Colombia, un puente
La firma de la paz entre el Gobierno de Santos y las FARC cuenta con la asistencia de casi toda Sudam¨¦rica
La paz que liquidar¨¢ el enfrentamiento que desangr¨® a Colombia durante 52 a?os ser¨¢ firmada en julio. El jueves pasado se anunci¨® en La Habana el cap¨ªtulo decisivo del proceso: el fin del conflicto. Las FARC dejaron de ser una organizaci¨®n armada. A ese desenlace se lleg¨® a trav¨¦s de un puente construido desde 2012 por Juan Manuel Santos y los l¨ªderes guerrilleros. Ese puente tiene tambi¨¦n una dimensi¨®n internacional que no se agota en la mediaci¨®n de Cuba y Noruega, ni en el rol de veedores de Venezuela y Chile. El acuerdo formal y, sobre todo, su evoluci¨®n posterior, son parte de un juego de escala continental. Las negociaciones modifican la vida colombiana. Pero modifican tambi¨¦n la regi¨®n.?
El rol de Cuba es el m¨¢s evidente. Los Castro fueron los garantes para que las FARC se sienten a la mesa. Esa participaci¨®n tuvo consecuencias inesperadas. Santos es el presidente del principal aliado sudamericano de los Estados Unidos. En esa calidad realiz¨® discret¨ªsimas gestiones, sobre todo frente al partido Republicano, para facilitar el acercamiento entre Washington y La Habana. Ese reencuentro tiene razones bilaterales. Pero la operaci¨®n colombiana le agreg¨® velocidad. Para comprenderlo basta una se?al simb¨®lica: durante la visita de Barack Obama a Cuba, su canciller John Kerry se entrevist¨® con los l¨ªderes de las FARC, a pesar de que para su pa¨ªs siguen siendo una banda terrorista.?
Venezuela es otro vector important¨ªsimo. Antes de dialogar con la guerrilla, Santos busc¨® la reconciliaci¨®n con quien mejor la apadrinaba: Hugo Ch¨¢vez. El primer movimiento se registr¨® en la Argentina. N¨¦stor Kirchner almorz¨® con Santos cuando todav¨ªa era presidente electo. Y ofreci¨® acercarle a Ch¨¢vez. Fue, acaso, el ¨²nico movimiento diplom¨¢tico de envergadura que realiz¨® Kirchner. Esa afinidad produjo una ruptura. ?lvaro Uribe se sinti¨® traicionado. Sobre todo porque Santos, cuando era su ministro de Defensa, hab¨ªa bloqueado cualquier distensi¨®n con el caudillo de Caracas. Uribe es quien m¨¢s impugna el fruto de ese giro: el proceso de paz.
La paz pondr¨¢ fin a una tragedia que parec¨ªa cr¨®nica. 260.000 muertos, 45.000 desaparecidos, 7 millones de desplazados. Colombia modificar¨¢ su rostro
La degradaci¨®n chavista es incorregible. Hoy la influencia de Nicol¨¢s Maduro es nula. Al contrario, las ceremonias de La Habana son la ¨²nica escena en la que puede capturar una gota de ox¨ªgeno. Con un agravante: los factores que se combinaron para que esta vez las negociaciones con las FARC tuvieran ¨¦xito carecen de eficacia en Venezuela. Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero ensaya una mediaci¨®n que la oposici¨®n interpreta como un ¨²ltimo recurso de Maduro para evitar el plebiscito revocatorio. El 72% de los venezolanos sue?a verle fuera del poder.
Los chilenos tienen un protagonismo principal en la pacificaci¨®n. Santos convoc¨® a Sebasti¨¢n Pi?era desde el comienzo de las conversaciones. Pi?era lidera en Chile a una derecha remodelada, similar a la que representa el presidente de Colombia. Ambos son fundadores de la Alianza del Pac¨ªfico. La presencia de Pi?era equilibrar¨ªa una balanza que tiene a Cuba y Venezuela en el otro platillo.
Con Michelle Bachelet la participaci¨®n chilena en las tratativas sigui¨® siendo relevante. El representante de Bachelet, C¨¦sar Maira, es una figura destacad¨ªsima para la pol¨ªtica exterior del socialismo. Esta intervenci¨®n es estrat¨¦gica: el 20% de la inversi¨®n de los chilenos en el extranjero est¨¢ en Colombia.
La gravitaci¨®n inicial de los brasile?os en el proceso de paz qued¨® neutralizada por la propia crisis de Brasil. Cuando muri¨® Ch¨¢vez, Santos busc¨® a Lula da Silva como una nueva referencia para la guerrilla. Lula, auxiliado por su asesor Marco Aurelio Garc¨ªa, realiz¨® gestiones discret¨ªsimas con las FARC. Y habilit¨® una conversaci¨®n con la insurgencia residual del ELN. Pero Ch¨¢vez muri¨® en marzo de 2013 y tres meses despu¨¦s estallaron las protestas en S?o Paulo que sumir¨ªan al PT en una tormenta que desemboc¨® en el desplazamiento de Dilma Rousseff. Michel Temer, el sucesor de Rousseff, piensa levantar el perfil brasile?o en la Colombia del postconflicto. Su primera decisi¨®n ha sido designar en Bogot¨¢ a un diplom¨¢tico brillante, Julio Bitelli, como embajador.
La realizaci¨®n de la paz en el terreno es la ocasi¨®n para varios ejercicios de cooperaci¨®n internacional. Mauricio Macri visit¨® Bogot¨¢ hace dos semanas para formalizar el compromiso argentino con el abandono de las armas por parte de las FARC. Para supervisar la ¡°dejaci¨®n¡± ¡ªpalabra destinada a evitar la idea de una rendici¨®n¡ª, 70 militares de la Argentina integrar¨¢n con otros tantos de Chile la fuerza Cruz del Sur. Argentina, Brasil y M¨¦xico coordinar¨¢n tambi¨¦n un equipo para el desminado humanitario. En Buenos Aires ya se inici¨® el entrenamiento. La conciliaci¨®n colombiana inspira otras aproximaciones.
Un aspecto central del posconflicto ser¨¢ el programa agr¨ªcola. El reclamo por la tierra fue la bandera originaria de las FARC. Brasil y la Argentina asistir¨¢n a la reconversi¨®n del campo colombiano. En marzo, Susana Malcorra, la canciller de Macri, llev¨® una propuesta a los negociadores de La Habana. Y el empresario Gustavo Grobocopatel, que lidera al sector sojero en la Argentina y en Brasil, estuvo asesorando al Gobierno de Santos.
El otro campo multilateral del apaciguamiento ser¨¢ el di¨¢logo con el ELN, que acaba de reclamar un grupo de intelectuales encabezados por Juan Gabriel Tokatli¨¢n. Habr¨¢ conversaciones en Venezuela, Chile, Brasil y Cuba. Pero el protagonista central ser¨¢ Rafael Correa, de Ecuador. Los ecuatorianos est¨¢n inquietos por las secuelas del proceso. Temen que los guerrilleros que resistan los acuerdos se trasladen al otro lado del l¨ªmite.
La paz pondr¨¢ fin a una tragedia que parec¨ªa cr¨®nica. 260.000 muertos, 45.000 desaparecidos, 7 millones de desplazados. Colombia modificar¨¢ su rostro. Pero el camino hacia ese objetivo tambi¨¦n transforma a la regi¨®n. Santos busc¨® una soluci¨®n que no tuviera un sesgo estadounidense tan marcado como el del Plan Colombia, al que su pa¨ªs debe, igual, much¨ªsimo. Adopt¨® un enfoque multilateral y, as¨ª, tendi¨® otro puente.
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