¡°El conductor mantuvo la calma pese a los cuerpos en el and¨¦n¡±
Relato del espa?ol a los mandos del convoy que marchaba justo detr¨¢s del atacado
¡°?Cortad la electricidad! ?Algo grave pasa en el metro de enfrente!¡± J. D. R., espa?ol nacido en Bruselas, iba a los mandos de uno de los convoyes del metro de la capital belga cuando oy¨® la voz agitada de una compa?era en la radio interna del suburbano. Acababa de cruzarse en el t¨²nel con el metro donde un suicida se hac¨ªa explotar. Eran los primeros en saber que algo no iba bien.
A la voz femenina le sigue otra masculina. Es Christian Delhasse, el conductor del tren atacado. ¡°He tenido una explosi¨®n muy grave. Voy a ver qu¨¦ pasa¡±, le oye decir. El maquinista espa?ol est¨¢ tres paradas m¨¢s atr¨¢s y aguza el o¨ªdo unos instantes que recuerda eternos. ¡°Pasaron dos o tres segundos hasta que [el conductor del metro afectado] llama a la seguridad y pide que env¨ªen todo lo posible [en referencia a equipos de emergencia] diciendo que lo que hay es terror¨ªfico y horrible. Al o¨ªr su tono de voz, su gravedad, sent¨ª escalofr¨ªos. Llevo dos noches sin dormir. Solo me viene a la cabeza eso¡±, recuerda desde una cafeter¨ªa de la capital europea con la cara tensa, la frente arrugada, la lengua empujando la mejilla. El nudo adivin¨¢ndose en la garganta.
Cuando es consciente de la gravedad de la situaci¨®n que vive, decide parar unos segundos y pensar. Tiene que hacer salir a los que viajan con ¨¦l. Teme que pueda ser atacado. ¡°Much¨ªsimas veces van de dos en dos, como pas¨® en el aeropuerto, como pas¨® en Par¨ªs, en Madrid o en Nueva York¡±. Y pronuncia unas palabras que repite como si todav¨ªa fuera martes y estuviera de nuevo bajo tierra a los mandos de su tren: ¡°Aviso a todos los pasajeros. Este metro no se va a mover. Les pido por favor que con toda la calma del mundo salgan del metro y se dirijan hacia las salidas de la estaci¨®n. Muchas gracias¡±.
La gente obedece y sale caminando con la normalidad del que ignora que solo unos metros delante hay un reguero de cad¨¢veres. J. D. R. tambi¨¦n camina. Lo hace con la soledad y el peso a cuestas de ser el ¨²nico de los que sale que sabe la gravedad de los hechos, ni afirmando ni negando cuando los pasajeros se le acercan y le preguntan si es una bomba. ¡°Si hubieran notado que estaba nervioso, el p¨¢nico hubiera cundido e imag¨ªnate 500 personas corriendo¡±. Es hora punta en la l¨ªnea que pasa por las instituciones europeas y la parada de Maelbeek es un gran cementerio donde yacen m¨¢s de una decena de muertos. El maquinista espa?ol escap¨® por poco: ¡°Si el suicida acciona los explosivos cinco minutos m¨¢s tarde, me pilla a m¨ª¡±.
Su admiraci¨®n hacia la respuesta del compa?ero que conduc¨ªa el metro atacado es infinita: ¡°Ha sabido guardar la calma mientras ve¨ªa cuerpos esparcidos por el and¨¦n para sacar a los dem¨¢s viajeros¡±. Ha hablado con ¨¦l y le ha contado el origen de esa sangre fr¨ªa. ¡°Ya hab¨ªa intervenido en casos de suicidios¡±, dice.
El conductor espa?ol llama para avisar de que ha vaciado su veh¨ªculo. Las fuerzas de seguridad llegan: ¡°La polic¨ªa baj¨® del coche pistola en mano, metralleta al hombro. Aquello parec¨ªa una pel¨ªcula, fui con ellos por si hab¨ªa alguien escondido¡±.
El d¨ªa despu¨¦s J. D. R. acude a trabajar. Muchas estaciones est¨¢n cerradas y los trenes no se detienen en todas las paradas. Las medidas de seguridad se han multiplicado y los militares registran las mochilas de los pasajeros. ¡°El miedo en el cuerpo sigue estando ah¨ª por muchos medios que pongan. El militar te puede defender si vienen con metralletas pero alguien con un cintur¨®n de explosivos debajo igual te gui?a el ojo y se hace explotar¡±, cuenta.
El conductor llega a la estaci¨®n, cercana a su casa, para empezar una nueva jornada, diferente a todas las anteriores. ¡°Lo primero que hice en cuanto pude el martes es hacer una videollamada a mi hijo para verlo. Eso es lo que m¨¢s me calm¨®¡±. El 22 de marzo ya nunca ser¨¢ un d¨ªa m¨¢s para ¨¦l. De entre las instant¨¢neas que aparec¨ªan en su cabeza en los momentos de mayor tensi¨®n una destacaba sobre el resto: ¡°Cuando pas¨® todo esto ten¨ªa la imagen de mi hijo. Es a lo que te aferras¡±.
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