Dilma, impeachment, golpe
La crisis brasile?a es una crisis para toda Am¨¦rica Latina
Es un pa¨ªs de Am¨¦rica Latina, en recesi¨®n y con una inflaci¨®n desbocada. Las denuncias por sobornos a cambio de favores pol¨ªticos a empresarios se multiplican. Renuente a ser parte de contratos il¨ªcitos, el presidente del monopolio estatal de petr¨®leo renuncia por la presi¨®n de un cercano asesor del presidente. El caso llega al Congreso, que inicia una investigaci¨®n. Se vota a favor del juicio pol¨ªtico contra el propio Presidente de la Naci¨®n. ?ste renuncia dos meses despu¨¦s y asume el vicepresidente, un pol¨ªtico de otro partido.
?Suena conocido? Se trata de Brasil, por supuesto, solo que en 1992. Aquella historia lleg¨® al Congreso a trav¨¦s de investigaciones period¨ªsticas. El presidente Collor, de la derecha del Estado de Alagoas, aleg¨® que el apremio de los medios y los partidos de oposici¨®n¡ªel paulista PT, entre ellos¡ªera un golpe de Estado. Fue un recurso discursivo para minimizar la protesta de la calle que ped¨ªa su remoci¨®n. Fue en vano.
Cualquier semejanza con el presente no es coincidencia. Aquel intelectual que dec¨ªa que la historia siempre ocurre dos veces, estaba errado: ambas ocasiones pueden ser tr¨¢gicas. Alguien en este siglo plagi¨® el script de 1992 y lo puso frente al espejo. En ¨¦l, lo que est¨¢ a la izquierda se ve a la derecha y viceversa; lo dem¨¢s es id¨¦ntico. Excepto las cifras de la corrupci¨®n, claro, que van de los 2.5 millones de d¨®lares del jard¨ªn de Collor, su propia Babilonia en Brasilia, a los 2.000 millones de Petrobras bajo el PT.
Brasil modelo 2016 le habla al resto de Am¨¦rica Latina. Los golpes militares son reliquias del pasado, pero no as¨ª la fragilidad institucional y su consecuente inestabilidad. De hecho, desde las transiciones de los ochenta, 20 presidentes de la regi¨®n no han completado sus mandatos, la mayor¨ªa de ellos sin intervenci¨®n militar alguna. Solo dos fueron v¨ªctimas de un golpe militar cl¨¢sico.
Algunos fueron depuestos por impeachment, como Collor y Carlos Andr¨¦s P¨¦rez en Venezuela. Otros por una crisis en la coalici¨®n de gobierno, como Lugo en Paraguay. Tambi¨¦n est¨¢n los que renunciaron ante revueltas ciudadanas, contra la corrupci¨®n, como P¨¦rez Molina en Guatemala, o por una profunda crisis econ¨®mica, como De la R¨²a en Argentina. Para algunos expertos estas crisis se evitar¨ªan con un sistema parlamentario. Otros ven en estos presidencialismos menos r¨ªgidos una capacidad auto-correctiva propia de la democracia.?
Si se trata de un golpe, el golpe lo hizo el mismo Lula, empujando a la presidente al precipicio al hacerse blindar con un cargo de ministro
En todos los casos se ve el ADN de la pol¨ªtica latinoamericana, esa incapacidad cong¨¦nita para respetar las reglas de juego. Es una regi¨®n de presidentes que se van antes de lo estipulado, impotentes para resolver las crisis pol¨ªticas que ellos mismos causan, o bien que se quedan m¨¢s tiempo del debido, muy capaces de convertir la constituci¨®n en un traje hecho a la medida. Escenarios diferentes, son ambos igualmente propicios para la arbitrariedad, el abuso de poder y, casi inevitablemente, la corrupci¨®n generalizada, sobre todo cuando hay abundantes recursos como durante el boom de precios, ahora agotado.
Por esa alcantarilla se escurre la institucionalidad democr¨¢tica. As¨ª es la crisis brasile?a, a pesar de toda la cacofon¨ªa sobre un supuesto golpe institucional, constitucional y otros eufemismos oximor¨®nicos. Miop¨ªa anal¨ªtica o ingenuidad, sino una deliberada intencionalidad pol¨ªtica, el argumento del golpe le es funcional a un oficialismo puesto contra las cuerdas por una econom¨ªa en crisis, un hurac¨¢n de denuncias y una sociedad hastiada.
Ocurre que, si se trata de golpe, el golpe lo hizo el mismo Lula, empujando a Dilma al precipicio al hacerse blindar con un cargo de ministro. Hablar de golpe es ponerle un velo ficticio a la m¨¢s importante responsabilidad en esta crisis: la del partido de gobierno ante defraudaciones al Estado por miles de millones de d¨®lares. Si esta crisis es un golpe, Marcelo Odebrecht ser¨ªa un preso pol¨ªtico. Y para que el PT hable de golpe, antes deber¨ªa reconocer su participaci¨®n en aquel ¡°golpe¡±¡ªenfatizo las comillas¡ªcontra Collor, hoy un aliado, curiosamente.
Solo se trata de una descomposici¨®n que se prolonga indefinidamente, lo cual es suficientemente grave. No en vano el m¨¢s lucido estadista de toda Am¨¦rica Latina, Fernando Henrique Cardoso, le reclam¨® a Dilma un gesto de grandeza¡ªla renuncia¡ªante su evidente incapacidad de continuar gobernando. Y por cierto que no se trat¨® de la recomendaci¨®n de un golpista de derecha.
Es la s¨¦ptima econom¨ªa del planeta, primera de la regi¨®n. Es la naci¨®n indispensable para la inversi¨®n y el comercio hemisf¨¦rico, para mediar en la crisis venezolana y para robustecer el sistema interamericano. Con un Brasil inestable, adem¨¢s, el cambio de ciclo de precios internacionales har¨¢ estragos en todas las econom¨ªas de la regi¨®n. Resolver la crisis de Brasil es una prioridad para toda Am¨¦rica Latina.?
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