Daniel Ortega, Murillo y la memoria de la dictadura
Se cayeron todas las m¨¢scaras que ocultaban el rostro autoritario de la pareja presidencial en Nicaragua y su proyecto din¨¢stico
Para los nicarag¨¹enses que crecimos bajo la sombra de una dictadura din¨¢stica, bautizada por mi padre como ¡°la estirpe sangrienta de los Somoza¡±, el nombramiento de la esposa de un gobernante autoritario como candidata a vicepresidente tiene la resonancia inevitable de un pasado funesto. Con Daniel Ortega y Rosario Murillo, la rueda de la historia est¨¢ volviendo a un punto de partida que cre¨ªamos enterrado ¡ªla sucesi¨®n familiar para perpetuarse en el poder ¡ª despu¨¦s de casi cuatro d¨¦cadas de revoluci¨®n, contrarrevoluci¨®n, transici¨®n democr¨¢tica y ahora regresi¨®n autoritaria.
La historia de Nicaragua en el siglo pasado estuvo marcada por el dominio de la dictadura din¨¢stica de la familia Somoza y el sacrificio de varias generaciones de patriotas que entregaron sus vidas para erradicarla. Durante 45 a?os tres Somoza, Anastasio I, y sus hijos, Luis y Anastasio II, se sucedieron en el poder, con el par¨¦ntesis de otros mandatarios que no escaparon al control pol¨ªtico y militar de la familia gobernante. El r¨¦gimen somocista propici¨® algunos per¨ªodos de crecimiento econ¨®mico y modernizaci¨®n, a costa de pobreza masiva y profunda desigualdad social. Mientras en el ¨¢mbito pol¨ªtico, con el sustento de una guardia pretoriana y el apoyo incondicional de Estados Unidos, cerr¨® todos los espacios a la competencia democr¨¢tica, dejando como ¨²nica salida la rebeli¨®n y en su ¨²ltima etapa gobern¨® primordialmente con base a la represi¨®n y el genocidio.
La revoluci¨®n sandinista que triunf¨® en 1979, como resultado de una amplia alianza nacional e internacional liderada por el Frente Sandinista, desaloj¨® al somocismo del poder y se propuso grandes metas de democratizaci¨®n y justicia social, bajo un r¨¦gimen de orientaci¨®n socialista. Pese a los extraordinarios avances sociales y pol¨ªticos que se realizaron en los primeros a?os, la revoluci¨®n se vio frenada por la agresi¨®n externa y por sus propios errores, intr¨ªnsecos al modelo revolucionario de poder total, hasta que la guerra provoc¨® el descalabro completo de la econom¨ªa.
El Frente Sandinista perdi¨® las elecciones de 1990 y entreg¨® el poder por los votos al gobierno presidido por mi madre, Violeta Barrios de Chamorro, en un evento in¨¦dito de nuestra corta vida democr¨¢tica. En ese complejo proceso de transici¨®n de la guerra a la paz y de una econom¨ªa centralizada a otra de mercado, que perduran hasta hoy, se impulsaron tambi¨¦n profundos cambios pol¨ªticos institucionales. El Consejo Supremo Electoral emergi¨® como la instituci¨®n con mayor credibilidad del pa¨ªs, mientras que el Ej¨¦rcito y la Polic¨ªa se despolitizaron y se profesionalizaron, convirti¨¦ndose en verdaderas instituciones nacionales. En 1995, para afianzar el r¨¦gimen de divisi¨®n y contrapesos entre los poderes del Estado, una reforma constitucional le devolvi¨® facultades al Parlamento para limitar el presidencialismo, y para conjurar los demonios del pasado se establecieron regulaciones estrictas, limitando la reelecci¨®n presidencial a un per¨ªodo no consecutivo de gobierno.
Estas garant¨ªas democr¨¢ticas institucionales empezaron a descarrilarse con el descr¨¦dito de la corrupci¨®n y el pacto de los caudillos, -el entonces presidente Arnoldo Alem¨¢n y Daniel Ortega como l¨ªder de la oposici¨®n entre 1999 y 2000-, que impuso el reparto bipartidista de los poderes del Estado, reduciendo adem¨¢s el porcentaje de votos necesarios para ganar la presidencia el primera vuelta con el 35% de los votos.
El alegato a favor de los derechos de las mujeres, luce como una burla para encubrir la persistencia del caudillo que pretende gobernar sin contrapesos
As¨ª regres¨® al gobierno en 2007 el comandante Daniel Ortega. Con el 38% de los votos instal¨® un r¨¦gimen personalista y concentrador de todos los poderes del Estado, que maneja como una extensi¨®n pol¨ªtica de su partido. Ortega se afianz¨® en el poder a trav¨¦s del fraude electoral, demoli¨® las instituciones democr¨¢ticas y ha gobernado combinando cooptaci¨®n, represi¨®n, el control de los medios de comunicaci¨®n y las alcald¨ªas, y manteniendo una lucrativa alianza econ¨®mica con el gran capital. En 2011, impuso de forma inconstitucional su primera reelecci¨®n consecutiva, y en virtud de otro fraude electoral que le dio mayor¨ªa calificada en el Parlamento, reform¨® la Constituci¨®n tres a?os despu¨¦s para establecer la reelecci¨®n indefinida.
En el ¨²ltimo cap¨ªtulo de su deriva autoritaria, conculc¨® el derecho a la observaci¨®n electoral independiente y otra vez, como Somoza, ha cerrado todos los espacios pol¨ªticos democr¨¢ticos, al extremo de que en las pr¨®ximas elecciones del 6 de noviembre est¨¢ prohibida por ley la participaci¨®n de la oposici¨®n. El nombramiento de su esposa como candidata a vicepresidente del FSLN no ha sido, por lo tanto, una sorpresa para nadie en Nicaragua. Es la consecuencia natural de un r¨¦gimen familiar que vaci¨® de contenido pol¨ªtico al partido Frente Sandinista, eliminando de manera implacable a sus competidores internos, hasta convertirlo en una maquinaria que rinde culto a la pareja presidencial. El orteguismo, ha dicho con acierto la exguerrillera Dora Mar¨ªa T¨¦llez, ¡°es un par¨¢sito que se chup¨® al Frente Sandinista¡±.
Act¨²a tambi¨¦n como una maquinaria de poder econ¨®mico controlada por la familia gobernante que ha usufructuado el desv¨ªo ilegal de m¨¢s de 3.500 millones de d¨®lares de la cooperaci¨®n venezolana, que se manejan sin ninguna clase de rendici¨®n de cuentas a trav¨¦s del gigantesco consorcio Albanisa y otras actividades privadas lucrativas ?Acaso la flamante f¨®rmula presidencial Ortega-Murillo que gobierna en nombre de los pobres, se atrever¨¢ a presentar una declaraci¨®n de probidad sobre su patrimonio familiar y someterla a un escrutinio independiente? No puede ni lo har¨¢ jam¨¢s, porque el derroche, la corrupci¨®n, la opacidad y falta de transparencia, representan los rasgos esenciales de este binomio pol¨ªtico que pretende eternizarse en el poder.
Durante la ceremonia de inscripci¨®n, Ortega y Murillo intentaron justificar el ostentoso acto de nepotismo y sucesi¨®n familiar, present¨¢ndolo como un reconocimiento a los derechos de la mujer bajo su gobierno. Pero la evidencia cotidiana demuestra que aunque la ley haya ampliado espacios de representaci¨®n, bajo el r¨¦gimen Ortega-Murillo, las mujeres m¨¢s bien han perdido derechos pol¨ªticos y sociales como ciudadanas, empezando por la penalizaci¨®n del aborto terap¨¦utico, y siguen siendo v¨ªctimas de la violencia y el maltrato desde el poder, ante la indolencia del Estado. El alegato a favor de los derechos de las mujeres, luce m¨¢s bien como una burla para encubrir la persistencia del caudillo autoritario que pretende gobernar sin ninguna clase de contrapeso, ni siquiera dentro de su propio partido, y se refugia en su familia y su esposa, como ¨²ltimo y ¨²nico reducto de lealtad. Finalmente, Rosario Murillo quien ha venido jugando un rol de copresidenta, ahora se ha colocado en la l¨ªnea constitucional de sucesi¨®n del poder.
En la historia de Am¨¦rica Latina solo se registra un caso similar de otro matrimonio que lleg¨® al poder como f¨®rmula electoral. En Argentina en 1973 el general Juan Domingo Per¨®n regres¨® del exilio y gan¨® la presidencia con su segunda esposa Mar¨ªa Estela (Isabel) Mart¨ªnez de Per¨®n como vicepresidenta. Al morir el caudillo un a?o despu¨¦s, Isabel asumi¨® la presidencia en 1974 y fue derrocada en 1976 por un levantamiento militar, que desemboc¨® en la peor dictadura militar que padeci¨® esa naci¨®n hasta 1983.
En Nicaragua es muy temprano a¨²n para pronosticar cu¨¢l ser¨¢ el futuro de la sucesi¨®n familiar en el poder y si lograr¨¢ imponerse una dictadura din¨¢stica. Estamos ante un nuevo escenario que, en primer lugar, representa un desaf¨ªo pol¨ªtico para las fuerzas que dentro del Frente Sandinista a¨²n se resisten al control familiar en el partido. En cuanto al mensaje que ha enviado a la naci¨®n, tiene la virtud de que se ha escuchado alto y claro. Se cayeron todas las m¨¢scaras que ocultaban el rostro autoritario de Ortega y Murillo y su proyecto din¨¢stico. Al pueblo le toca ahora recuperar un arma poderosa: la memoria hist¨®rica de la dictadura.
Carlos F. Chamorro, periodista nicarag¨¹ense, director de Esta semana y confidencial.com.ni?
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