B¨¦lgica desbloquea el acuerdo comercial de la UE con Canad¨¢
El primer ministro belga anuncia que ha logrado un texto de consenso con la regi¨®n de Valonia
Valonia levanta el veto y B¨¦lgica est¨¢ a un paso de dar luz verde al pacto comercial UE-Canad¨¢ (CETA). El Gobierno belga anunci¨® ayer un acuerdo in extremis que pone fin a 10 d¨ªas de negociaciones con ese punto de dramatismo tan europeo de los ¨²ltimos tiempos. Valonia exige garant¨ªas en varios asuntos menores, pero, sobre todo, llevar¨¢ ante la justicia el tribunal de arbitraje para resolver conflictos entre Estados y empresas. Y se reserva la posibilidad de cortocircuitar en un a?o el CETA. Pocas nueces para un conflicto ruidoso, que pone de manifiesto el l¨ªo en la pol¨ªtica belga y, de paso, las querellas en parte de Europa con la globalizaci¨®n.
Dicen los soci¨®logos que las guerras entre los !Kung (una sociedad de cazadores recolectores del Kalahari) desaparecieron cuando empezaron a comerciar entre ellos. La fe en la capacidad socializadora del comercio para evitar guerras est¨¢ incrustada en la arquitectura de las instituciones europeas, pero los excesos de la globalizaci¨®n han tra¨ªdo nuevos aires a la que siempre fue una de las pol¨ªticas estrella de la UE: la comercial. Parte de la ciudadan¨ªa est¨¢ en contra de acuerdos como el de Canad¨¢. Y el Constitucional alem¨¢n y la resistencia de Valonia han dejado herida de muerte la capacidad de la Uni¨®n para seguir con esos tratados, esenciales para la Europa que viene: el pacto con EE UU est¨¢ en la rec¨¢mara, y Europa est¨¢ obligada a negociar con Londres por el Brexit.
El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, anunci¨® ayer la cancelaci¨®n de su viaje a Bruselas para firmar el CETA. Apenas un par de horas m¨¢s tarde llegaba el acuerdo, que se ha fraguado despu¨¦s de una enorme presi¨®n sobre los valones. ¡°Valonia es feliz porque sus exigencias han sido escuchadas¡±, subray¨® Paul Magnette, el ministro presidente val¨®n que se ha convertido en una especie de figura internacional contra la globalizaci¨®n. La pelota est¨¢ ahora en los cinco parlamentos regionales de B¨¦lgica, que tomar¨¢n la decisi¨®n definitiva esta noche. Posteriormente, se decidir¨¢ la fecha de la cumbre UE-Canad¨¢ para la firma protocolaria.
Pero incluso entonces el pacto puede descarrilar: Valonia se reserva la posibilidad de matar el CETA m¨¢s adelante. El pacto pol¨ªtico firmado con el Gobierno federal incluye un cap¨ªtulo que obliga a B¨¦lgica a anunciar que no lo ratificar¨¢ en un plazo m¨¢ximo de un a?o si un Parlamento regional lo rechaza. El CETA entrar¨¢ en vigor provisionalmente cuando lo firmen Trudeau y la UE, pero la ratificaci¨®n de los 28 socios es capital. Y Valonia quiere poder tumbarlo de forma fulminante si no hay cambios en el tribunal de arbitraje para dirimir conflictos entre Estados y multinacionales.
Ese es el cap¨ªtulo m¨¢s pol¨¦mico del pacto pol¨ªtico firmado en B¨¦lgica: los valones sostienen que ese tribunal favorece los intereses de las empresas, y anuncian un recurso ante el Tribunal Europeo de Justicia. Varios socios de la UE manifestaron dudas sobre ese asunto en una reuni¨®n de emergencia entre las delegaciones diplom¨¢ticas y la Comisi¨®n Europea, pero no parece que vayan a surgir contratiempos por ese flanco. En medio de un formidable l¨ªo pol¨ªtico interno belga que ha mantenido como reh¨¦n la pol¨ªtica comercial europea, los valones consiguieron tambi¨¦n garant¨ªas para los agricultores y otros asuntos menores como las mutuas.
Las ONG y los contrarios al CETA celebraron como un triunfo ese recurso ante el Tribunal de Luxemburgo, pero las instituciones europeas tambi¨¦n se felicitaron por el pacto. Est¨¢ por ver qui¨¦n sale ganador, pero una cosa est¨¢ clara: el caso Valonia es una prueba m¨¢s de que las pol¨ªticas europeas, incluso la comercial, se renacionalizan en medio de una crisis existencial de la que la Uni¨®n no termina de salir. La decisi¨®n del Constitucional germano ya impuso condiciones al acuerdo ¡ªy en realidad a cualquier pacto que venga tras ¨¦l en materia comercial, que desde el Tratado de Lisboa ten¨ªa que ser competencia europea y no nacional¡ª, y el conflicto val¨®n deja al descubierto las debilidades de la UE. Finalmente, B¨¦lgica ha conseguido salvar ese contencioso in extremis. Pero tanto la credibilidad como el margen de maniobra de Bruselas para negociar pactos similares en el futuro quedan seriamente tocados.
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