Ese desconocido llamado Vlad¨ªmir Putin
El pol¨ªtico logr¨® imponerse a las conspiraciones que dominaron la ¨²ltima etapa de Bor¨ªs Yeltsin
En ese clima de ambiciones declaradas, de rumores, de acusaciones de todo tipo dominadas por el tema de la ¡°colisi¨®n entre la pol¨ªtica y los negocios¡±, pero tambi¨¦n de la familia y el mundo de los negocios, se situ¨® la designaci¨®n del ¨²ltimo jefe de Gobierno de Yeltsin.
Putin fue nombrado el 11 de agosto. Esa elecci¨®n provoc¨® cierto estupor en el pa¨ªs (?qui¨¦n era ese desconocido?) y no entusiasm¨® demasiado a la Duma. Chub¨¢is, informado de esa elecci¨®n, intent¨® vanamente disuadir al presidente y a Putin. Previno a Yeltsin de que la Duma no le seguir¨ªa. Pero aquello qued¨® desmentido, cuando invistieron a Putin con una ventaja muy escasa. Una manera clara de hacer notar su desacuerdo y, a la vez, de evitar una crisis institucional apenas unos meses antes de las elecciones legislativas.
En el relato que los dos han hecho de las conversaciones que precedieron a ese nombramiento, Yeltsin y Putin insistieron en el poco entusiasmo que puso el futuro primer ministro a la hora de aceptar la funci¨®n que le era propuesta. Los que conoc¨ªan bien a Yeltsin sab¨ªan que la reacci¨®n reservada de Putin habr¨ªa contribuido seguramente a animarle en su idea. Apreciaba la contenci¨®n de Putin, compar¨¢ndola con las ambiciones desatadas que se desplegaban sin tener en cuenta si pod¨ªan herirle. Apreciaba tambi¨¦n ¡ª¨¦l estaba loco por el tenis despu¨¦s de haberlo estado por el f¨²tbol¡ª la pasi¨®n deportiva de Putin.
La biograf¨ªa de su candidato hablaba por ¨¦l. Era joven (obsesi¨®n de Yeltsin: hacer llegar a una generaci¨®n nueva), con formaci¨®n (estudios de Derecho en la Universidad de Leningrado). Y, tras un recorrido de 15 a?os en los ¨®rganos de seguridad de la RDA, hab¨ªa vuelto en 1990 a Leningrado, junto a su antiguo profesor, Sobchak, para ocuparse de las relaciones exteriores de la ciudad. Cuando Sobchak se fue de la ciudad y se refugi¨® en Francia (fue v¨ªctima de una campa?a que lo acusaba de corrupci¨®n), ¨¦l lo ayud¨® y le fue siempre fiel ¡ªuna cualidad muy grande, a ojos de Yeltsin¡ª, pero abandon¨® tambi¨¦n la segunda capital por Mosc¨². Entonces crey¨® haber roto con los ¨®rganos de seguridad, uni¨¦ndose en 1991 a la Administraci¨®n presidencial y despu¨¦s al Consejo de Seguridad, pero en 1998 no pudo negarse a una misi¨®n que le ser¨ªa confiada: ocupar la direcci¨®n del Servicio Federal de Seguridad, sucesor del difunto KGB. Acept¨® el cargo sin ning¨²n entusiasmo, pero su lema era: ¡°No podemos negarnos a ir all¨ª donde nos juzgan ¨²tiles¡±. Para Yeltsin era el hombre adecuado en aquel momento, fuerte, fan¨¢tico del orden, intensamente patriota, pero tambi¨¦n apegado a la nueva Rusia y a su devenir democr¨¢tico. Y ese fue el juicio que opuso siempre a Chub¨¢is.
¡®Seis a?os que cambiaron el mundo'
Nacida en una familia aristocr¨¢tica de Georgia que huy¨® a Par¨ªs con lo puesto tras la Revoluci¨®n de Octubre (su padre trabaj¨® como taxista), H¨¦l¨¨ne Carr¨¨re d¡¯Encausse naci¨® en Par¨ªs en 1929 y se convirti¨® en una de las m¨¢s importantes historiadoras del mundo sovi¨¦tico. Autora de m¨¢s de 20 libros, entre ellos biograf¨ªas de Lenin y de los Rom¨¢nov, fue una de las primeras en intuir la ca¨ªda de la URSS. Es secretaria permanente de la Academia Francesa. Seis a?os que cambiaron el mundo se publica el 8 de septiembre, editada por Ariel.
El hombre fuerte se impuso porque Rusia estaba conmocionada en ese preciso momento. La guerra en Chechenia hab¨ªa empezado de nuevo de la peor forma posible, es decir, extendi¨¦ndose, como hab¨ªa anunciado Bas¨¢yev, a todo el C¨¢ucaso y a Rusia. La paz negociada dos a?os antes vol¨® en pedazos. Las tropas de Bas¨¢yev y Jatab ocuparon Daguest¨¢n. Si se instalaban, todo el C¨¢ucaso entero se inflamar¨ªa: los combatientes de Bas¨¢yev remontaron el Volga y sublevaron a las rep¨²blicas musulmanas ya muy atentas a sus movimientos. Putin encarnaba la resistencia y consigui¨® detener el avance de los rebeldes en Daguest¨¢n.
Pero sobrevino entonces la segunda fase de esa guerra, una oleada de atentados particularmente mort¨ªferos, desencadenada simult¨¢neamente en Daguest¨¢n, en Mosc¨² y en la regi¨®n de Kub¨¢n. El miedo se generaliz¨®; los moscovitas no se atrev¨ªan a salir de casa.
Putin se revel¨® como buen hombre de Estado y tambi¨¦n jefe de guerra. Argument¨® que Bas¨¢yev y Jatab eran agentes de Masj¨¢dov, que no eran simples terroristas, sino generales de una guerra chechena que volv¨ªa a recrudecerse. Por consiguiente, se olvidaron las cl¨¢usulas de la paz de Jasaviurt. El 1 de octubre, Putin declar¨® una guerra total a Chechenia: hizo bombardear las bases donde se acuartelaban las tropas chechenas y se lanz¨® al asalto de Grozni. Fue la segunda guerra de Chechenia, pero a diferencia de la primera, que hab¨ªa provocado la indignaci¨®n de la sociedad rusa, de los pol¨ªticos y de la prensa, la guerra de 1999 obtuvo una aprobaci¨®n casi un¨¢nime. Hubo un momento de indecisi¨®n al principio, como testimonian los sondeos, pero en cuanto el Ej¨¦rcito ruso fue obteniendo ¨¦xitos (la toma de Grozni), el apoyo de la opini¨®n p¨²blica fue total. Yeltsin, por su parte, apoy¨® a su primer ministro, y Yavlinski se qued¨® solo en su condena de los excesos de la guerra, que ser¨ªa atroz. En poco tiempo, los sondeos demostraron que aquel desconocido se hab¨ªa convertido en un personaje popular. ?Qu¨¦ destino le esperar¨ªa? ?Ser¨ªa como Kiriyenko o Stepashin un personaje de transici¨®n, un primer ministro ef¨ªmero, o bien Yeltsin habr¨ªa encontrado en ¨¦l al sucesor deseado?
A principios del invierno, nadie conoc¨ªa la respuesta. El mandato de Yeltsin todav¨ªa durar¨ªa unos meses m¨¢s, y la atenci¨®n se fij¨® entonces en las elecciones legislativas del 19 de diciembre. Las posiciones respectivas parec¨ªan bien establecidas. A la izquierda, el Partido Comunista dispon¨ªa de un electorado fiel y estable. Apenas un poco m¨¢s hacia el centro, la coalici¨®n OVR, que llevaba el t¨¢ndem Luzhkov-Primakov, parec¨ªa disfrutar de un amplio apoyo popular. En el centro, incluso en el centro derecha, hab¨ªa surgido un nuevo partido, Unidad (Edinstvo), forjado por Sergu¨¦i Shoig¨², un hombre de la nueva generaci¨®n tambi¨¦n (45 a?os justos) que fue ministro de Situaciones de Emergencia. Era m¨¢s bien conservador, apegado a las tradiciones rusas, y el s¨ªmbolo escogido por su partido, el oso, sedujo a sus compatriotas. Putin declar¨® su inter¨¦s por ese partido. Las elecciones subrayaron la importancia del apoyo de Putin. Como se preve¨ªa, los comunistas llegaron en cabeza, con el 24% de los sufragios, seguidos de cerca por el partido del oso, solo un punto por detr¨¢s, mientras que la coalici¨®n Luzhkov-Primakov, tan esperada, no obtuvo m¨¢s que el 13% de los votos. Y detr¨¢s de ellos, Zhirinovski, Yavlinski y, sobre todo, Chernomyrdin, jefe de filas de Nuestra Casa Rusia, consiguieron a duras penas el 5% de los votos.
Se esperaba que saliese de las elecciones un Parlamento de izquierdas, y que los comunistas y los partidarios del d¨²o Luzhkov-Primakov pudieran formar un Gobierno de coalici¨®n que sostuviese la candidatura de Primakov a las elecciones presidenciales. El resultado de la votaci¨®n desbarat¨® esos c¨¢lculos. Se estableci¨® un entendimiento t¨¢cito de manera inesperada entre los comunistas y los del oso, partidos mayoritarios, opuestos en el fondo, ciertamente, pero que compart¨ªan un mismo apego a la patria y la convicci¨®n de que el Estado deb¨ªa representar un papel real en la vida econ¨®mica y social.
Tres meses antes de las presidenciales, nadie sab¨ªa c¨®mo acabar¨ªa todo aquello. Al d¨ªa siguiente de las elecciones de diciembre, Yeltsin callaba; sus m¨¢s ¨ªntimos y su familia deploraban aquel silencio. Y despu¨¦s lleg¨® el 31 de diciembre. Llegado al ?Kremlin a primera hora de la ma?ana, Bor¨ªs ?Yeltsin pas¨® un rato con el patriarca Alejo. Justo a mediod¨ªa se dirigi¨® al pa¨ªs. En todas partes se encendieron los televisores, y Rusia, estupefacta, oy¨® un discurso absolutamente inesperado.
Bor¨ªs Yeltsin concluy¨® esa pat¨¦tica despedida anunciando que ¡°conforme a la Constituci¨®n, Vlad¨ªmir Vladimirovich Putin asumir¨¢ la presidencia provisional hasta las elecciones, que tendr¨¢n lugar dentro de tres meses¡±. Era el fin de una ¨¦poca hist¨®rica excepcional, el fin de una presidencia de la que m¨¢s tarde se har¨ªa balance. Al abandonar el Kremlin, el presidente leg¨® a Putin un ¨²ltimo consejo: ¡°Cuide bien de Rusia¡±.
Traducci¨®n de Ana Herrera
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