La desigualdad end¨¦mica de Baton Rouge
Tras las tensiones con la polic¨ªa subyace un historial de desigualdad racial y pobreza dif¨ªcil de erradicar en la ciudad y en todo EE UU
Apenas un cuarto de hora en coche separa el casco viejo de Baton Rouge, con sus cuidados edificios hist¨®ricos en pulcras calles con abundantes comercios y restaurantes, y con una poblaci¨®n mayoritariamente blanca, del desolado barrio pobre, descuidado y mayoritariamente negro donde pas¨® su vida Alton Sterling hasta que unos polic¨ªas lo mataron a tiros aunque estaba desarmado y ya lo hab¨ªan reducido.
La l¨ªnea, invisible pero no por ello menos divisoria, es Florida Boulevard. Al sur de esta avenida se multiplican las mansiones y los clubes de campo. Y los blancos, que son minor¨ªa en Baton Rouge. Hacia el norte se extienden barrios carentes de casi todo menos puestos de comida r¨¢pida e iglesias, a menudo la ¨²nica red social de la que disponen los menos privilegiados de la ciudad, en su mayor¨ªa negros.
El afroamericano Ryan Allmon est¨¢ al frente de una de estas iglesias convertidas en m¨¦dula espinal de la comunidad. La Full Gospel United Pentecostal Church se erige en un edificio que parece m¨¢s una nave industrial que un templo. Tras el asesinato de los tres polic¨ªas el domingo, el pastor Ryan, como lo conocen todos aqu¨ª, decidi¨® que era hora de celebrar una "oraci¨®n por la esperanza y la paz en Baton Rouge", una ciudad que no acababa de asumir la muerte de Sterling ¡ªque viv¨ªa cerca de esta iglesia¡ª cuando se vio confrontada con la matanza de los agentes.
Acompa?ado por pastores blancos, hispanos y negros y un conjunto de gospel, el religioso llam¨® a su congregaci¨®n a dejar de lado el odio y convertirse en "agentes del cambio" en una ciudad que necesita desesperadamente variar el rumbo.
"Necesitamos tener conversaciones verdaderas sobre algunas realidades de nuestras comunidades", explic¨® tras la ceremonia, la noche del lunes. Porque los problemas de Baton Rouge se remontan a mucho antes que la muerte de los polic¨ªas y Sterling.
En la ¨²ltima d¨¦cada, en el distrito de East Baton Rouge, donde se sit¨²a la ciudad del mismo nombre, 16 personas murieron a manos de la polic¨ªa. Solo dos no eran negros, destac¨® el diario local The Advocate. Entre las ciudades del mismo tama?o de todo el pa¨ªs, Baton Rouge despunta tambi¨¦n por su alta tasa de cr¨ªmenes violentos. Y por las inequidades. En los ¨²ltimos 20 a?os, el salario medio de una familia en un barrio pobre de Baton Rouge aument¨® 1.492 d¨®lares. El de los hogares m¨¢s acomodados de la ciudad lo hizo en 18.162 d¨®lares, seg¨²n The Times Picayune.
"El secreto de Baton Rouge es que es una de las ciudades m¨¢s ricas del pa¨ªs, grandes compa?¨ªas como Exxon o Honeywell est¨¢n en el ¨¢rea y una parte de Baton Rouge es la m¨¢s rica del Estado, con el nivel m¨¢s alto de educaci¨®n e ingresos. Pero en la misma ciudad est¨¢ la zona m¨¢s pobre y con el peor grado de educaci¨®n", resume Broderick Bagert. Este organizador comunitario abandon¨® sus planes de ense?ar literatura espa?ola para fundar Together Baton Rouge (Juntos Baton Rouge), una red de medio centenar de iglesias y organizaciones c¨ªvicas locales que buscan impulsar cambios estructurales.
Las desigualdades son tan profundas que hasta la ¨¦lite empresarial ha reconocido que algo tiene que cambiar en una ciudad cuyos problemas se replican en todo el pa¨ªs. "Nuestra comunidad est¨¢ sufriendo y est¨¢ dividida. Tenemos que reconocer que el racismo, los prejuicios y la discriminaci¨®n todav¨ªa existen hoy en d¨ªa en Am¨¦rica, en Baton Rouge", dijo hace una semana, antes de la nueva matanza de polic¨ªas, Rick Kearny, miembro de la C¨¢mara de Baton Rouge que agrupa a los principales empresarios de la ciudad.
"Reconocerlo es el primer paso necesario, pero no suficiente", responde Bagert, que insiste en la necesidad de un plan exhaustivo y bien financiado a todos los niveles. "Esto es local y no es local, hay problemas genuinos de Baton Rouge, pero hay otros que se replican en Dallas, Minesota, Nueva York¡ est¨¢ conectado con problemas nacionales".
Tras estas dos semanas de violencia y tensi¨®n racial, la organizaci¨®n de Bagert empez¨® a distribuir el lunes un pin con el unificador logo "Together BR" como s¨ªmbolo de ese compromiso de cambios que busca. En tan solo dos d¨ªas se han agotado y Bagert ha tenido que pedir 2.000 m¨¢s. "Si se tratara solo de pins, mejor ser¨ªa olvidarnos", afirma. "Esto solo tiene sentido si es una muestra de un compromiso de hacer algo por la comunidad y por acabar con estas diferencias". La alta demanda parece indicar que "la gente empieza a reconocer que tenemos que afrontar estos problemas", aunque Bagert es consciente de que el camino ser¨¢ largo. Por el momento, se conforma con que con iniciativas como esta Baton Rouge no caiga en el olvido una vez pase el inter¨¦s informativo por la matanza de polic¨ªas. Los delegados de Luisiana que la semana que viene participar¨¢n en la Convenci¨®n Nacional Dem¨®crata que en Filadelfia confirmar¨¢ a Hillary Clinton como su candidata a la Casa Blanca, portar¨¢n su pin en la solapa.
Recuerdos y lecciones desde el lugar donde muri¨® Alton Sterling
Alton Sterling muri¨® de manera ignominiosa en el aparcamiento de un peque?o supermercado en un barrio pobre de Baton Rouge, a comienzos de julio. Los dos polic¨ªas que lo hab¨ªan detenido cuando vend¨ªa CDs frente al comercio ya lo hab¨ªan reducido cuando le descerrajaron los tiros que acabaron con su vida. Ten¨ªa 37 a?os, era padre de familia y no iba armado.
Dos semanas despu¨¦s de su muerte y de las numerosas protestas que esta caus¨®, el lugar donde Sterling pas¨® a ser un s¨ªmbolo m¨¢s de la brutalidad policial contra las minor¨ªas se ha convertido en un peque?o memorial donde la gente acude a dejar unas flores o a tomarse una foto. Una camioneta se detiene a media ma?ana. Las puertas se abren y salen ocho peque?os de entre 8 y 12 a?os api?ados en los asientos traseros. Todos son afroamericanos, vienen de Clinton, una empobrecida localidad a una hora de Baton Rouge, y lucen orgullosos la camiseta del ¡°campamento de gospel¡± en el que participan. Su monitor, Brandon Robertson, un afroamericano de 24 a?os y amplia sonrisa marcada por un aparato dental que lo hace parecer m¨¢s joven, los agrupa y todos posan delante del peque?o altar por Sterling. ¡°Pueden aprender mucho aqu¨ª¡±, explica Robertson. ¡°Este lugar marca una parte de la historia y queremos que nuestros ni?os sepan qu¨¦ pas¨® en nuestra comunidad¡±. Pero las lecciones no son f¨¢ciles, reconoce. ¡°Les ense?amos la importancia de una buena educaci¨®n y de un buen trabajo, tambi¨¦n les ense?amos a respetar la ley. No queremos que tengan miedo de la polic¨ªa¡±, subraya. Pero ¡°siendo honesto¡±, acota con una sonrisa triste, reconoce que ¨¦l mismo siente temor cuando se monta en su coche. ¡°Tanta gente est¨¢ perdiendo la vida solo por cumplir las reglas y sacar su licencia de conducir¡±, recuerda en referencia a otra de las muertes a manos de polic¨ªas que han sacudido estas semanas el pa¨ªs, la de Philando Castile.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.