Una idea tejana repensada en Venezuela
La OPEP es desde hace medio siglo un factor insoslayable del juego petrolero global
?C¨®mo surgi¨® la OPEP [Organizaci¨®n de Pa¨ªses Exportadores de Petr¨®leo]?
La versi¨®n oficial sostiene que el doctor Juan Pablo P¨¦rez Alfonso, distinguido abogado venezolano, fue el padre de la OPEP. "Era un hombre asc¨¦tico y parsimonioso", dice de ¨¦l Stephen G. Rabe, su bi¨®grafo, "que detestaba el derroche en cualquiera de sus formas". Constantemente predic¨® a sus compatriotas un evangelio de frugalidad. Seg¨²n propia admisi¨®n, era un calvinista en una tierra de Jauja despilfarradora. Opinaba que un autom¨®vil deb¨ªa consumir poca gasolina y durar toda la vida. Como muchos otros dem¨®cratas, padeci¨® a?os de exilio durante el cual vivi¨® en Washington, despu¨¦s del derrocamiento de R¨®mulo Gallegos en 1948.
En 1959, a la ca¨ªda del dictador Marcos P¨¦rez Jim¨¦nez, P¨¦rez Alfonso se convirti¨® en nuestro ministro de Minas e Hidrocarburos. Aspiraba a controlar los precios mundiales del crudo instaurando un cartel de pa¨ªses productores que enfrentara al cartel de las multinacionales.
A principios de 1960, P¨¦rez Alfonso y Abdula Tariki, el ministro de Petr¨®leos de Arabia Saud¨ª, se reunieron en El Cairo, donde nuestro ministro confi¨® a su hom¨®logo sus pareceres. En agosto de aquel mismo a?o ¡ªhace ya 56 a?os¡ª fue fundada la OPEP en Bagdad. Fin de la versi¨®n oficial.
Ciertamente, se trata de la edificante historia acerca de un tenaz ciudadano del tercer mundo enfrentado a los grandes, mezquinos pa¨ªses consumidores de crudo. En lo esencial, no es falsa.
Pero el modo antinorteamericano en que ha circulado entre nosotros oculta por completo el hecho de que, durante su exilio en EE UU, P¨¦rez Alfonso estudi¨® intensamente las estrategias reguladoras desarrolladas por la Divisi¨®n de Gasolina y Crudo de la Comisi¨®n de Ferrocarriles de Texas (TRC, por Texas Railways Comission), durante los a?os 20 del siglo pasado.
La TRC es una verdadera rara avis entre las contadas entidades reguladoras estadounidenses de todos los tiempos. Cooper¨® con la industria petrolera tejana en su lucha contra los monopolios refinadores y ferrocarrileros, impuestos desde los a?os 70 del siglo XIX por John D. Rockefeller (Standard Oil) y William Brickell (East Coast Railway), a los peque?os y medianos productores independientes de Texas.
La TRC logr¨® reconciliar doctrinas legales que en EE UU favorec¨ªan a los m¨¢s grandotes y abusones con la idiosincr¨¢sica naturaleza de la naciente industria petrolera tejana. El mayor logro de la TRC fue establecer, concertadamente entre los productores tejanos, un sistema de cuotas de producci¨®n que estabilizara los precios por la v¨ªa del volumen de oferta. Ni m¨¢s ni menos que lo que, 40 a?os m¨¢s tarde, P¨¦rez Alfonso, con el asesoramiento de dos antiguos funcionarios de la TRC, desarroll¨® como la propuesta aceptada sin reservas por los pa¨ªses del Golfo P¨¦rsico.
Hay algo ir¨®nicamente aleccionador en el hecho de que un irreductible luchador nacionalista se inspirase en la agitaci¨®n antimonopolios, que en los Estados del Sur de los EE UU, all¨¢ por los lejanos d¨ªas de 1890, dio lugar a la creaci¨®n de la Texas Railways Comission.
As¨ª, la OPEP bien puede ser vista como una impensada consecuencia del movimiento regulatorio del gran capital que cundi¨® en los Estados Unidos a comienzos del siglo pasado. Las tendencias del negocio petrolero mundial que luc¨ªan fatalmente favorecedoras de las Siete Hermanas fueron enfrentadas por un honesto abogado latinoamericano que no tuvo empacho en estudiar con ah¨ªnco un momento muy especial de la historia del capitalismo en el pa¨ªs rival de los intereses del suyo propio.
Y dio a luz un organismo internacional que, valga lo que valieren sus dirigentes y sus ejecutorias de hoy, desde hace medio siglo es un factor insoslayable del juego petrolero global.
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