La grave crisis del Partido Socialista franc¨¦s
Nunca, desde la creaci¨®n de la V Rep¨²blica, un presidente hab¨ªa desperdiciado tanta legitimidad en un plazo de tiempo tan corto
El quinquenio de Fran?ois Hollande est¨¢ a un a?o de su fin, pero, s¨®lo unos meses despu¨¦s de ganar las elecciones en 2012, el presidente empez¨® a perder protagonismo. Es realmente extra?o lo que pasa en Francia. Nunca, desde la creaci¨®n de la V Rep¨²blica, en 1958, un presidente hab¨ªa desperdiciado tanta legitimidad en un plazo de tiempo tan corto. M¨¢s incomprensible todav¨ªa cuando se trata, como en este caso, de un hombre experimentado y muy h¨¢bil. Pero, en esta ca¨ªda, est¨¢ surgiendo otro elemento nuevo: aunque por norma, el partido del presidente sufre las consecuencias del fracaso, suele sin embargo resistir y cerrar filas en torno a su jefe. Ahora bien, por primera vez en la historia del Partido Socialista franc¨¦s desde su refundaci¨®n en 1971 por Fran?ois Mitterrand, una crisis tel¨²rica ha irrumpido en su seno. La autoridad del presidente y de su primer ministro nunca hab¨ªa sido pisoteada tan abiertamente, hasta el punto de que unos diputados amenazaron con votar el jueves la moci¨®n de censura de la derecha. Y no por estar de acuerdo con ella, sino para oponerse a la pol¨ªtica del Gobierno de Manuel Valls.
Mire donde mire el Gobierno, s¨®lo encuentra rechazo y desconfianza. En realidad, Hollande ha fracasado en una cuesti¨®n de fondo y un m¨¦todo de actuaci¨®n. La primera se relaciona con las reformas exigidas por Bruselas, tanto por el d¨¦ficit presupuestario como por la reforma del mercado de trabajo. Aunque esas ¡°reformas¡± son ineludibles a partir del momento que se acepta la disciplina comunitaria, Francia sabe, cuando es necesario, decir no a los requerimientos de Bruselas. Ahora bien, Fran?ois Hollande no supo, y es su rev¨¦s pol¨ªtico m¨¢s importante, hacer asumir esta coacci¨®n a su propio partido, probablemente porque, estos ¨²ltimos a?os, el propio proyecto europeo ha perdido su credibilidad. De ah¨ª su doble juego: ganar tiempo con Bruselas, retrasando las decisiones de recortes, y esquivar la confrontaci¨®n con la sociedad, es decir, no hacer frente a los grupos de inter¨¦s que se oponen, a veces leg¨ªtimamente, a esas medidas. Sucede igual con la modificaci¨®n de la Ley del Trabajo. Pero ah¨ª, la situaci¨®n es diferente. Hollande y su primer ministro quieren actuar a toda prisa porque piensan que esa reforma puede generar empleo, aunque mal pagado y precario, lo que les pondr¨ªa en una posici¨®n m¨¢s ventajosa en las pr¨®ximas elecciones.
Se equivocan tr¨¢gicamente. Para que se apruebe la reforma laboral, se necesita mucha pedagog¨ªa con los sindicatos y los movimientos sociales, muchas contrapartidas para todos, y un consenso m¨ªnimo en la orientaci¨®n global de la pol¨ªtica gubernamental. Nada de eso existe hoy. Manuel Valls, sin un apoyo suficiente en el partido, adopta por decreto esa ley combatida desde hace meses en la calle. La sociedad desconfiada, la izquierda enfadada, un Gobierno incapaz de generar adhesi¨®n en el seno de su mayor¨ªa, todo ese embrollo est¨¢ desembocando en una grave crisis del Partido Socialista.
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