Una paz justa para Colombia
Este acuerdo debe servir para lograr conquistas sociales: tanta desigualdad en esta sociedad no puede soportarse m¨¢s tiempo
Hoy d¨ªa 26 de septiembre en Cartagena (Colombia) es uno de esos d¨ªas en los que uno se encuentra con sensaciones contradictorias. La paz se firma en unas horas y sin embargo la alegr¨ªa no es plena entre la ciudadan¨ªa colombiana. No hay unidad pol¨ªtica ni unidad frente a un evento que deber¨ªa unir a todos en el esfuerzo com¨²n de construir un pa¨ªs que es de todos y a cuyo fin todos deber¨ªan contribuir.
Cincuenta y dos a?os de violencia sostenida en el conflicto armado interno m¨¢s antiguo de Latinoam¨¦rica deber¨ªan ser suficiente argumento para que nadie apostara por su mantenimiento ni un segundo m¨¢s. Sin embargo las discrepancias existen y quien defiende la negaci¨®n de la evidencia del nuevo futuro que se abre agarr¨¢ndose a postulados neoconservadores, se equivoca.
Los acuerdos firmados en el d¨ªa de hoy entre el Gobierno colombiano, con el presidente Juan Manuel Santos a su cabeza, y las FARC distan mucho de ser lo que las v¨ªctimas, la ciudadan¨ªa y los juristas, hubi¨¦ramos querido. La verdad, la justicia, la reparaci¨®n y las garant¨ªas de no repetici¨®n no se conseguir¨¢n en su plenitud, ni siquiera en una parte suficientemente satisfactoria, pero se ha logrado un acuerdo que parec¨ªa imposible y que muchos oscuros aug¨²res pronosticaban imposible de alcanzar. Es decir, se ha llegado precisamente hasta donde ha sido posible, y, este m¨ªnimo es inclaudicable; se ha obtenido ese punto de equilibrio necesario, presente en todo proceso de justicia transicional.
Los retos que esta decisi¨®n compartida supone han de conseguirse a partir del d¨ªa 2 de octubre con el apoyo afirmativo al proceso abierto. Es seguro que no es el mejor acuerdo, pero ha sido el ¨²nico real hasta la fecha. Despu¨¦s de d¨¦cadas de intentos frustrados, de dolor y sufrimiento de las v¨ªctimas, quienes han firmado con seguridad han tenido en cuenta esa renuncia de aquellas y por ello no pueden permitirse el incumplimiento de una sola l¨ªnea de ese acuerdo que ayuda a avizorar un final de paz sostenible y justa.
No estoy de acuerdo con quienes afirman que este acuerdo sacrifica la justicia en favor de la paz, como tampoco con los que sostienen que la justicia tradicional retributiva (una determinada cantidad de a?os de c¨¢rcel) sea la ¨²nica alternativa posible. Si fuera as¨ª, jam¨¢s acabar¨ªa el conflicto y eso se debe decir alto y claro por quienes defienden el no.
Por el contrario, la justicia restaurativa, en la que tampoco est¨¢ ausente la retribuci¨®n a las v¨ªctimas a trav¨¦s de la verdad y las garant¨ªas de no repetici¨®n, garantizar¨¢ la responsabilidad de los perpetradores y su sanci¨®n. Por ello la verdad es imprescindible y, la condena a quienes no contribuyan a la misma, cierta y definitiva.
La justicia, desde la perspectiva de las v¨ªctimas no solo se define por el n¨²mero de a?os a imponer a los perpetradores, sino por la certeza de que estos reconozcan sus cr¨ªmenes, sufran una sanci¨®n que, al ser proactiva, ser¨¢ m¨¢s gravosa para quien la sufra que mantenerse simplemente en una celda a la espera de que se cumplan los a?os de reclusi¨®n. Tendr¨¢n que reconocer sus acciones delictivas, mirar a las v¨ªctimas y aceptar el reproche de los inocentes, deber¨¢n contribuir a construir la paz, trabajar¨¢n en favor de la comunidad... y si no lo hacen, que cumplan pena en una c¨¢rcel ordinaria.
Pero adem¨¢s, este acuerdo debe servir para lograr conquistas sociales en Colombia. Tanta desigualdad en esta sociedad no puede soportarse por m¨¢s tiempo. Las ¨¦lites no deben decidir por la ciudadan¨ªa. Es decir, la paz no puede ser para el pueblo, pero sin el pueblo, a modo de paz ilustrada. A la gente se nos llena la boca de buenas palabras, pero quienes han sufrido tanto y que tienen la generosidad del perd¨®n deber¨ªan ver el resultado de la paz en la igualdad, en un sistema de impuestos redistribuido, en las mismas oportunidades para los sectores del campo que para los industriales, para los ricos de la city y los pobres y abandonados campesinos e ind¨ªgenas, con un sistema de salud universal, una educaci¨®n asegurada, una renta mejorada, con inversiones que repercutan en el bienestar general... y que ese hermoso anfiteatro de paz que hoy se ha visto en Cartagena se funda con las miles de velas prendidas anoche en esta ciudad caribe?a por las victimas ca¨ªdas, y que no quede reducida a un reparto de posiciones pol¨ªticas y econ¨®micas que traicionar¨ªan la fe de un pueblo que lucha por esa felicidad que nace de las entra?as de cada uno de nosotros.
Por todo ello, es posible una paz justa para Colombia, y. como presidente de FIBGAR, seguiremos trabajando para que la paz no sea la historia de una ilusi¨®n desvanecida.
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