Los refugiados sirios en L¨ªbano pierden la esperanza de volver a su pa¨ªs
Sus condiciones de vida empeoran tras cinco a?os huyendo de la guerra civil
¡°?Tregua en Siria? Son s¨®lo palabras, y las palabras se las lleva el viento¡±, dice Warde , barriendo el aire con un gesto de la mano. Madre de cuatro hijos con solo 34 a?os, esta mujer hace tres que abandon¨® su hogar en la regi¨®n de Calam¨²n, franja oeste de Siria, para buscar refugio en L¨ªbano. ¡°?Tregua?¡±, resopla de nuevo. ¡°Si cada d¨ªa nos llega una llamada de Siria anunciando que cay¨® otro m¨¢rtir, que ya hay otra viuda¡±, logra decir casi sin coger aire. ¡°Y ?Qu¨¦ paz? Si hasta que Bachar no se vaya ning¨²n refugiado regresar¨¢¡±, zanja antes de volver a acomodarse en una silla de pl¨¢stico y entrar en un repentino mutismo ante la aquiescencia de sus vecinas.
Warde vive en uno de los centenares de?asentamientos informales que salpican Bar Elias, la regi¨®n del valle de la Bekaa liban¨¦s que da a la frontera este con Siria. ¡°El lugar con la mayor densidad de refugiados por kil¨®metro cuadrado del mundo¡±, como se empe?a en recalcar el alcalde Saadedine Maita. La mayor¨ªa huyeron de las zonas rebeldes y cuentan con alg¨²n combatiente vivo o muerto en la familia. Como ella, entre un mill¨®n y un mill¨®n y medio de refugiados, seg¨²n las fuentes, aguardan desde hace 1980 d¨ªas un acuerdo que ponga fin a la violencia en su pa¨ªs.
¡°Ya no tenemos confianza en nada ni en nadie. Ni en la comunidad internacional, ni en ACNUR, ni en regresar a Siria o irnos a Europa. Todos hablan y hablan. Y cinco a?os despu¨¦s aqu¨ª seguimos languideciendo cual ganado esperando a ser sacrificado¡±. Quien habla es Nafua, de 48 a?os, que vive con su madre de 75 en los escasos siete metros cuadrados que abarca su tienda. Su madre tampoco guarda esperanzas en la fr¨¢gil tregua, la segunda en lo que va de a?o que cumpli¨® los cinco d¨ªas este viernes. ¡°No creo que mis pies vuelvan a pisar mi tierra. No me enterrar¨¢n en Siria¡±, se lamenta la septuagenaria que ha sobrevivido por quinto a?o consecutivo al duro invierno de la Bekaa.
Ambas viven en el asentamiento informal Fareh, m¨¢s conocido como el campamento de las viudas. Sobre una tierra alquilada por varias asociaciones de caridad financiadas por el Golfo, se yergue una verja que marca los confines de la libertad de las mujeres all¨ª acogidas. Comen de la ayuda que les provee mensualmente ACNUR (agencia de la ONU para los refugiados): unos 24 euros por persona. Y a cambio de no pagar el alquiler, que generalmente oscila entre los 90 y 180 euros al mes por tienda, estas viudas detallan entre susurros las interminables normas a las que est¨¢n sometidas por los donantes del Golfo.
¡°Naciones Unidas dijo que se har¨ªa cargo de nosotros. ?Y d¨®nde est¨¢?¡±, se queja el tambi¨¦n refugiado Abu Salah desabroch¨¢ndose el remanente de botones de su camisa y golpe¨¢ndose con la palma de la mano sobre una cicatriz vertical que le atraviesa el pecho. A los 54, espera su quinta operaci¨®n de coraz¨®n. ¡°Tengo ocho hijos, seis de ellas mujeres y dos varones que no superan los 10 a?os¡±, prosigue dando a entender que en toda la familia no hay un solo par de manos capaz de trabajar y aportar ingresos. Inhabilitado para el trabajo f¨ªsico, Abu Saleh ha resuelto casar a sus hijas en matrimonios arreglados con otros refugiados que se hagan cargo. Su primer nieto, nacido refugiado en suelo liban¨¦s, se lo dar¨¢ su hija Nur, embarazada de cuatro meses a los 16 a?os.
Al o¨ªr la palabra tregua, Abu Salah esgrime la misma mueca que sus vecinos. ¡°No hay tregua porque el r¨¦gimen y Rusia siguen bombardeando a la oposici¨®n. Esos combatientes que el r¨¦gimen de Asad tacha de terroristas como Ahrar el Sham o Al Nusra [en referencia a la rama local de Al Qaeda rebautizada como frente Fat¨¢ al Sham] son nuestros vecinos, nuestros hermanos, y no extranjeros llegados de Tora Bora¡±, dice sentado en su tienda.
¡°Con tregua o sin tregua, no podremos regresar o nos aniquilaran en las mazmorras del r¨¦gimen¡±, interviene su mujer Um Nur. La mujer continua explicando como el empeoramiento de la guerra en Siria ha sido proporcional a la de sus condiciones de vida como refugiados en L¨ªbano. ¡°Las ayudas de la ONU se reducen, ya no vienen ONGs, ni hay escuelas y no podemos hacer frente a los requisitos del Gobierno liban¨¦s ¡¡±, enumera hasta agotar los dedos de ambas manos. La tregua en Siria ocupa apenas unos minutos en las conversaciones de los refugiados sirios, para ser inmediatamente desterrada por temas m¨¢s apremiantes como la comida, el acceso a la electricidad o asuntos familiares.
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