Males menores
La elecci¨®n presidencial en Estados Unidos, con dos candidatos con niveles hist¨®ricos de desaprobaci¨®n popular, es un buen laboratorio para escoger entre lo malo y lo menos malo
Vivimos tiempos preocupantes y afrontamos problemas complejos aplicando la venda del mal menor para ir tirando. As¨ª, parece aceptable apoyar a Mariano Rajoy como bien posible, o la externalizaci¨®n de la pol¨ªtica migratoria de la Uni¨®n Europea al sult¨¢n Recep Tayyip Erdogan en Turqu¨ªa. O consideramos que el Brexit no es a¨²n lo menos malo que le puede ocurrir al proyecto europeo. No vaya a ser que los remedios sean peor que la enfermedad.
La elecci¨®n presidencial del 8 de noviembre en Estados Unidos, con dos candidatos con niveles hist¨®ricos de desaprobaci¨®n popular, es un buen laboratorio para escoger entre lo malo y lo menos malo.
Hillary Clinton es lo menos malo y por lo tanto ser¨ªa el bien posible. Est¨¢ gastada por su dilatada presencia p¨²blica, carece de relato y de personalidad que entusiasmen para lograr un voto en positivo, como lo hizo Barack Obama, pero est¨¢ preparada. Para ser presidente, por lo menos tienes que saber de lo que est¨¢s hablando. Clinton lo sabe. Cuesta mucho pensar siquiera que un demagogo, sin preparaci¨®n y sin el car¨¢cter adecuado, t¨®xico para el sistema democr¨¢tico, pueda tener a su alcance el bot¨®n nuclear.
Aunque todav¨ªa sea prudente cuestionarse si Estados Unidos se autolesionar¨¢ el 8N, como lo hizo Reino Unido votando la salida de la Uni¨®n Europea. Los votantes del Brexit ten¨ªan la visi¨®n de un pa¨ªs m¨ªtico ya inexistente. Al igual que los partidarios de Donald Trump, fundamentalmente la clase trabajadora blanca, sue?an con recrear la Am¨¦rica de los a?os 50 y 60 del siglo pasado. Para¨ªso de la clase media, dominada absolutamente por una aplastante mayor¨ªa de los blancos descendientes de europeos. Una identidad hoy amenazada demogr¨¢ficamente. Trump juega con esa percepci¨®n de inseguridad demogr¨¢fica; primero la alienta, como pir¨®mano, y despu¨¦s se ofrece de bombero. Nuevo ropaje para el racismo.
Ya no es solo una cuesti¨®n econ¨®mica. Es la sensaci¨®n de que el n¨²mero de gente que parece y suena diferente no cesa de aumentar en EE UU. Estos ciudadanos diferentes, ya amplias minor¨ªas, son los que catapultaron a Obama a la presidencia, y los que posibilitar¨ªan el triunfo de Clinton. El candidato republicano se mofa de los negros. ¡°Viv¨ªs en constante peligro, en guetos destruidos y plagados de criminales, recib¨ªs la peor educaci¨®n. No ten¨¦is nada que perder, votad por m¨ª¡±. M¨¢s del 90% de la poblaci¨®n afroamericana no lo har¨¢.
Trump construye un relato basado en falsedades. Am¨¦rica est¨¢ en un agujero y hay que hacerla grande otra vez. Improvisa constantemente bas¨¢ndose en sus intuiciones. No necesita asesores, ¡°si las ¨¦lites son tan listas por qu¨¦ no solucionan los problemas mundiales¡±, se pregunta. Incendia la campa?a buscando la m¨¢xima polarizaci¨®n. Populismo rampante. Alimenta teor¨ªas conspiratorias y sugiere abiertamente que si pierde ser¨¢ porque le han robado la elecci¨®n, algo que cree posible el 30% de sus eventuales votantes. Cuidado, en los a?os 30 en Europa, en un mundo lleno de miedo y rabia, un creador de odio en Alemania, llamado Adolf Hitler, sumi¨® a la humanidad en el desastre, como recuerda en The New York Times Roger Cohen.
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