨¦xito o fracaso de la manifestaci¨®n podr¨ªa tener para decidir sobre el futuro del Gobierno Rousseff y para los nuevos equilibrios pol¨ªticos del pa¨ªs.

Hoy qued¨® claro que la calle, con su protesta multitudinaria, obligar¨¢ a esa clase pol¨ªtica a abrir una nueva p¨¢gina cuyo final sigue siendo una inc¨®gnita.

Como hab¨ªa escrito d¨ªas atr¨¢s en el diario O Globo el exguerrillero Fernando Gabeira, hoy uno de los intelectuales m¨¢s comprometidos en la defensa de la democracia: ¡°Puede que los brasile?os no sepan lo que es necesario hacer, pero saben que algo hay que hacer, y con urgencia¡±.

El domingo, en las calles de todo Brasil, se revel¨® esa premura de cambio que bulle en el ¨¢nimo de la gente y que no parece dispuesta a esperar m¨¢s.