Cuando todos quer¨ªamos ser Lula
Las acusaciones contra el expresidente son suficientes para que se pretenda destruir su emblem¨¢tica figura
Tras las acusaciones de corrupci¨®n y lavado de dinero contra el expresidente Luiz In¨¢cio Lula da Silva, la escalada de tensi¨®n pol¨ªtica y jur¨ªdica desatada en Brasil marca un punto y aparte en la historia pol¨ªtica de Am¨¦rica Latina. Pero hay que ir m¨¢s all¨¢ de las imputaciones para buscar una interpretaci¨®n hist¨®rica que, en mi opini¨®n, es la que da verdadero sentido a todo lo que est¨¢ sucediendo. Y un aspecto que conforma esa interpretaci¨®n es el hecho de que, al menos en los ¨²ltimos cuarenta a?os, la reforma ha sustituido a la ruptura en diferentes pa¨ªses del mundo.
Desde el ¨¦xito de la Transici¨®n en Espa?a, se cuestiona qu¨¦ resulta mejor: si el apareamiento con las fuerzas que convivieron con las dictaduras a las que se reemplazaba o la ruptura en profundidad y empezar de cero. En ese sentido, es muy probable que la llegada a la presidencia tanto del primer obrero metal¨²rgico, en el caso de Lula, como del primer afroamericano, en el caso de Barack Obama, sean los dos ejemplos m¨¢s representativos. Despu¨¦s de tres intentos, Lula y su Partido de los Trabajadores (PT) llegaron al poder en 2003 mediante un pacto. Primero, con las fuerzas econ¨®micas y, despu¨¦s, con el Partido del Movimiento Democr¨¢tico Brasile?o (PMDB), que ha formado parte del poder desde el fin de una dictadura militar de 21 a?os, con la que tambi¨¦n colabor¨®, pero con el nombre de Movimiento Democr¨¢tico Brasile?o (MDB).
A partir de ah¨ª la mesa qued¨® puesta. Y fue en ese ambiente de impunidad en el que nadie pag¨® por sus culpas, el que permiti¨® que las izquierdas, en nombre de la buena causa, considerasen que tambi¨¦n pod¨ªan incurrir en el incumplimiento de la ley. Iniciado el camino, Lula se puso de acuerdo con sus enemigos de clase para conseguir un hito hist¨®rico: sacar a m¨¢s de 30 millones de ciudadanos de la pobreza y convertirlos en la famosa clase C. Ahora las acusaciones contra ¨¦l son suficientes para que, sin necesidad de cambiar las leyes, se pretenda destruir su emblem¨¢tica figura. Y al mismo tiempo, lanzar un mensaje urbi et orbi de que el tiempo de las reformas ha llegado a su fin.
Pero la verdad es que la agresividad de la fiscal¨ªa y la polic¨ªa brasile?as, as¨ª como el proceso de derribo de las instituciones por parte de Dilma Rousseff, una presidenta que se ridiculiza al criticar a su propio aparato judicial, descalificando la detenci¨®n violenta de su antecesor en el cargo, pone de manifiesto diversos aspectos. Por una parte, que la historia y los gobernantes no tienen m¨¢s remedio que atender al clamor popular. Y por otra que la restituci¨®n de la democracia no excluy¨® la construcci¨®n de modelos pol¨ªticos que, por una buena causa, acabaron en corrupci¨®n y excesos del poder.
A Lula se le est¨¢ persiguiendo en nombre del cambio pol¨ªtico no consolidado que supuso la reforma brasile?a. A Lula se le persigue, como nunca se persigui¨® al PMDB. Un partido que primero fue el soporte t¨¦cnico de situaciones antidemocr¨¢ticas, despu¨¦s fue el autor de la primera fase de las reformas y, finalmente, abraz¨® al obrero metal¨²rgico para que diera un salto hist¨®rico.
Ahora, fracasadas las instituciones democr¨¢ticas, hay que reconocer que, en ocasiones, el uso de la ley en manos de las fuerzas pol¨ªticas es la mejor arma para acabar con los avances hist¨®ricos.
Aunque esto no s¨®lo significa la destrucci¨®n del mito y la muerte del ¨ªdolo, sino el colapso definitivo del orden institucional brasile?o. Y con el expresidente, tan cuestionado por el cuerpo de la ley, el mismo que te¨®ricamente debe obedecer a la presidenta, la destituci¨®n de Rousseff ya est¨¢ servida.
Sin embargo, no hay que menospreciar que ahora en Brasil, el que la hace la paga, sea quien sea. Y en este caso, la ley se aplica contra todo lo que se hizo desde el PT y desde la presidencia para recordar a los pueblos que el precio de los sue?os es muy alto y que normalmente los ¨ªdolos siempre tienen los pies de barro.
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