La aventura de ser okupa en Holanda
Espa?oles, alemanes, italianos o polacos figuran en un movimiento inseparable de ?msterdam
Con su hija Anna, de casi dos a?os, a cuestas, Bep Schrammeijer abre la reja que da acceso al recinto de ADM, la okupaci¨®n m¨¢s antigua y emblem¨¢tica de ?msterdam. Embarazada de su segunda ni?a, lleva en el lugar con su pareja desde 2009. ADM es el acr¨®nimo de la empresa que en los a?os sesenta operaba un dique seco en un muelle portuario al norte de la ciudad. Vendido por el ayuntamiento en 1997 a un empresario que fue asesinado en un ajuste de cuentas, ahora viven all¨ª unas 120 personas, entre ellas cerca de 15 ni?os.
Hay caravanas y remolques, caba?as de madera, barcos habitados, una yurta mongola y casas como la de Schrammeijer repartidos por un terreno de 25 hect¨¢reas (40 si se suma el agua correspondiente). Con grandes cristaleras y una estufa r¨²stica en el centro, la casa de esta madre, de 36 a?os, dispone de agua, electricidad y conexi¨®n wifi. Parece lujoso, pero no lo es. Ella admite que este tipo de vida, en medio de una especie de bosque surgido de forma natural, ¡°significa salir de la sociedad y no es para todos¡±.
N¨®madas urbanos y okupas hist¨®ricos
Algunos de los inmuebles okupados en su d¨ªa en ?msterdam son hoy propiedad del propio movimiento. El m¨¢s conocido se llama Vrankrijk y est¨¢ en el centro. Los okupas entraron en 1982 para evitar que en su lugar se construyera un edificio de apartamentos, y desde 1992 dispone de un caf¨¦, centro cultural y sala de conciertos. "Comprar de la misma forma ADM, situado en el antiguo muelle del puerto, es m¨¢s dif¨ªcil. Como de momento no hay arreglo, a su alrededor ha ido creciendo otra comunidad algo olvidada", dice Paul Vugts, redactor del rotativo Het Parool. Se refiere a los n¨®madas urbanos, asentados en un poblado formado por diversas roulotte a las puertas (una reja con c¨®digo de apertura) del terreno utilizado por los inquilinos hist¨®ricos de ADM. "Son unos 250 y tienen diversos problemas sociales o m¨¦dicos. Necesitan ayuda especializada y no les dejamos entrar, aunque el trato es amable. Hay de todo, desde gente sin papeles a otros con adicciones, pero no podemos cuidarles", dice Hay Schoolmeesters, que suma 19 a?os en ADM. Cuando hay problemas, la polic¨ªa acude. El resto del tiempo, ambas comunidades llevan vidas paralelas.
Hay Schoolmeesters, de 56 a?os, el m¨¢s antiguo de los okupantes de ADM, subraya: ¡°No somos una comuna que solo pretende evitar el pago de una renta. Vivimos en comunidad y sentimos la obligaci¨®n de hacer algo por la capital¡±. Aukje Polder, de 33 a?os, vecina de Schrammeijer y hermana de su pareja lo ejemplifica: ¡°[De ah¨ª] los eventos culturales que organizamos y a los que acuden hasta 7.000 personas¡±.
Sobre el lugar planea la sombra del desalojo. Aunque su contrato impone el uso para actividades portuarias, si el Ayuntamiento no lo compra de nuevo, los herederos del propietario acribillado pueden acabar ganando en los tribunales. En la ciudad, los due?os de inmuebles han optado por un m¨¦todo antiokupa que consiste en alquilar a unos pocos inquilinos sus edificios para evitar que entren otros. El movimiento de los a?os setenta y ochenta, con cerca de 10.000 involucrados, ha ido desapareciendo del centro urbano de ?msterdam. Desde su ilegalizaci¨®n en el pa¨ªs en 2010, se trata m¨¢s una aventura temporal protagonizada en su mayor¨ªa por j¨®venes extranjeros, muchos de ellos espa?oles, alemanes, italianos o polacos.
Tanto Schrammeijer, como Schoolmeesters y Polder trabajan, y tal vez ese sea uno de los primeros malentendidos en torno a los okupas holandeses. Irrumpen en un espacio para denunciar la especulaci¨®n del suelo, o la falta de viviendas asequibles, pero una vez dentro no descuidan el pago de la luz y el gas. Schrammeijer es investigadora en la Universidad de ?msterdam, especializada en Ciencias de la Tierra. Schoolmeesters lleva un centro que busca espacios vac¨ªos para emprendedores del sector creativo. Y Polder trabaja con personas sin techo. Todos abonan las cargas, y utilizan las antiguas oficinas y el almac¨¦n del lugar. Reconocido como un derecho fundamental desde los a?os setenta, el agua no se corta.
¡°La sociedad ha cambiado y el okupa escoge hoy estar al margen. Hace 35 a?os, cuando yo lo era, segu¨ªas estudiando y las becas o los subsidios te manten¨ªan en la sociedad. Por eso se pod¨ªa pagar el gas o la luz. En los ochenta era un movimiento pragm¨¢tico y de grandes dimensiones, sin ideolog¨ªas predominantes¡±, asegura Eric Duivenvoorden, soci¨®logo y responsable del archivo sobre la historia del movimiento.
2.000 personas
¡°Ahora quedan un par de cientos de pisos okupados por unas 2.000 personas, y tal vez haya un par de tendencias. En mi ¨¦poca era m¨¢s una comunidad moral con gente diversa. Por ejemplo, Jet Bussemaker, actual ministra de Cultura, y Jetta Klijnsma, secretaria de Estado de Asuntos Sociales, fueron okupas. Hoy los subsidios son dif¨ªciles de obtener, y para las nuevas generaciones es arduo llevar esa vida¡±, agrega el soci¨®logo.
Cuando en 2010 entr¨® en vigor la prohibici¨®n, todos los alcaldes de Holanda protestaron. En ?msterdam, el Ayuntamiento, que en 2012 hab¨ªa vaciado unos 300 edificios, aplica la norma con cuidado. ¡°Analiza si se quebrant¨® el orden p¨²blico y busca un alojamiento alternativo. Se asegura de que los due?os tienen planes inmediatos para el edificio. Si no, no sale nadie. Polic¨ªa, Consistorio y okupas han aprendido mucho, y lo principal es erradicar la violencia, porque genera p¨¦rdida de apoyo popular¡±, afirma Duivenvoorden.
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