Un mundo sin Mandela
La desbandada respecto a la justicia universal ha empezado en un Estado fallido como es Burundi
Los males de Europa son los males del mundo. Nada de lo que nos sucede a los europeos es original. En todo caso, es peor, porque Europa era un modelo de integraci¨®n y cooperaci¨®n multilateral y se est¨¢ convirtiendo en lo contrario. No debiera sorprender la desbandada que ha empezado en ?frica respecto a la justicia universal. Si en Europa regresan los nacionalismos y los pol¨ªticos se escudan en las decisiones soberanas para incumplir los tratados y compromisos internacionales, podemos imaginar qu¨¦ suceder¨¢ en un continente tan convulso y poco integrado como ?frica.
Burundi ha sido el primer pa¨ªs en anunciar su retirada de la Corte Penal Internacional (CPI). Tiene toda la l¨®gica, por cuanto su presidente, Pierre Nkurunziza, es un firme candidato a ocupar el banquillo alg¨²n d¨ªa. Burundi ha sufrido en su historia reciente dos genocidios y se halla ahora en una espiral de violencia ¨¦tnica y pol¨ªtica que ha expulsado a 300.000 personas y dejado un reguero de muertes de civiles a manos de las fuerzas de seguridad hasta hacer temer su repetici¨®n. El estallido actual se ha producido por la perpetuaci¨®n en el poder del presidente, que venci¨® en las elecciones por tercera vez a pesar de que la Constituci¨®n limitaba a dos los mandatos presidenciales, una circunstancia que se repite en muchos pa¨ªses africanos.
A continuaci¨®n ha sido Sud¨¢frica, pa¨ªs pionero en los primeros pasos de la Corte Penal Internacional, que ahora est¨¢ en vanguardia de los que quieren abandonarla. En su caso el detonante fue la orden de detenci¨®n emitida por la CPI en junio de 2015 contra el dictador de Sud¨¢n del Norte, Omar al Bachir, acusado de cr¨ªmenes de guerra y genocidio, cuando se encontraba en visita oficial en Johanesburgo con motivo de una cumbre de la Uni¨®n Africana. Aunque el tribunal supremo quiso aplicarla, el Gobierno hizo caso omiso, abriendo un enfrentamiento entre ambos poderes.
Gambia, un pa¨ªs que se halla en la lista negra de los derechos humanos, ha sido el tercero. Su presidente, Yahya Jammeh, dio un golpe de Estado hace 21 a?os y luego se ha perpetuado mediante elecciones ama?adas en cuatro ocasiones. La aportaci¨®n gambiana ha sido a?adir a la lista de agravios africanos contra la CPI su pasividad ante las muertes de africanos en el Mediterr¨¢neo.
La CPI empez¨® a funcionar en 2002 y, hasta ahora, ha abierto 10 investigaciones judiciales, nueve de ellas referidas a pa¨ªses africanos, y condenado a cuatro personas, todos africanos. El entusiasmo inicial africano por la CPI se ha convertido ahora en un rechazo generalizado, que amenaza con dejar impunes innumerables cr¨ªmenes. El argumento de los dirigentes hostiles es que la CPI se ha convertido en un instrumento racista de los europeos y de las grandes potencias para entrometerse en su continente. La CPI solo puede perseguir a los nacionales de pa¨ªses firmantes del Estatuto de Roma o cuando lo solicite el Consejo de Seguridad, donde tienen asiento permanente y derecho de veto pa¨ªses no firmantes como Estados Unidos, Rusia y China.
En Europa, en vez de Vaclav Havel tenemos a Viktor Orban. En ?frica, en vez de Nelson Mandela, est¨¢ Jakob Zuma.
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