El lago que divide el lugar m¨¢s desigual de Estados Unidos
En Lake Providence (Luisiana), los ricos, blancos, viven en una orilla y los negros, pobres, en la otra
En la orilla norte del lago viven los ricos, que son blancos. En la orilla sur, viven los pobres, que son negros. En una, hay bonitas calles con grandes casas ajardinadas con varios coches aparcados. En la otra, hay calles mal asfaltadas con casas abandonadas y ni?os descalzos.
La geograf¨ªa de Lake Providence (Luisiana) encarna un fen¨®meno nacional: la creciente brecha entre ricos y pobres en Estados Unidos, el pa¨ªs m¨¢s desigual del mundo industrializado. Y c¨®mo esta va acompa?ada de una disparidad racial medio siglo despu¨¦s del fin oficial de la segregaci¨®n de los negros en el sur.
El condado en que se ubica el municipio ¡ªde 3.800 habitantes, en el sur de EE UU, junto al r¨ªo Misisipi¡ª registra la mayor diferencia de ingresos del pa¨ªs, seg¨²n revel¨® en 2013 la cadena CNN. Los m¨¢s ricos ganan unos 611.000 d¨®lares al a?o, y los menos, unos 6.800 d¨®lares. El 50% de los residentes son pobres. El 84% de la poblaci¨®n es negra y el 14% blanca. La desigualdad se ha acentuado en las ¨²ltimas d¨¦cadas por la tecnificaci¨®n de los campos de los alrededores.
En Lake Providence, las cifras y teor¨ªas sobre la erosi¨®n de la clase media estadounidense y el estancamiento del ascensor social se traducen en realidades. Sirven para calibrar el momento actual que vive la primera potencia mundial con la disparidad econ¨®mica, el proteccionismo comercial y el debate racial como asuntos centrales en las elecciones presidenciales de noviembre. En este microcosmos, pocos creen que la brecha econ¨®mica y racial vaya a disiparse. Se percibe nostalgia por el pasado: hab¨ªa m¨¢s trabajo y menos divisi¨®n.
Las orillas del lago son dos universos separados por cinco minutos en coche.
En la zona sur, los principales comercios de la calle principal est¨¢n clausurados. Las calles aleda?as tienen boquetes. Se acumulan las casas vac¨ªas, con las puertas y los cristales rotos. En otras, solo quedan restos de un incendio. Tambi¨¦n hay tr¨¢ileres y casas parcialmente destrozadas.
En una de ellas vive Lakisha Wilson, una mujer negra de 25 a?os con dos hijas, de dos y cuatro a?os, que van descalzas por la calle y est¨¢n sucias. Wilson trabaja en una residencia de ancianos. ¡°Vivir aqu¨ª no es perfecto. Necesitamos m¨¢s trabajos¡±, dice. Ella siempre ha residido en Lake Providence y de peque?a, asegura, ¡°hab¨ªa m¨¢s cosas¡±. ¡°Muchas compa?¨ªas han cerrado¡±, lamenta.
Wilson no recibe subsidios para comprar comida, pero dice que la mayor¨ªa de sus vecinos, s¨ª. Como tantas otras, es una madre joven sola. ¡°No hay muchos con padre y madre, algunos viven con sus abuelos o en centros de acogida¡±, explica Hivee Walker, de 15 a?os, sobre sus compa?eros en una escuela secundaria p¨²blica ubicada a dos calles. Su madre tiene seis hijos de cuatro hombres. Ella vive sin su padre.
En la escuela, todos los alumnos son negros salvo un mexicano y un iran¨ª. En un pasillo, cuelga un cartel que destaca el crecimiento hasta el 72,5% de la tasa de graduaci¨®n. Otro cartel reza: ¡°Si es posible hacerlo mejor, hacerlo bien no es suficiente¡±.
Walker, que sue?a con ir a la universidad, asegura que hay blancos y negros racistas. ¡°Me gustar¨ªa que fu¨¦ramos un equipo. Siempre es este lado o el otro¡±, critica. Y advierte de que algunas zonas del barrio son peligrosas y que una amiga de 14 a?os muri¨® tiroteada.
El Ayuntamiento, en la entrada de Lake Providence, es la frontera que divide la carretera que lleva a las ¨¢reas negra y blanca. El alcalde, Bobby Amacker, blanco de 71 a?os, parece vivir en una burbuja entre ambas. Le ofende que se hable de desigualdad y minimiza las cifras: ¡°As¨ª es en todas partes¡±, esgrime en una entrevista en su despacho.
Pero Amacker admite que hay factores propios. La poblaci¨®n del condado ha pasado de 30.000 personas a 8.000. Al margen de la deslocalizaci¨®n de algunas f¨¢bricas, sostiene que la principal causa es el declive de la industria del algod¨®n por la mecanizaci¨®n de la recolecci¨®n, lo que rebaj¨® la necesidad de empleados, que eran principalmente negros. Tambi¨¦n lo atribuye al tratado de libre comercio con M¨¦xico y Canad¨¢, que entr¨® en vigor en 1994. ¡°El Nafta nos mat¨®. Todo el algod¨®n se fue a M¨¦xico, a la mano de obra barata¡±, dice el alcalde.
La cr¨ªtica a la p¨¦rdida de empleos por el libre comercio es una de las banderas electorales del republicano Donald Trump. En Lake Providence, como en el viejo cintur¨®n industrial del Medio Oeste, ese mensaje cala. Amacker, como la mayor¨ªa de blancos consultados, votar¨¢ a Trump por su discurso proteccionista y aislacionista.
El alcalde rememora c¨®mo en los a?os cincuenta la calle principal de Lake Providence estaba repleta de una vida ahora ausente. Amacker reivindica, como tambi¨¦n Trump, un pasado glorioso.
Una d¨¦cada despu¨¦s, coincidiendo con el fin de la segregaci¨®n racial, empez¨® el ¨¦xodo blanco al norte del lago, hasta entonces vac¨ªo y ahora con elegantes casas de grandes propietarios agr¨ªcolas. Madeline, una jubilada blanca de 77 a?os que vive frente al agua en el norte, estudi¨® en la escuela p¨²blica en el sur, que entonces era mayoritariamente blanca. Ahora, sus vecinos van a un colegio privado, de predominio blanco, en el norte.
La mujer refleja la distancia no solo f¨ªsica sino social con la comunidad afroamericana, sugiriendo un sentimiento de superioridad blanca, como el que prevalec¨ªa durante la segregaci¨®n. Sostiene, igual que el alcalde, que la principal causa del estancamiento negro es una cultura asistencialista promovida por el Estado del bienestar y la fragilidad de la unidad familiar.
Madeline asegura que hay muchas iniciativas blancas para ayudar a negros, pero que no han sido correspondidas. ¡°Les pago para que se sienten en su porche¡±, dice en una cr¨ªtica a los subsidios para pobres. Admite que se ha hecho m¨¢s prejuiciosa racialmente en los ¨²ltimos a?os y tambi¨¦n habla con nostalgia de su infancia. Entonces, asegura, hab¨ªa m¨¢s entendimiento entre negros y blancos, y m¨¢s cultura del esfuerzo. ¡°No creo que la integraci¨®n haya sido exitosa¡±, argumenta.
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