Todo lo que hay (La Macarena, Meta)
Colombia est¨¢ siendo saqueada por esta miner¨ªa ilegal que se ha vuelto m¨¢s rentable que la coca
Todo es discutible menos la naturaleza. En el principio no hab¨ªa pintores ni explotadores, sino apenas el paisaje de la vida, y la verdad es que el mundo ha seguido siendo el tal ¡°medio ambiente¡± as¨ª est¨¦ ocupado por b¨¢rbaros, pero titulares b¨ªblicos como ¡°el calentamiento global est¨¢ inclinando el eje de rotaci¨®n de la Tierra¡± o ¡°la miner¨ªa ilegal est¨¢ acabando con los ¨²ltimos r¨ªos¡± a¨²n suenan ac¨¢ en las ciudades a fin del mundo ¡°que ya no va a tocarme¡±, a Apocalipsis ¡°pero no mientras yo viva¡±. Sorprende por ello, porque lo obvio ¨Ces decir: la vida¨C suele dejarse para ma?ana, la convicci¨®n con la que tantos colombianos se enfrentaron el viernes a la explotaci¨®n petrolera de la serran¨ªa de La Macarena: ¡°en Colombia tenemos que defender al medio ambiente de las agresiones del Ministerio del Ambiente¡±, escribi¨® el ecologista Manuel Rodr¨ªguez.
Y era apenas una voz en un enorme coro de ambientalistas, de periodistas, de l¨ªderes, de indignados y de campesinos defendiendo La Macarena.
Y, ya que la idea de los poderosos parece ser destruir este planeta en busca del dinero que ser¨¢ necesario cuando el planeta est¨¦ destruido, asombra tambi¨¦n que el gobierno ¨Cen un arrebato de sentido com¨²n impropio de los gobiernos o en un golpe de imagen propio de los pol¨ªticos: vaya a usted a saber¨C haya suspendido la licencia para la ¡°exploraci¨®n de hidrocarburos¡± en aquella tierra que parece el cielo. Sin duda ha sido por la presi¨®n de una ciudadan¨ªa unida, al fin, por la raz¨®n correcta: se publicaron, como despidi¨¦ndose de sus aguas de colores, las fotos del ¡°r¨ªo m¨¢s bonito del mundo¡±; se dijo ¡°y esto es s¨®lo la punta del iceberg¡±; se record¨®, cuando empezaban a buscarse los chivos expiatorios del caso, que la medida hab¨ªa sido ¡°defendida con furor por el Ministro del Ambiente¡±, hasta que el Presidente de la Rep¨²blica suspendi¨® la licencia.
Preguntarse qu¨¦ habr¨ªa pasado si no se denuncia la explotaci¨®n de La Macarena es preguntarse qu¨¦ estar¨¢ pasando ahora mismo sin que nos enteremos. Y ¨Cya que no hay nada tan est¨²pido como desearle el mal a un gobierno¨C tambi¨¦n es cruzar los dedos para que esta presidencia entienda a tiempo que el Ministro del Ambiente tiene que ser un ambientalista; que esto de explotar La Macarena no es s¨®lo una debacle ecol¨®gica, sino una nueva condena para los campesinos estigmatizados (¡°?guerrilleros!¡±) que por siglos han reclamado en vano la propiedad de su tierra; que, si la idea sigue siendo que haya alg¨²n futuro, si la idea sigue siendo conducir a Colombia como si en unos a?os fuera a haber Colombia, proteger la naturaleza como al pr¨®jimo es mucho m¨¢s rentable que sacar el rebajado petr¨®leo del infierno colombiano.
Colombia est¨¢ siendo saqueada por esta miner¨ªa ilegal que se ha vuelto m¨¢s rentable que la coca ¨Cm¨¢s de trescientos municipios son explotados a esta hora¨C como cumpliendo una tradici¨®n que empez¨® en el siglo XVI. Colombia no ha dejado de ser el bot¨ªn de unos pocos, el patio trasero de sus ricos y sus socios, que vienen, comen y se van. Y ni los millonarios que se llevan su dinero a Panam¨¢ para que el pa¨ªs que se los dio no se los quite, ni los asalariados con la corbata al cuello que de tanto pagar impuestos invisibles cada d¨ªa ganan menos, consiguen superar el ¡°s¨¢lvese quien pueda¡± de las guerras. Pero esta presi¨®n puede significar que la ciudadan¨ªa a¨²n no se resigna a que el Estado colombiano sea un simple repartidor de negocios, a que este mapa encorvado sea invadido por los puntos rojos de la explotaci¨®n que deja nada.
Y a que los gobiernos, cortoplacistas e inerciales, s¨®lo reculen en su vocaci¨®n a vender por partes el pa¨ªs ¨Cel paisaje, mejor, que es todo lo que hay¨C cuando son descubiertos con las manos en la masa.
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