El pueblo dividido de Al Gore
La política y la lucha contra el cambio climático fraccionan a Carthage, la cuna en Tennessee del exvicepresidente estadounidense y activista medioambiental
Visitar un domingo al mediodía Carthage es un retorno al pasado. Al de aquellos pueblos en que, tras los servicios religiosos, nadie literalmente anda por la calle y todos los comercios están cerrados. Para encontrar algo a hacer un domingo en Carthage, rodeado de verdes colinas y un río en el centro de Tennessee, hay que alejarse de la calle principal hasta llegar en coche a un local de McDonald’s o un hipermercado Walmart, ubicados en el clásico paisaje de suburbio estadounidense. Los dos abren toda la semana.
Carthage, de unos 2.300 habitantes, parece un pueblo cualquiera. Pero no lo es. Es famoso por ser la cuna de Al Gore, el vicepresidente del demócrata Bill Clinton que no logró, en las polémicas elecciones de 2000, ser presidente. Tras ese fracaso, que llevó al republicano George W. Bush a la Casa Blanca pese a no ganar en número de votos, Gore se ha alejado de la política y se ha convertido en una celebridad en la lucha contra el cambio climático.
Gore, de 68 a?os, nació en Washington y casi nunca vivió en Carthage, pero es un hijo pródigo porque su familia tiene una finca a las afueras y su padre fue un reputado senador por Tennessee. ?l fue congresista y senador por su Estado. Cuando anunció sus dos candidaturas a presidente, en 1988 y 1999, Gore lo hizo en la escalinata del juzgado del condado, en la calle principal de Carthage.
Pero en su pueblo el exvicepresidente causa división, en un reflejo del paso del tiempo y del escepticismo a una figura demócrata en un Estado mayoritariamente republicano, sobre todo en zonas rurales como esta. En las elecciones de 2000, Gore perdió en Tennessee. De haber ganado en su Estado, no habría dependido de Florida, que acabó teniendo la llave electoral.
“La gente estaba orgullosa de que fuera vicepresidente, pero ahora no es una figura importante”, dice Steve, de 42 a?os y trabajador de la construcción. Lo atribuye al hecho de que hay una base republicana “muy importante” en el pueblo, que él dice integrar con orgullo. Entre los conservadores, explica, casi nadie cree en la cruzada de Gore contra el cambio climático, que le valió el Premio Nobel de la Paz. “Es una farsa. Todo el asunto de la electricidad verde es para hacer dinero”, sostiene.
En una metáfora de la pérdida de popularidad de Gore, delante del juzgado hay una tienda abandonada con productos de las campa?as electorales del exvicepresidente. A unas calles, hay una gasolinera en que el vendedor, de origen indio y votante demócrata, no sabe quién es Gore.
A las afueras de Carthage, frente a la enorme finca familiar, la percepción de Gore es más positiva. “Es muy impresionante tener aquí a un vicepresidente”, dice Steve Owerstreet, granjero de 36 a?os y votante republicano. Explica que Gore -que tiene una casa en Nashville, a una hora de distancia- viene poco a la granja, pero que está muy involucrado en que respete el medioambiente. “Estoy de acuerdo en mucho de lo que dice sobre cambio climático”, se?ala Owerstreet, a bordo de su furgoneta pick up. Pero admite que la gente más mayor es mucho más incrédula sobre el calentamiento global.
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