Trump topa con los recelos de la c¨²pula republicana
El candidato aborda la divisi¨®n del partido con su cr¨ªtico m¨¢s poderoso en Washington, el 'speaker' Ryan
Les une una causa com¨²n: derrotar a la probable candidata del Partido Dem¨®crata, Hillary Clinton, en las elecciones presidenciales de noviembre. Aqu¨ª acaban las semejanzas entre Donald Trump y la c¨²pula del Partido Republicano. Les separa un abismo: el partido de Trump y el viejo Grand Old Party, o GOP, son hoy dos entidades distintas.?Trump y los l¨ªderes republicanos en el Congreso se re¨²nen este jueves en Washington para cerrar las heridas que ha dejado el proceso de primarias y buscar la unidad ante las presidenciales.
Trump, vencedor en el proceso de las primarias del Partido Republicano, se siente legitimado por las bases. La c¨²pula lo ve con inquietud, con los recelos l¨®gicos ante la irrupci¨®n inesperada de un ente extra?o: un millonario neoyorquino ajeno a la cultura conservadora prevalente en la derecha de Estados Unidos. El l¨ªder del partido es hoy Trump, alguien con una ideolog¨ªa imprecisa que, en algunas de las cuestiones program¨¢ticas esenciales para la derecha, adopta posiciones opuestas.
Este jueves Trump ver¨¢ a los principales l¨ªderes del partido en Washington. Uno de ellos es Paul Ryan, speaker o presidente de la C¨¢mara de Representantes. Es decir, segundo en la l¨ªnea de sucesi¨®n del presidente, tras el vicepresidente. Ryan, candidato a la vicepresidencia en 2012, es el jefe oficioso del partido en Washington, el representante del denostado establishment y una de sus figuras m¨¢s respetadas por su papel, como congresista de Wisconsin, en el dise?o de la pol¨ªtica presupuestaria. Tambi¨¦n es uno de los pocos l¨ªderes del partido en activo que ha plantado cara a Trump. Tras confirmarse, la semana pasada, que Trump ser¨ªa el nominado, Ryan se reserv¨® el derecho a apoyarle. Dijo que necesitaba m¨¢s tiempo. Se convirti¨® de golpe en su principal adversario dentro del partido, el comandante de la resistencia contra la opa hostil al GOP del incontrolable Trump.
"Sospecho que en el futuro los historiadores ver¨¢n el significado el momento actual como el punto en el que los americanos perdieron completamente la confianza en sus instituciones, con la posible excepci¨®n de las fuerzas armadas", dice en un correo electr¨®nico el historiador Geoffrey Kabaservice, autor de Rule and ruin (Lidera y arruina), un ensayo sobre el declive de los republicanos moderados. "A fin de cuentas, una sociedad no puede resistir si sus ciudadanos ya no conf¨ªan en las instituciones. Trump es una expresi¨®n de esta p¨¦rdida de confianza, no la causa".
Trump y Ryan forman parte de dos universos lejanos. Trump es un hombre de negocios de Nueva York, un showman televisivo, un reci¨¦n llegado a la pol¨ªtica profesional que en el pasado ha defendido el derecho al aborto y al matrimonio homosexual. Su campa?a se basa en el rechazo al intervencionismo militar, al libre comercio y a los recortes en el estado del bienestar, precisamente los tres pilares ideol¨®gicos del Partido Republicano hasta que lleg¨® Trump. Es un giro a la izquierda respecto a partido de Ryan, figura intelectual del ala conservadora y autor de uno de los planes m¨¢s detallados para recortar el estado del bienestar.
"Soy conservador, pero no lo olviden, se llama Partido Republicano. No se llama Partido Conservador", dice Trump. Hist¨®ricamente los conservadores fueron una corriente del Partido Republicano: hab¨ªa conservadores en el Partido Republicano y en el Partido Dem¨®crata, como hab¨ªa progresistas en ambos. Pero esta corriente acab¨® tomando el control. Entre muchas inercias que Trump ha reventado en EE UU, esta es una m¨¢s: el candidato ha ganado porque ha entendido que los republicanos de base no suscriben el dogma conservador. Trump es ultraconservador en su defensa de la mano dura con los inmigrantes o a favor de impedir la entrada a EE UU de los musulmanes. Pero flirtea con posiciones progresistas ¡ªincluso a la izquierda de la dem¨®crata Clinton¡ª cuando insin¨²a que subir¨¢ los impuestos a los ricos y aumentar¨¢ el salario m¨ªnimo.
¡°No deber¨ªamos hacer ver que el partido est¨¢ unificado cuando no le est¨¢¡±, dijo Ryan a The Wall Street Journal. ¡°No podemos simularlo. Debemos unificarlo de verdad¡±.
Hay grados de rechazo a Trump en el Partido Republicano. En un extremo est¨¢n la familia Bush ¡ªlos expresidentes George H.W. y George W., y el rival de Trump en las primarias, Jeb¡ª que han se?alado que no le apoyar¨¢n. Ryan mantiene una actitud de esperar y ver. Algunos damnificados por los insultos de Trump, como los senadores Marco Rubio y John McCain, han dado a entender, con resignaci¨®n y sin ganas, que le apoyar¨¢n. El l¨ªder de la mayor¨ªa en el Senado, Mitch McConnell, se ha subido al vag¨®n de Trump. El exgobernador de Texas, Rick Perry, que durante la campa?a de las primarias llam¨® a Trump un c¨¢ncer para el conservadurismo, ahora es trumpiano de pro.
La inc¨®gnita es si los l¨ªderes acabar¨¢n por cerrar filas en torno a Trump o si, al contrario, mantendr¨¢n la distancia y, por primera vez en d¨¦cadas, un candidato acudir¨¢ a las urnas sin el partido detr¨¢s. Pese a las diferencias, existe un elemento aglutinador, algo que lleva veinte a?os motivando al Partido Republicano: la oposici¨®n visceral a los Clinton. En los noventa, fue el presidente Bill. Ahora es Hillary.
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